Por Boaventura de Sousa Santos
Traducción de Pressenza

Los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en Bolivia siguieron un guión imperial que los latinoamericanos empiezan a conocer bien: preparar el cambio de régimen de un gobierno considerado hostil a los intereses de Estados Unidos (o mejor dicho, de las multinacionales norteamericanas). Lo hacen orquestando un doble plan: anular una victoria electoral «enemiga» y consolidar rápidamente el nuevo régimen que toma medidas impropias de un gobierno de transición. Ciertamente, lo ocurrido nos sorprende, pero también la forma inmediata en que fue comentado, en su mayoría desfavorablemente al gobierno de Evo Morales, desde cuadrantes ideológicos supuestamente opuestos. Me propongo contribuir a este debate porque veo en los recientes acontecimientos en Bolivia, las semillas de mucho de lo que sucederá en el continente y en el mundo en las próximas décadas.

Éxitos y logros del gobierno de Evo

En el primer gobierno de Evo Morales (2006-2010), el más avanzado en términos de transformaciones sustantivas, se destaca el cumplimiento de la llamada «Agenda de Octubre», con dos medidas esenciales en Bolivia: a) la nacionalización de los hidrocarburos, producida con gran simbolismo el 1 de mayo de 2006 (algunos críticos sostienen que en realidad fue una renegociación de los contratos con las empresas petroleras); y b) la Asamblea Constituyente, que después de un difícil camino condujo a la aprobación en referéndum (enero de 2009) de una nueva Constitución Política del Estado Plurinacional.

Con la nacionalización de los hidrocarburos y de empresas estratégicas como la de telecomunicaciones (Entel), que coincidió con un período de bonanza por el aumento de los precios internacionales de las materias primas, el Estado boliviano salió de su condición de mendigo (o de»Estado con agujeros») y con Evo Morales se avanzó hacia un Estado fuerte con presencia territorial. La inversión pública se convirtió en la principal fuente de un modelo de crecimiento, estabilidad económica y redistribución elogiado por todas los organismos internacionales. A pesar de las dificultades y retrasos, se dieron pasos importantes para avanzar en la deseada industrialización de los hidrocarburos, así como en otros grandes emprendimientos (producción de electricidad, exploración de hierro, explotación de reservas de litio).

La nueva Constitución trajo consigo avances y conquistas fundamentales en el ámbito del nuevo modelo de Estado Plurinacional y con autonomías. Un ajuste fundamental fue el reconocimiento constitucional del sujeto «indígena originario campesino» y su inclusión en la estructura estatal y en el ámbito político-público. La plurinacionalidad del Estado es una conquista en construcción cuyo mayor impulso es obra del Pacto de Unidad, que en su momento unificó a las organizaciones matrices. También se avanzó en el camino a largo plazo de las autonomías en diferentes niveles territoriales, incluyendo el autogobierno indígena.

Ciertamente, no podemos dejar de señalar como una conquista fundamental, la importante reducción de las brechas de desigualdad y en especial de pobreza. Durante el período del gobierno de Evo, según datos oficiales, la pobreza cayó de 59,9 a 34,6 por ciento, mientras que la pobreza extrema cayó de 38,2 a 15,2 por ciento. A eso contribuyeron diversas bonificaciones a sectores vulnerables (Renta Dignidad, para adultos mayores; Bono Juancito Pinto, para niños en edad escolar; Bono Juana Azurduy, para mujeres embarazadas). Diferentes estudios de organismos internacionales como el PNUD destacan también del gobierno de Evo Morales, la inclusión social de la nueva clase media («emergente») como resultado del hecho de que las personas con ingresos medios hayan pasado de 3,3 millones (2005) a siete millones (2018).

En el Gobierno de Morales también son destacables –como resultado del nuevo marco constitucional y normativo–,importantes avances en materia de igualdad de género, igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y, en especial, igual presencia de mujeres electas en los órganos legislativos de todos los niveles (Asamblea Legislativa Plurinacional, asambleas departamentales, consejos municipales). Esto fue posible gracias al impulso permanente de las organizaciones de mujeres.

Oruro, Diciembre 2016. Foto de archivo ABI

Errores y fallos del Gobierno de Evo

Así como hubo éxitos innegables en el curso del gobierno de Evo Morales, también hubo fracasos y errores. En el proceso post constituyente hubo debilidad de parte del Gobierno para implementar algunos grandes principios de la Constitución, en especial en cuanto al ejercicio de los derechos. Hay que mencionar también los errores en la gestión gubernamental, como la ruptura con los pueblos indígenas de la Amazonia por la ya mencionada voluntad de construir una carretera a través del TIPNIS (2011), la apuesta persistente por un modelo de desarrollo basado en megaproyectos y empresas extractivistas, el incumplimiento de la consulta previa y otras políticas en beneficio de la alianza oficial con el sector agroindustrial cruceño.

Quizás el error más grave haya sido la convocatoria y el posterior desconocimiento del resultado vinculante del referéndum de reelección (febrero de 2016), en el que poco más del 51% de la población rechazó la reforma del artículo 168 de la Constitución que impide la posibilidad de la candidatura de Evo Morales para un nuevo mandato. Mientras tanto, el proceso de cambio tuvo dificultades para renovar los liderazgos y se hizo «Evo-dependiente». A pesar del impulso inicial, hubo obstáculos y múltiples requisitos para la conformación de las autonomías indígenas originarias campesinas, en las que el gobierno parecía no creer. También fue un error la subordinación de la justicia indígena a la jurisdicción ordinaria, a pesar del reconocimiento constitucional, en sentido fuerte, del pluralismo jurídico. Y el principio fundamental de Buen Vivir asumido por las naciones y los pueblos indígenas como alternativa al desarrollo, se fue diluyendo en la ya mencionada apuesta del gobierno de Evo por una agenda nacional-popular expresada en la Agenda Patriótica del Bicentenario 2025.

La caída de Evo: el golpe imperial y de las élites locales

Si los errores se impusieran a los éxitos, lo más natural en una democracia sería que Evo Morales perdiera las elecciones. No fue eso lo que pasó. La caída de Evo fue el resultado de un golpe de estado. La derecha y alguna izquierda interna y la derecha internacional, cuestionaron la idea de golpe. Argumentaron que no hubo golpe, sino un «fraude monumental», centrando la mirada en las protestas, esencialmente urbanas y de la clase media tradicional, que estuvo 21 días en huelga cívica contra el resultado de los comicios, que Evo volvió a ganar (como incluso reconoció la misma OEA, Organización de Estados Americanos). Al cuestionar en 2019la candidatura de Evo a la luz del resultado del referéndum constitucional de febrero de 2016, mostraron que no participaron de buena fe en las elecciones. Defraudaron la democracia al prepararse exclusivamente para el escenario de fraude electoral. Así, pretendieron mostrar que la renuncia de Evo se debió exclusivamente a la «movilización pacífica» de la ciudadanía, respetando el voto y rechazando las elecciones «fraudulentas».

No fue así. Los hechos muestran que en Bolivia se activó hace algún tiempo un plan golpista, con varios componentes bien sincronizados entre las élites locales y el imperialismo norteamericano. De hecho, el discurso del «fraude» se consolidó semanas antes de las elecciones. Y se consagró en varios gobiernos regionales que anticiparon el desconocimiento de la votación en caso de que Evo ganara. Este discurso se vio reforzado por errores graves del Tribunal Supremo Electoral. Así, la protesta de los opositores pasó de exigir nuevas elecciones a exigir –con un ultimátum de 48 horas–, la renuncia del presidente. Rápidamente se produjo un motín policial que abdicó de sus funciones como garante de la seguridad y el orden público. También operó de modo torpe, un «informe preliminar» de la auditoría de la OEA, que hablaba de «irregularidades». El golpe imperial y el de las élites políticas constituyó una abrupta interrupción de un mandato constitucional, y alcanzó su punto álgido con la intervención directa de las Fuerzas Armadas, que «sugirieron» la dimisión del presidente. Siguieron acciones violentas contra autoridades y dirigentes del MAS, forzando su renuncia. Aunque tras la dimisión de Evo y su asilo en México no se instaló un gobierno militar, se buscó una fachada democrática con la autoproclamación como presidenta –alegando sucesión constitucional–, de la vicepresidenta segundo del Senado (cuyo partido recibió sólo el 4% de los votos en las elecciones). Con el apoyo de la policía y las fuerzas armadas, asumió un mandato cargado de símbolos religiosos conservadores y revanchismo racista.

En síntesis, la caída de Evo no fue resultado de un acto democrático validado en el «voto de castigo» de la ciudadanía por el afán reeleccionista del presidente: fue orquestada con la ejecución de un plan golpista. Y hoy busca un difícil, precario y poco creíble camino para volver a la «normalidad» democrática en las urnas, mientras continúa la violación de los derechos humanos. Un retorno que pasa por la inhabilitación de Evo Morales y Álvaro García Linera, y por un gobierno de transición que propone anular compromisos internacionales (como la salida del ALBA y UNASUR), privatizar empresas estratégicas, ampliar aún más la frontera agrícola, liberalizar la economía con la entrega de recursos naturales según la receta neoliberal, cambiar masivamente el cuerpo diplomático, sustituir los vocales del Tribunal Supremo Electoral –antes justamente acusado de subordinación al oficialismo–, por vocales cercanas al nuevo oficialismo y, sobre todo, eliminar del horizonte político el sujeto colectivo indígena y nacional-popular, y todas las demandas originadas en las luchas de los pueblos indígenas (el Buen Vivir, la plurinacionalidad, los derechos colectivos, la democracia comunitaria, el respeto a la Madre Tierra).

Oruro, Diciembre 2016. Foto de archivo ABI

La intervención imperial aprovechó los errores internos para neutralizar en otro país (después de Brasil y Ecuador) la influencia de China en el continente. La rivalidad entre los dos imperios (uno decadente y el otro ascendente) no conoce reglas democráticas. Está en juego el dominio de la nueva ola de globalización basada en la inteligencia artificial y la tecnología 5G. Por ahora, China parece estar en mejor posición para dirigirla, y por esta razón avanza internacionalmente con medidas de incentivo positivas (la nueva ruta de la seda), mientras los Estados Unidos intervienen con medidas punitivas (embargos, sanciones económicas, cambios de régimen, contrainsurgencia). La fachada multilateral es proporcionada por la OEA, que opera en la región como Ministerio del Interior de Estados Unidos. Recientemente, el gobierno de Evo Morales firmó un contrato con China para la construcción de una empresa que fabrique litio metálico en base a los enormes yacimientos de litio en Bolivia, un mineral estratégico para el nuevo orden tecnológico. Era necesario neutralizar esa rebeldía contra la siempre vigente Doctrina Monroe (el subcontinente como patio trasero de los Estados Unidos).

Así, el imperialismo norteamericano aplicó un conocido guión de cambio de régimen para garantizar el acceso a los recursos naturales estratégicos de un país en su zona de influencia. Bolivia, como sucedió antes con Brasil, sirvió de laboratorio para lo que está por venir. En el caso de Bolivia, se puede decir que nunca antes un gobierno antiimperialista se rindió tan rápidamente (en claro contraste con Venezuela). Pero el imperialismo y las élites saben que hay líderes que, a pesar de todos sus errores, llegan a tocar el corazón de las clases más empobrecidas, más humilladas, más olvidadas. Y que, a pesar de todos sus errores, existe el peligro de que puedan volver. Por eso es necesario movilizar el aparato represivo y el sistema judicial para acusarlos de delitos que los inhabiliten políticamente para siempre. Fue lo que pasó con Rafael Correa, con Lula da Silva y con Cristina Kirchner (en este caso, sin éxito por ahora). Lo mismo sucederá con Evo.

Las evaluaciones críticas

Tras la caída de su gobierno, las críticas más fuertes a Evo llegaron no sólo de la derecha, como era de esperar, sino también de sectores de izquierda y de feministas latinoamericanas blancas y mestizas. Este hecho causó cierta perplejidad y también provocó rechazo de otros sectores de izquierda y del feminismo, sobretodo de los movimientos de mujeres indígenas. Al calor de los acontecimientos recientes, pensar que después de 32 muertos y 700 heridos, después del proclamado triunfo de la supremacía blanca en versión criollo-mestiza y de la biblia evangélica sobre el «paganismo satánico» de la Pachamama; después de la quema de la whiphala (bandera indígena) y el mandar a los indios a volver a sus lugares remotos de invisibilidad (como los batustanes en la Sudáfrica del apartheid); pensar después de todo esto que haya buenas (o incluso mejores) condiciones para construir la democracia indígena de base, me parece un delirio.

Ciertamente, las críticas de algunos sectores de la izquierda, en versión explícitamente feminista o no, merecen una reflexión más profunda. Afirmé muchas veces que la verdadera renovación de la lucha por una sociedad más justa y por una política de liberación para el nuevo siglo, tiene en las luchas de las mujeres una de las bases más consistentes. Argentina, Venezuela y Chile ofrecen pruebas contundentes de eso. Pero no hay duda de que después de la caída del gobierno de Evo Morales, la polémica subió de tono y el feminismo latinoamericano parece hoy profundamente dividido. Cabe señalar que durante la última década muchas activistas indígenas criticaron a sus gobiernos y lo hicieron siempre desde una perspectiva constructiva. Para limitarme sólo a las grandes líderes con las que trabajé, recuerdo a Nina Pacari, Blanca Chancoso y María Eugenia Choque, hoy encarcelada y xcon su salud en peligro por haber presidido el tribunal electoral y, como tal, ser responsables de un supuesto fraude electoral. Muchas de ellas mantuvieron cierta distancia de los feminismos, e incluso se negaron a considerarse feministas por pensar que esa era una designación propia de las mujeres blancas y mestizas. Pero lo importante fue que estuvieron juntas en muchas luchas.

He defendido que las tres grandes dominaciones de nuestro tiempo (desde el siglo XVII) son el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Las tres están presentes hoy con gran virulencia y actúan de manera articulada porque el trabajo libre propio del capitalismo no es sustentable sin el trabajo esclavo, altamente devaluado o no remunerado. Estas últimas formas de trabajo son alimentadas por poblaciones racializadas y sexualizadas, consideradas infrahumanas: poblaciones de origen africano, pueblos indígenas, mujeres, pueblos gitanos, castas inferiores, etc. El drama de nuestro tiempo es que mientras la dominación actúa articuladamente, la resistencia lo hace de manera fragmentada. ¿Cuántos movimientos y organizaciones anticapitalistas no fueron racistas y sexistas? ¿Cuántos movimientos y organizaciones antirracistas no fueron sexistas y pro-capitalistas? ¿Y cuántos movimientos y organizaciones feministas no fueron racistas y pro-capitalistas? Mientras se mantenga esta asimetría entre dominación y resistencia, no será posible salir del infierno capitalista, colonialista y heteropatriarcal en que nos encontramos. En esta asimetría tal vez encontremos pistas para explicar el malestar causado por algunas críticas. Tal como fueron formuladas, muchas de las críticas contribuyeron a profundizar aún más la fragmentación de las resistencias al capitalismo, al colonialismo y al patriarcado en el continente.

Otros dos factores son igualmente importantes. Por un lado, hay que distinguir entre las luchas importantes y luchas urgentes. Las luchas anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales son todas igualmente importantes, pero dependiendo del contexto, algunas pueden ser más urgentes que otras. Frente el brutal golpe del imperialismo en Bolivia contra Evo, ¿cuál sería la lucha más urgente, defender las soluciones democráticas propuestas por Evo o demonizarlo como si fuera el único culpable de su desgracia política? En un contexto de gran agresividad imperial, ¿no sería más urgente demostrar que las alternativas de la izquierda deben encontrarse democráticamente dentro del propio país y de ninguna manera ser funcionales al imperialismo?

Oruro, Diciembre 2016. Foto de archivo ABI

Por otra parte, debemos distinguir el kairós, los tiempos y las oportunidades. No se trata de silenciar las críticas, sino de encontrar el tono que no ofrezca a la derecha nacional e internacional, razones para aumentar su agresividad. Por ejemplo, las críticas justas al neo extractivismo de Evo podrían hacerse en un momento y en un estilo que no favoreciera una solución todavía más neo extractivista, con menos soberanía nacional y mucha menos preocupación por la redistribución social. El criterio no es encubrir o no, errores graves de potenciales aliados, sino analizar el momento y el contexto; y tener claro que las críticas fortalecen o, por lo menos, no debilitan las resistencias anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales. Los y las de abajo que hoy lloran la muerte de su gente en las masacres de Sacaba y Senkata (después de trece años en que los militares no habían disparado contra el pueblo, cosa inédita en Bolivia), quedaron más solos con las críticas izquierdistas y feminista al proceso político en el que confiaron.

Desafíos

El estado del que Evo Morales fue presidente no llegó a ser plurinacional. Obviamente, fue un estado mucho más benévolo con el bienestar de las poblaciones flageladas por las violaciones, la discriminación, el olvido y la humillación, pero operó a partir de una matriz institucional y cultural colonial, centralista y autoritaria. La inercia de la historia también pesa igualmente sobre quienes más la sufren, incluso cuando tratan de combatirla. Pero la paciencia y la resistencia indígenas vienen de hace muchos siglos. Un país como Bolivia sólo será plenamente democrático cuando sea gobernado por indígenas y según las cosmovisiones indígenas. El poder del Estado sólo tiene sentido si la gobernanza estuviera orientada a transformarlo. El poder del Estado debe ser utilizado para iniciar una larga transición hacia un Estado verdaderamente plurinacional, anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal. Como antes Benito Juárez, Evo Morales era un indio fuera de lugar El aprendizaje comenzó con ellos y no termina con ellos. Al contrario, es sólo el comienzo. En el caso de Evo Morales, después de 500 años de ausencia política, un comienzo de 13 años tuvo que ser necesariamente confuso e hasta contradictorio. La historia absolverá a Evo Morales.

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