I. Kiñe | Uno
El rol de la puñelchefe y el derecho a nacer acompañada y con dignidad

El mensaje es muy claro por parte del Estado Nacional argentino en contra del Pueblo Nación Mapuche. No sólo quiere controlar y reducir, sino que además quiere dañar, lastimar, dejar en un lugar indigno a cualquier persona que intente exigir derechos como integrante de un pueblo preexistente al propio Estado. Los que ya están se deben “dejar de joder” para que a futuro no puedan pronunciarse otras personas que deseen y necesiten reconocerse, visibilizar las historias silenciadas de sus antepasados indocumentados: abuelas y abuelos sin un árbol genealógico que habitan en todas las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, La Pampa y Buenos Aires.

“En este momento la trajeron a Romina Rosa de urgencia y no me están dejando entrar como su acompañante, como su puñelchefe: la estoy acompañando en todo su proceso de gestación. Nos están vulnerando como mujeres. No nos están dando nuestro derecho a parir. ¡Es injusto lo que están haciendo! ¡Es inhumano lo que están haciendo! Nosotros como mapuche tenemos nuestra propia cosmovisión, nuestra propia forma de parir. Nos están vulnerando”.

Lo advirtió, en medio de la madrugada, desde un hospital de Bariloche, la puñelchefe de Romina Rosa, quien fue internada a la fuerza y se mantiene en calidad de detenida, con riesgo inminente de nacer su bebe sin el acompañamiento de una partera mapuche.

En cualquiera de los casos el trato para Romina Rosa habría sido el del ultraje, el maltrato, la vejación más inhumana. Si Romina Rosa no hubiera estado embarazada hubiera viajado a Buenos Aires en calidad de detenida junto a Andrea Despo Cañuqueo, Luciana Jaramillo, Florencia Melo y Debora Vera.

Estas cuatro hermanas mapuche se encuentran en este momento alojadas en Capital Federal dentro del destacamento de la Policía Montada (Cavia 3302), esperando ser trasladada al penal de Ezeiza.

Las cuatro están acusadas de «Incendio y atentado contra la autoridad». ¿Atentado contra la autoridad? Cuatro mujeres con niños, bebés en brazos y embarazadas acusadas de atentar contra cuatro fuerzas diferentes armadas y protegidas con una inversión millonaria desde el Ministerio de Seguridad Nacional.

Cinismo.

II. Epu | Dos
El Estado Nacional Argentino no sólo desea aleccionar, también quiere dañar de forma perpetua

El Estado Argentino no sólo vulnera, sino que daña de forma estratégica, para que el otro no se pueda parar. ¿Qué necesidad de trasladar a cuatro mujeres a 1400 km de distancia, lejos de sus hijos e hijas menores de edad? Para hacer daño. El Estado Nacional lo único que aprende es cómo hacer daño, dónde pegar para reducir, a quién dañar, a quién patear en el piso.

El Estado argentino sabe que tiene que dañar a una autoridad filosófica y espiritual como una machi, sabe que tiene que intentar destruir los lugares ceremoniales para que las personas no se puedan fortalecer, para que no puedan reproducir el kimvn (conocimiento) y el rakizuam (pensamiento) mapuche. El Estado argentino sabe que tiene que dañar la imagen del ser mapuche, para que otras personas no se puedan reconocer, sientan miedo de reconocerse mapuche, sientan vergüenza de hacerlo públicamente.

¿Cómo una persona va a querer reconocerse mapuche, ante un escenario social donde se muestra a través de cámaras HD como se arrea, desaloja, expulsa, arresta y encierra a personas, por el sólo hecho de reconocerse parte de un pueblo ancestral? ¿Qué joven, adolescente o niño va a querer pronunciarse mapuche, en este contexto de violencia?

El Estado argentino no busca el diálogo, sólo quiere controlar o dañar, para que el mundo mapuche no se pueda reproducir, desplegar, expandir, reconocer, formar, reconstruir, unirse, entenderse, apoyarse.

El Estado Argentino tiene y tendrá que dar explicaciones y ser juzgado porque no respeta los pactos internacionales, el Convenio 169 de la OIT, el derecho a parir, a criar infancias con dignidad, sin vulnerar, mucho menos precintar y dejarlas en una situación de tensión, presión y riesgo latente de muerte.

El Estado no quiere escuchar al Pueblo Mapuche, no quiere oír la tristeza de sus pichikeche (infancias), ni comprender como cura y ayudan a nacer las mujeres mapuche. El Estado Nacional Argentino no quiere saber de la ternura, la visión de mundo y la sabiduría que porta el mundo mapuche. Lo único que quiere el Estado Nacional argentino son las tierras en las que hace miles de años habita el Pueblo Nación Mapuche.

III. Kvla | Tres
El Estado Nacional argentino no es lifche

¡En el Estado Argentino no se puede confiar nunca!

En el Censo 2022 desarrollado en la Argentina se consultó a las familias de todo el país si se reconocen pertenecientes a un pueblo preexistente. Las actuales curriculas escolares en la provincia de Neuquén están pensadas y abordadas desde una perspectiva intercultural con palabras en mapudungun. Pero todo ello tiene, en este contexto, un tufillo rancio de cinismo y pose folklórica, que expresa una doble intención. Estar bien con, para… o hacer como que, pero lo que en realidad quiero es…

¡El Estado Nacional argentino no es transparente! ¡No es lifche!

Pero a pesar de sus mentiras y engaños el pueblo mapuche cada cien años vuelve. Va a seguir volviendo, aunque maten a un peñi (diez más se levantarán), aunque le impidan tener un parto respetado a una lanmgen, aunque intenten destruir los lugares ceremoniales y espirituales. Aunque persigan a sus infancias por las montañas y los cerros. Aunque intenten cercar los ríos y los lagos. Volverán a pronunciarse las voces para denunciar estos ultrajes, vejaciones y delitos de Lesa Humanidad.

Hace 14 mil años que, como un pehuen, el mundo mapuche persiste en este territorio.

¡El Estado Nacional argentino no se la puede llevar de arriba!

Tiene que responsabilizarse por cada acto de silencio, por cada vez que no quiere escuchar lo que significa una machi, un rewe, una puñelchefe, un ngvlam. Ni siquiera eso acepta el Estado argentino. Ni siquiera un consejo. El Estado Argentino dispara, vulnera, ultraja. Y no escucha. No quiere escuchar, no quiere entender. Sólo quiere las tierras, las regalías de las tierras, los beneficios económicos de la tierra. Por eso tanta inversión de fuerzas, tanto despliegue, tanta violencia desmedida e innecesaria.

IV. Meli / cuatro
Mirar para atrás

Hay que mirar para atrás y no delegar esa función al Estado, porque el Estado es el promotor del daño y no es lifche, esconde un doble pensamiento, una doble intención, que es evidente, que ha quedado evidenciada, en público, ante las cámaras. Incluso ante la militancia ferviente que todo niega y nada quiere reconocer.

Si los compañeros y compañeras de los distintos partidos políticos (fundamentalmente los de izquierda) de la Argentina que habitan las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Buenos Aires, La Pampa, Mendoza no se preguntan quiénes son sus abuelas y abuelos, si no se preguntan por qué no pueden reconstruir una parte de sus árboles genealógicos, si no se preguntan por qué tiene apellidos españoles y no tienen familiares en Europa, si no problematizan que tienen piel oscura y que ese es un rasgo étnico, todo el daño a la comunidad Colhuan Nahuel y Huala ha sido en vano. Si los militantes de Derecho Humanos, los activistas en contra del extractivismo y los docentes de las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Buenos Aires, Mendoza y La Pampa siguen creyendo que aprender mapudungun no es eje, que la lengua es secundario y anecdótico y que no tiene ningún tipo de validez para entender estas “problemáticas” territoriales (y que alcanza con leer a autores posmodernos que escriben en otra lengua) la consigna “nos solidarizamos con el Pueblo Mapuche” pierde fuerza, legitimidad, conciencia, transcendencia, permanencia en el tiempo.

Siempre muchas personas que quieren entender, comprender, ser más conscientes se preguntan: “¿cómo podemos ayudar?” “¿qué podemos hacer?” Mírense a sí mismos, sus propias historias familiares. Mírense al espejo, hagan pentukun en las aulas y los espacios de formación, hablen de su pasado, cuenten la historia de sus abuelos y abuelas en conjunto, en grupo, en colectivos. Reconstruyan las historias familiares, sus nombres, apellidos, las palabras de los territorios, las prácticas más cotidianas de sus antepasados (curar con plantas medicinales, cocinar determinados alimentos). A eso le tiene miedo el Estado Nacional argentino, a que las personas que ven todo este despilfarro público e institucional comiencen a preguntarse quiénes son verdaderamente.

Imaginate que si en vez de aceptar las migajas del Plan ProCrear para construir una habitación en el culo del mundo, descubrieras que tenés un derecho preexistente a habitar un territorio determinado, intransferible; un derecho que no puede ser cancelado nunca, habilitando a vivir libremente –con autonomía– a tu familia y futuras generaciones. Entendiendo tu lugar en el mundo, en función de las características y las virtudes territoriales que tu identidad y presencia porta, que no elegiste, pero que están ahí y seguirán estando, incluso aunque te niegues a escuchar, a entender.

¿No es acaso ese el mayor proceso emancipatorio que una persona puede atravesar?

¡Mira para atrás! Mira para tu pasado familiar, ahí están las respuestas. «¡No tengas vergüenza!», aconseja la gente mayor.