Newenken, territorio mapuche

“Cabecita negra”, “obreros rurales”, “la clase trabajadora”,  “el campesinado”, “el sector oprimido”. “La periferia”, “los sectores postergados”, “la Argentina pobre”. Cada una de estas definiciones apunta o intentar señalar, desde hace décadas, la identidad (colectiva) que identifica a una parte de la sociedad “nacional” invisibilizada; identidad que está íntimamente relacionada con la condición de clasepero que, dentro del mismo ejercicio de visibilización, militantes sociales, medios alternativos, comunicadores, docentes e intelectuales terminan(mos) invisibilizando otras identidades presentes que conforman un aparente y contradictorio conglomerado homogéneo y monocultural de personas. ¡

Somos diferentes, pero exclusivamente occidentales! Incluso, dada la formación occidental predominante, nos definimos como: peronistas o radicales. De izquierda: guevaristas, troskos, marxistas, comunistas. Ambientalistas, “progres”, kirchneristas, cristinistas. Pero nunca en el registro de esta(s) identidad(es) hay espacio para las identidad territorial y la identidad ancestral que nos atraviesa. “Nos solidarizamos con el pueblo mapuche”, decimos, como si esos que padecen fueran diferentes a nosotros que comunicamos. ¡Nosotros, ante todo, argentinos! Los sin abuela puede ser entendido como una caracterización bastante acabada y certera para definir a generaciones (enteras) que han visto pasar su vida sin problematizar su identidad territorial (tügül) y su identidad ancestral (küpan). Pero lejos de ser una acusación formal, este monólogo intenta ser un ejercicio de observación que (nos) permita formular interrogantes necesarios y oportunos sobre la identidad política y cultural que hemos construido como sociedad: ¿por qué el Estado Nacional está tan preocupado en defender una filosofía de conocimiento en donde no sea necesario visibilizar la identidad de nuestros abuelos y abuelas; una filosofía educativa en donde sólo sea importante hablar español y conocer el nombre de los militares nacionales que “tapan” con sus propios nombres la identidad territorial de nuestras familias? ¿Por qué toda la filosofía académica de la Argentina está tan preocupada en que logremos entender el pensamiento europeo, cuando en el país existen casi cuarenta pueblos originarios diferentes? ¿Cómo influye, en la actualidad, dentro de la embestida nacional actual contra los pueblos originarios, que generaciones completas no puedan problematizar la historia de sus familias y el lugar en que éstas nacieron? Al cumplirse 60 días de producirse, dentro de territorio mapuche, la desaparición forzada de Santiago Maldonado, invito y convoco a leer este diálogo interno que más que un monólogo personal, intenta ser un diálogo intercultural entre las identidad(es) urbana(s) occidental(es) y las identidad(es) originaria(s) que nos atraviesa como sociedad.

Los sin abuela. Identidad(es) urbana(s).

Un diálogo interno, aunque social, pensado desde la ciudad

–A mi abuelo creo que alguna vez lo escuche hablar raro. Creo que hablaba mapuche.

–¿Hablar raro? ¿Tu abuelo? ¿Vos no?

–¡No! Yo no. Nunca. Yo vivo en la ciudad, escucho cumbia, uso boina y me tiño el pelo de verde.

–Claro. ¿Para ser mapuche hay que vivir en el campo? ¿Una vez que te venís a la ciudad la vida urbana elimina la historia de tu familia? ¿Vos sos un sin abuela?

–Yo tengo abuela y abuelo.

–Pero te acordas poco.

–Mentira. Aparte yo también nací allá.

–¿Allá dónde?

–¡Y donde dicen que es la tierra de los mapuche!

–La ciudad también es tierra ancestral. Antes acá había campo; por acá, por el centro de la ciudad, pasaba un arroyo. Pero el cemento no puede tapar las identidades, ni borrar las historias familiares. Sólo hay que buscar y buscarse.

–Bueno, pero acá en la ciudad no hay mapuche.

–¿Por qué decis eso? ¿En qué lo notas?

–En todo. Acá la gente anda bien vestida. No anda disfrazada, ni se viste con muchos colores; acá la gente no habla raro, ni se pone cosas extrañas en la cabeza.

–Vos decis que si, por ejemplo, un maestro se coloca un guardapolvo blanco y un obrero de la construcción se viste con un mameluco azul dejan de ser mapuche.

–Sí. No se si es tan así. Pero son diferentes. Son otra cosa.

–¿Otra cosa?

–No es tan mapuche, es más urbano.

–¿Tienen qué ser una cosa o la otra? ¿No pueden ser las dos?

–Y yo creo que no, porque o sos mapuche o vivis en la ciudad y escuchas punk.

–Pero hay mucha gente en la ciudad que escucha punk y que es mapuche también.

–Yo no conozco a nadie que escuche a los “Ramones” y que hable mapuche. Es raro.

–Quizás porque no hablaste muchas veces de estos temas en la ciudad. Generalmente no se habla de estos temas en muchos lugares. Es bastante anónima la cosa. Underground. ¿Recordas haber hablado de estos temas con alguien más?

–En la escuela, pero lo único que me enseñaron es que los mapuche eran cazadores-recolectores. A mi mamá cuando le toco el tema le da vergüenza y cambia de conversación. Mi abuelo se queda callado y se va, como que le da tristeza y prefiere no hablar de eso. Mis amigos piensan que los “indios” están todos muertos. Bueno los indios no, perdón, los mapuche quise decir.

–¿Cómo es tu apellido?

–Millacura.

–¿Sabes qué quiere decir?

–No.

–Milla quiere decir oro, y cura quiere decir piedra.

–¡Piedra de oro!

–Si, algo así. Puede ser más complejo que eso. Las palabras en mapudungun son más complejas que las palabras en español. Pueden significar muchas cosas o inclusive pueden significar una idea, un concepto. En el caso de los apellidos, están relacionados con el territorio, con el lugar en que nació el que lo porta. Los nombres están más asociados a tus características individuales como che. Sabías que, por ejemplo, cuando nacían los pichikeche

–¿Los qué? ¿Pichi qué?

Pichikeche.

–¿Qué quiere decir eso?

–Gente pequeña.

–¿Che qué quiere decir?

–Gente.

–¿Qué pasaba con la gente pequeña cuando nacía?

–Sus padres esperaban para colocarle un nombre. La comunidad esperaba a que la niña o el niño creciera y que mostrara sus características como che, y a partir de ahí se definía su nombre y el rol que cumpliría dentro de la comunidad.

–¿Los padres miraban que les gustaba hacer a sus hijos y después les ponían un nombre?

–Toda la comunidad los observaba para conocer sus virtudes. Eran los mayores los que reconocían el püllü del pichikeche; eran las machi las que lograban ver su espíritu.

–¿Qué quiere decir püllü?

–Espíritu.

–¡Como el de Cristo!

–No en ese sentido. El püllü de cada che se puede ver en cada uno de sus actos;  a Cristo y a su espíritu es difícil verlos.

–Entonces mi abuelo cuando era chico era como una piedra de oro. ¡Raro!

–Quizás el apellido está más asociado al lugar donde nació. Tügül, en mapuzungun. Quizás donde nació tu abuelo antes había oro. Cutral – Co, por ejemplo, quiere decir agua de fuego. Incluso en algunos diccionarios mapuche ya aparece traducido como petróleo. Claramente ahí el nombre está relacionado con el territorio, con la identidad y el espíritu del lugar.

–¿El territorio tiene identidad?

–Claro. En la cosmovisión mapuche el lugar donde nacieron tus abuelos tiene una identidad, un significado que es parte también de tu identidad como che. La identidad territorial se llama tügül.

–¿Tügül?. ¿Cómo se escribe?

–Como suena pero con acento en las dos U.

–¿Y por qué usaste dos palabras diferentes recién?

–¿Cuándo?

–Dijiste mapudungun primero y después lo pronunciaste diferente…

–Ah, si: mapuzungun. Porque en la cultura mapuche existen tres grafemarios diferentes; es decir, tres formas de escribir las palabras.

–¡Al final es super dificil todo! Cada cosa tiene un significado.

–Y es una cultura de miles de años, una cosmovisión diferente.

–¡Me acordé! ¡Mi abuelo siempre me dice malen!

–¡Viste que sabes algunas palabras! Malen quiere decir mujer joven.

–Bueno, pero lo decía mi abuelo, no yo. Y a veces, casi nunca. Como que cuando lo dice, después se arrepiente.

–Claro, vos no. Si no lo pronuncias no sos. Igual un poco de sentido tiene.

–¿Por qué?

–Hablar mapudungun es una forma de recuperar la identidad, pero fundamentalmente es una forma de entender la cultura. Por cada palabra que pronuncias, comprendes un concepto que te permite acercarte a la cultura, y con ello a tu identidad ancestral.

–¿Si hablo soy?

–Un poco sí, pero con hablar bien mapudungun no alcanza. Existen otras prácticas, otros procesos.

–¿Pero me voy a tener que disfrazar y todo?

–Vos vivis en la ciudad, y por ahora deberías tratar de entender algunas cosas y luego cuando lo sientas vas a poder usar tu küpam. Pero para ello debe existir un verdadero diálogo entre el deseo y el conocimiento. El conocimiento va a construir el deseo de pertenencia.

–¿El küpam es el vestido?

–Si.

–Y las cosas que se colocan en el cuello, ¿tienen un nombre en especial?

–¡Al final te terminó interesando el tema! Una vez que comenzás a conocer(te) va a cambiar tu forma de ver las cosas. De hecho tu conocimiento y tu forma de contemplar las cosas ya no va a ser igual nunca más. Estás aprendiendo otra cosmovisión, otra forma de ver el mundo.

–¡Y ni siquiera tuve que viajar a China, ni aprender tai-chi!

–Ja, ja, ja, ja. Es verdad. En algún momento vamos a charlar sobre el choike purrun. Pero ahora me tengo que ir a ver un lonko. Necesito que me cuente sobre unas historias sobre el el nombre Neuquén. ¿La seguimos la próxima?

–¡Dale! ¡De una! No sé como agradecerte.

–Este lonko que voy a ir a ver, una vez me dijo que luego de compartir un diálogo ameno con otra persona  se dice mañum may.

–¿Mañum may? ¿Logko quiere decir jefe?

Logko quiere decir cabeza, en referencia al lugar que le corresponde dentro de una comunidad. Me tengo que ir piedra de oro.

–Ja, ja, ja, ja. Bueno, y qué se dice para despedirse.

–Podes decir pewkallal o pewayu. Peukallal quiere decir chau y pewayu quiere decir nos volvemos a ver.

–Bueno, elijo pewayu.

Pewayu piedra de oro.