Un diálogo intercultural sobre las identidades que nos atraviesan como sociedad (tercer capítulo).

Neuquén, territorio mapuche. “En un momento –mientras realizaba el dueño otros oficios–, me pidió que revolviera la comida: ´revuelve la xampurria’, me dijo, en alusión a la mezcla de distintas cosas sin una forma única”, comienza diciendo Javier Milanca en el primer relato de su libro “Xampurria: somos del lof de los que no tienen lof”.

El tono es claramente despectivo, aunque expresa una forma elocuente y gráfica de explicar la(s) identidad(es) de ese ser mapuche que también es chileno. ¿Cuál es, en definitiva, la(s) identidad(es) de una joven de piel blanca con apellido mapuche que vive en la ciudad? El interrogante es concreto, pero no puede quedar recluido sólo a los escenarios de debate de Ngulu Mapu (Chile). De este lado de la cordillera se pueden oír aún esas disputas identitarias que aparentan ser dirigidas desde una esfera de poder intocable y solemne. Se habla de una especie de «mapuchómetro» visible y no tan sutil que ostenta afirmar y saber con ojo clínico, quien es más mapuche que otro(a). En contraposición, y para dar un suspiro a estos sistemas opresivos que se activan como mecanismos de defensa dentro del Pueblo Nación Mapuche, el poeta Elicura Chihuailaf afirma que todos (y todas) tenemos en nosotros y en nosotras un ser nativo. ¿Acaso el ser mapuche no está atravesado por un pensamiento, por una forma de contemplar al mundo? ¿De qué manera contemplamos el mundo que nos rodea y nos acompaña? ¿Cuántas y cuántos jóvenes que habitan la ciudad no inician sus procesos de reconstrucción identitaria debido a las sentencias arbitrarias y excluyentes de hombres y mujeres que se autoproclaman con el poder y la legitimidad para decidir si alguien es o no mapuche? ¿Alcanza con ser morocho y tener apellido mapuche? ¿Cuál es la raíz de estos debates miserables? ¿Tiene motivos históricos? ¿Cuáles son las operaciones coercitivas que se activan y avalan que estos modos degradantes y descalificantes avancen y permanezcan dentro y fuera del Pueblo Nación Mapuche?

Champurria

Identidad(es) urbana(s). Un diálogo interno, aunque social, pensado desde la ciudad.

–¡A veces creo que nunca voy a poder ser mapuche!
–¿Por qué? ¡Qué feo lo que me decís! ¿Qué te pasó?
–Digo que no voy a poder ser mapuche porque mi piel no es oscura.
–¿Por qué decís eso? ¿Alguien te dijo algo?
–Si, pero no importa quién. Lo importante es que tiene razón. Una mapuche no debe tener mi color de piel.
–¡No llores! ¡Estás angustiada! ¿Pasaste un mal rato?
–Si, no esperaba que me trataran así.
–Si, creo que es una discusión que los y las mayores se tienen que dar. Sus razones son sus razones, pero yo creo que tienen que entender que pedir que un joven o una joven no sea champurria con los procesos de genocidio, violación y apropiación que se han producido en la historia, puede llegar a ser muy contradictorio y contraproducente.
–¿Qué es champurria?
–Hace poco leí el libro Xampurria de Javier Milanca y ahí el autor da el ejemplo de una olla con comida preparada con diferentes elementos para explicar esa palabra.
–¿Como un mezclado?
–¡Un mezclado! ¡De eso se trata!
–¡Café con leche!
–¡Es verdad! ¡Café con leche! Pero tu apellido es Millacura, piedra de oro.
–Tengo de todo un poco.
–¡Sos una mezclada! Una champurria de la ciudad. Aunque habría que pensar si la identidad de una persona está constituida sólo por dos identidades. Yo creo que es más complejo que eso y que el ser mapuche se define también por un sentimiento, un deseo, un pensamiento, una forma de contemplar el mundo y una forma de comportarse frente y en conjunto a ese mundo circundante. ¿Cuánto de ternura hay en nuestra vida cotidiana y en aquella vida que se propone contemplar desde el lugar filosófico de la ternura? ¿La ternura como proposición filosófica es una posición de resistencia frente a un mundo que pretende acaparar todo en pocas manos? ¡Se trata todo esto en definitiva, de una visión de mundo!
–¿Estás seguro?
–No, pero es lo que he aprendido, es lo que me ha enseñado gente sabia del pueblo mapuche. Como dice Elicura Chihuailaf: “Nadie elige nacer en un lugar / en un color determinado / en una historia, un idioma / una visión de mundo”.
–¡No entiendo!
–Las palabras de una lengua son el reflejo, el espejo de una cultura. El mapudungun es complejo. Las palabras están constituidas por varias raíces.
–¿Y eso qué quiere decir?
–Que las cosas dentro del pueblo mapuche son complejas y que no están constituidas por una sola cosa, estática y uniforme. Y que, fundamentalmente, hay muchas cosas de esa complejidad que constituyen nuestra identidad que no las decidimos nosotros, ni nosotras.
–¿Y el pensamiento dónde entra?
–También en esa complejidad, definiendo el ser, pero se trata de un pensamiento que no se desliga del sentimiento, que no se mueve ni evoluciona sin contemplar el movimiento del río y de los elementos naturales aparentemente imperceptibles. La cultura occidental que nos crió nos enseñó a mantenernos imperturbables, a no mostrar nuestros sentimientos ante el mundo. Nos enseño que mostrar “debilidad”, una lágrima, un gesto de contemplación era malo.
–¿Y el deseo?
–El deseo es tu voluntad, lo que vos sentís. La decisión que tomas frente a eso que está frente tuyo, que te acompaña. ¿Vos te sentís mapuche o no?
–La verdad que más o menos, tan mapuche no me siento. Estoy aprendiendo, y a medida que aprendo entiendo más.
–¡Feley!
–¿Qué es feley?
–Así es, así será.
–¡Feley!
–¡Feley!
–¿Y si yo aprendiera a hablar mapudungun sería más mapuche?
–No.
–¡Ja, Ja, Ja! No entiendo nada entonces.
–“Ser mapuche es una responsabilidad”, como dice Coñoman.
–¿Quién?
–Coñoman, un joven rapero Mapuche. ¡Te va a gustar! ¡Buscalo en Spotify!
–Esperá que lo anote.
–Te reíste al final, o te olvidaste de la tristeza que es un poco lo mismo.
–Si. Estaba triste.
–Es verdad. ¡La tristeza también es parte del proceso!
–¿Qué proceso?
–El que estás haciendo vos: reconstruir tu identidad.
–A veces hablás como un sabio o te haces el que se las sabe todas. Una de tres. ¿Cómo se escribe Coñoman?
–Así como suena: Co –ño –man.
–¡Ves!
–¡Ja, ja, ja! Pero si soy yo el que te está presentando al músico, como no voy a saber cómo se escribe.
–Pero no me refiero al músico solamente.
–Sí, entiendo a qué te referís.
–Obvio, como no vas a entender, si vos sabes todo.
–¡Ja, ja, ja! Yo estoy en el mismo proceso, sólo que estoy unos pasos más adelantado que vos. En algún momento me hice las mismas preguntas que vos te estas haciendo ahora.
–¿A qué te referís con estar en el mismo proceso? ¿Vos también estás reconstruyendo tu identidad?
–Claro.
–Pero no tenes pinta de mapuche.
–¡Ja, ja, ja! Ya estás como los o las que te hicieron llorar. ¿Y de qué tengo pinta?
–Sí, tenés razón. ¡Me zarpé! Pero yo sigo creyendo que si sos café con leche no sos mapuche.
–Sí, lo sé. Hay algo de eso. Se que existe esa idea inculcada, como también existe una idea aceptada de que si vivís en la ciudad no sos mapuche, como si la ciudad no fuera también territorio originario. ¿Alguien podría afirmar que la ciudad que pisamos no es territorio ancestral? Es en todo caso  un territorio usurpado, pero un territorio sagrado al fin. Habrá que pensar a futuro porque existe ese preconcepto o prejuicio, si es que se lo puede llamar así.
–Yo ya no tengo ganas de pensar más. ¡Ya está por hoy! Aprendí dos palabras nuevas, voy a escuchar a un músico nuevo que según vos es un buen músico, y ya no estoy tan triste, que es lo más importante.
–¡Demasiado!
–¿Cómo era la primer palabra?
–¿Cuál? ¡Champurria!
–¡Esa! ¡Mamá, ya lo entendí todo! ¡Soy Champurria!
–¡Ja, ja, ja! Después de éste gran descubrimiento creo que amerita una birra bien fresca.
–¿Los mapuche toman cerveza?
–Es un capítulo triste el del alcohol dentro de la historia del pueblo mapuche.
–Yo sabía que ibas a salir con algo raro.
–¡Ja, ja, ja!
–Me vas a decir que el rapero no toma birra…
–Coñoman habla del alcohol en uno de sus temas.
–Sos muy, pero muy pedante en determinados momentos.
–¡Ja, ja, ja! ¿Por qué?
–Ya te dije por qué: te las sabes todas. Te parecés a ese doctor de la serie.
–¡Ja, ja, ja! ¿Cuál doctor de la serie?
–Ese que anda con un bastón, pero que es joven.
–¡Ja, ja, ja! ¿El Dr. House? ¡Sos más mala que la peste al final! Debe ser el gen argentino que me hace creer que me la se todas.
–¡Ja, ja, ja! Puede ser. ¿Bueno brindamos o no?
–¡Llagpan!
–¿Llagpan?
–Llagpan, es la palabra que se dice cuando se brinda.
–¡Llagpan!
–¡Feley!
–¿Y por qué brindamos?
–No sé, decime vos, si no me vas a acusar nuevamente que ostento sabermelas todas.
–Te parece por dejar atrás la tristeza…
–Yo agregaria que la tristeza no impida preguntarnos por qué sucede todo aquello que nos incomoda.
–Brindemos, entonces, por ocupar el lugar de la incomodidad.
–Por ocupar el lugar de lo incómodo.
–¡Llagpan!
–Llagpan!


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