Todo por la salud!

La pandemia de coronavirus irrumpe en un momento de gran desequilibrio mundial en la biosfera produciendo una sensación generalizada de caos mundial.

La comunicación globalizada nos muestra las calles desiertas y los centros emblemáticos de las grandes metrópolis vacíos. Si hace pocas semanas era noticia dudosa la excavación de fosas comunes en Irán, ahora lo vemos en portada en los grandes medios cerca de la Gran Manzana de Nueva York.

Todo lo aparentemente estable parece venirse abajo por un instante. Las imágenes de distopía se suceden día tras día; desde los frágiles ataúdes de cartón en Ecuador, hasta favelas en Brasil confinadas por mandato de los “narcos”, frente al vacío gubernamental.

Seguidamente, nuevas medidas de protección mundial de la salud han sido implementadas de inmediato.

Hoy, por primera vez en la historia humana, la tecnología hace posible vigilar a todo el mundo todo el tiempo. Escudriñando los teléfonos de los ciudadanos, haciendo uso de cientos de millones de cámaras con reconocimiento facial y obligando a las personas a controlar su temperatura.

Los algoritmos cibernéticos almacenan y analizan los datos resultantes. De ese modo sabrán que estamos enfermos antes incluso de que lo sepamos nosotros mismos, y también sabrán dónde hemos estado y con quién nos hemos reunido.

Sería posible reducir de modo drástico las cadenas de infección e incluso frenarlas por completo. Presumiblemente semejante sistema sería capaz de detener en seco una epidemia en un plazo de días.[1]

No obstante, esta preocupación por la salud no va dirigida a los 2.000 millones de personas que no tienen acceso al agua potable, o a los 100 millones de personas afectados por el hambre, de las cuales decenas de miles seguirán muriendo diariamente. [2]

La evolución

Las palabras de Silo en tiempos de la caída de la URSS son muy válidas para el presente:

Estos acontecimientos que han comenzado a ocurrir más aceleradamente en un punto que en otro no tardarán en cubrir a todo el planeta, y en aquellos lugares donde hasta hoy se sostenía un triunfalismo injustificado veremos aparecer fenómenos que el lenguaje cotidiano calificará de “increíbles”. Estamos avanzando hacia una civilización planetaria que se dará una nueva organización y una nueva escala de valores y es inevitable que lo haga partiendo del tema más importante de nuestro tiempo: saber si queremos vivir y en qué condiciones queremos hacerlo.[3]

Akop Nazaretián, en su conferencia en Cuba en 2018 describió lo que se venía investigando en diversos centros de pronosticación de varios países. De la siguiente cita llama la atención que al menos dos de las posibilidades se estén dando ya hoy, sin ir más lejos.

La realidad objetiva es que matemáticamente llegamos a una “singularidad”. Pero ¿qué está detrás de eso?… Eso es lo que se estudia.  Así, llegamos a una bifurcación. Los últimos mil millones de años de evolución han de resolverse en los próximos decenios.

El padre de la nanotecnología Eric Drexler avisó que pronto se podrán hacer “nanobacterias” atacantes. Las bombas atómicas son armas viejas que ya no sirven para mantener el equilibrio, las nuevas son armas más modernas, más baratas y tal vez más accesibles. Entonces uno de los escenarios es la posibilidad de eliminar toda la población de una determinada etnia.

Otro atractor, el horizontal, indica que la humanidad al haber alcanzado bastante estabilidad, pierde interés por la vida exterior y escapa hacia la “vida virtual” (en el mundo virtual se realiza toda la actividad vital).

La otra posibilidad es que el ciclo planetario de la evolución se transforme en un gran ciclo cósmico acompañado de profundas transformaciones del ser humano…[4]

El Humanismo Universalista surge en la segunda mitad del siglo XX. Desde entonces nos hemos preguntado sobre el punto de inflexión tratando de ir más allá de un hecho puntual que sobrepase los umbrales cotidianos de percepción.

Relacionando la visión del NHU y la Megahistoira podemos tratar de ver no solamente acontecimientos, sino cierta forma evolutiva actuante. No obstante, el ser humano es un ser con libre albedrío sobre las condiciones dadas, capaz de transformar a su propia naturaleza. Por lo tanto, no se tratará de una forma simplemente mecánica.

A partir de aquí podemos esbozar –como aspiración intencional– una idea básica de momento humanista.

La actitud humanista es una forma histórica de la conciencia social que se va desarrollando en distintas culturas y que se manifiesta con claridad en un determinado momento humanista.[5]

Tomando como ejemplo de momento humanista el periodo denominado por Karl Jaspers tiempo-eje o era axial… Ese momento de ruptura histórica respecto a la antigüedad ocurrió a mediados del primer milenio antes de nuestra era, cuando surgieron procesos de sorprendente sincronía que abarcaron hasta el 90% de la población del planeta. En lugares remotos del planeta, alejados por miles de kilómetros, se produjo un cambio de mentalidad, un nuevo paradigma.

Otro ejemplo de momento humanista es el Renacimiento. Así vamos observando cómo se suceden etapas oscuras con etapas luminosas.

Pero también observamos en el proceso histórico la decadencia de épocas cuyo signo fue sustancialmente evolutivo en su momento de aparición. ¿Por qué surge la decadencia? Esta decadencia viene dada por el mismo salto de nivel, a partir del desarrollo del conocimiento y el avance de la ciencia.

Nos encontramos con cierta dinámica, en la que equilibrio y desequilibrio, progresan hacia su opuesto (en otro nivel en el futuro); Es decir, el sistema se ha transformado en su recorrido y la finitud de sus circunstancias le otorga la forma al ciclo espiral.

Las leyes universales expresadas por Silo en Corfú en 1975 dan contenido a esta forma:

Ley de Estructura. «Nada existe aislado, sino en relación dinámica con otros seres dentro de ámbi­tos condicionantes».

Ley de ciclo. «Todo en el Universo está en evolución y va desde lo más simple a lo más complejo y organizado, según tiempos y ritmos cíclicos».

Ley de concomitancia. «Todo proceso está determinado por relaciones de simultaneidad con procesos del mismo ámbito y no por causas lineales del movimiento anterior del que procede».

Ley de la superación de lo viejo por lo nuevo. «La continua evolución del Universo muestra el rit­mo de diferencias, combinaciones y síntesis cada vez de mayor complejidad. Nuevas síntesis asumen las diferen­cias anteriores y eliminan materia y energía cualitativamente no aceptables para pasos más complejos».

Síntesis

Llegamos al punto en que por primera vez en la historia el Universo se nos presenta en una magnitud inconcebible y nos deja desconcertados respecto a nuestro lugar en el espacio-tiempo cósmico.

En la búsqueda de un orden, de un equilibrio, las explicaciones del pasado pueden ser vistas con cierta nostalgia. ¡Qué tiempos aquellos en los que la Tierra o el Sol ocuparon el centro del Universo y, alrededor los planetas con sus órbitas musicales dando ritmo a todo lo existente! Entonces, en cada gesta, en toda ley, en la vida diaria, estaba el Todo expectante del quehacer humano.

Esta orfandad ha de ser la antesala de un nuevo salto evolutivo en la conciencia de la especie humana.

Ya sea como causa o consecuencia de este desconcierto, aparece la amenaza de la extinción, enunciada por el principio de la flecha termodinámica del tiempo.

Todos los procesos físicos son acompañados por el crecimiento de la entropía. En las observaciones cósmicas, yendo retrospectivamente hacia el pasado se encuentra cada vez mayor organización en el mundo, llegando al origen cuando la materia y la energía cuentan con la máxima organización posible.[6]

Frente a ello, la Megahistoria observó el surgimiento de algo de signo opuesto que surgió en los momentos críticos de la evolución, que llamaron flecha cosmológica del tiempo.

Los místicos de todos los tiempos se han aventurado en la profundidad de la conciencia. Se han descrito estados de no-representación, de no-espacio, ni tiempo; únicamente aquello que impulsa. El propósito de la conciencia es su flecha evolutiva cuyo recorrido no ha sido trazado por ninguna divinidad ni ente superior.

La esperanza genera movimiento. Se vislumbra en el futuro una etapa de síntesis de la humanidad. Se trataría de una nueva situación que todavía no alcanzamos a comprender, porque no es simple sumatoria de atributos anteriores, sino una situación cualitativamente diferente, una trasmutación. La síntesis representaría un salto de nivel para la conciencia misma.

La necesidad de un mundo mejor está instalada en el espíritu de la gente en este momento histórico. Eso va produciendo y vibrando ya. Aunque sea difuso y no definido, está en marcha y es un propósito que le va dando dirección. A veces toma carácter de una gran urgencia. Después los historiadores explican cómo fueron las cosas, pero antes de que sucedan, esa forma de trabajo es la que usamos con gran conciencia de esa forma. “La necesidad y el deseo (elevado)” son los motores que impulsan esa búsqueda en lo sagrado; el deseo importante de producir un logro es lo que produce ese logro. Mientras más necesidad hay más carga afectiva se mueve.[7]

Desde esta perspectiva, aparece la evidencia de que hay un progreso sumamente complejo en el proceso evolutivo. Este se da en dirección ascendente, contrariamente con la percepción de escalas temporales menores, donde las cosas muchas veces parecen empeorar y degradarse cada vez más. Desde ahí es que podemos concebir un futuro sostenible de equilibrio evolutivo.

La realización de una sociedad humana planetaria depende netamente de la generación actual de individuos. El solo hecho de pensarlo nos aproxima a su realización. Si lo alcanzamos, desde el futuro, lo veremos representado como un hito de características cosmológicas en la gráfica evolutiva. Será una evidencia más de que los procesos en el Universo tienen un propósito creativo.

En lo concreto, la hoja de ruta puede ser enunciada con cierta facilidad, en contraste con la dificultad de comprensión de los poderosos del mundo que se encuentran instalados en la nada.

El equilibrio necesario surgirá de la solidaridad entre los pueblos, sustentada por la reconciliación. No consistirá en pasar página sin más, sino en la reparación de los daños causados a otras naciones, territorios invadidos o culturas asfixiadas.

Para la resolución de conflictos la lógica a seguir deberá ser: dar es mejor que recibir. Este punto es clave en el nuevo paradigma.

En nuestro mundo arcaico se considera que una nación crece cuando aumenta su renta per cápita y otros parámetros de carácter centrípeto. Pero las naciones no pueden ser entendidas como entes aislados en un mundo tecnológicamente desarrollado que necesita racionalizar la coexistencia con su entorno. Así llegamos al punto en que la misma idea de crecimiento debe ser replanteada.

El crecimiento de una nación deberá ser medido en otros términos: en la valoración de sus programas de apoyo a otras naciones según ayuden a alcanzar el mismo nivel de salud, educación y calidad de vida de su población, sin que ello suponga una devastación del entorno natural.

No podemos suponer una transición homogénea hacia una etapa de cooperación. En el primitivo mundo algunos estados serán pioneros en sus programas de ayuda mutua, extendiendo una nueva forma de relación hacia otras áreas geográficas, estableciendo unidades territoriales hacia una Nación Humana Universal.

[1] Yuval Harari: El mundo después del coronavirus

[2] Datos de la ONU

[3] La crisis de la civilización y el humanismo” Academia de Ciencias. Moscú, Rusia. 18 de junio de 1992

[4] Los escenarios globales del siglo XXI a la luz de mega-historia

[5] Diccionario del Nuevo Humanismo

[6] Frase de Arthur Eddington

[7] Comentarios de Silo a cerca del “propósito”.