Cuando después de 11 días de fuerte movilización social se derogó el Decreto 883 y se anunció el inicio de un diálogo amplio entre el gobierno y el movimiento indígena, el tema dejó de ocupar los titulares de los grandes medios. Sin embargo, el conflicto no ha terminado. En la entrevista que sigue Nelsy Lizarazo, codirectora de Pressenza en Ecuador, describe la situación actual en el país y reflexiona sobre lo que pasó y lo que puede pasar.

–¿Cómo terminaron las movilizaciones que se iniciaron por el anuncio de las medidas económicas?

–Puedo contarte cómo terminaron las movilizaciones en términos de gente en la calle, porque en términos de conflicto y de proceso, esto no ha terminado. Las movilizaciones en sí mismas concluyeron el 13 de octubre, cuando ocurrió el diálogo entre la dirigencia de la CONAIE y el gobierno de Lenin Moreno.

–¿Y cómo fue ese diálogo?

–Fue un diálogo público que se televisó para todo el país, por demanda del movimiento indígena. La superioridad de los argumentos y las intervenciones de los líderes indígenas fue muy notable. El gobierno buscaba que el movimiento indígena suspendiera las movilizaciones, armando una comisión para revisar el decreto 883 que había sido el disparador del conflicto. Eso fue lo primero que no lograron, porque los líderes dijeron que no estaban ahí sentados para modificar decreto, sino para que se lo echara atrás.

Creo que el gobierno no esperaba una respuesta tan contundente, así es que ahí empezó realmente el diálogo. Después de varias idas y vueltas, al día siguiente el decreto se derogó y se anunció la instalación de una mesa técnica entre las partes, para llegar a acuerdos en torno a las medidas, aunque el foco central se puso en los subsidios a los combustibles.

Obviamente hubo festejos y hasta diría una cierta euforia por parte de todos los movilizados y, al día siguiente los indígenas empezaron a regresar a sus comunidades. Pero antes de irse limpiaron la ciudad. Con la ayuda de la misma gente que los había apoyado se hicieron mingas muy amplias, hubo almuerzos comunitarios y Quito quedó impecable. Fue una acción comunitaria muy significativa.

–¿Cómo siguieron las cosas después?

–Por lo que sabemos hasta el momento,   no hay todavía instalada ninguna mesa técnica como se había acordado. Al día siguiente de las conversaciones el gobierno puso en marcha una estrategia de amedrentamiento muy fuerte que sigue curso hasta hoy y que básicamente apunta a la judicialización de diferentes líderes tanto de algunas fuerzas políticas como del propio movimiento indígena, incluyendo a su presidente, Jaime Vargas.

La derogatoria del decreto fue leída por un sector de la sociedad y por algunos sectores de poder como una debilidad del gobierno, una concesión que no debió haberse dado. Esta reacción fragilizó al gobierno que, desde mi punto de vista, hubiera podido aprovecharla a su favor, destacando su vocación por el diálogo y su flexibilidad, por ejemplo.  No fue así. Por el contrario, comenzaron las denuncias, las detenciones, las identificaciones de personas en los videos e incluso, como lo dije, la presentación de cargos contra el presidente de la CONAIE, acusándolo de querer “constituir un estado paralelo”. Vargas dio una conferencia de prensa explicando la posición, pero eso no paró el ataque que están haciendo el gobierno, la derecha y los grandes medios de comunicación.

Así es que el conflicto continúa. Obviamente, con la derogación del decreto se frenó el aumento de combustible y eso es muy significativo porque para el mundo campesino e indígena el combustible tiene un costo enorme, pero no está para nada claro qué va a pasar con el resto de la agenda, con medidas como la reducción del impuesto a la salida de divisas, las reformas fiscales y laborales, etc. Parece muy probable que el gobierno intente filtrarlas poco a poco en la Asamblea para su aprobación.

Tampoco está claro si el proceso de diálogo va a continuar. La CONAIE ha convocado para este pasado fin de semana al Parlamento de los Pueblos y Organizaciones sociales, en el cual participó una importante representación de los movimientos sindical, feminista, estudiantil, entre otros. Además, se ha anunciado la entrega de las propuestas para este jueves 31 de octubre. Por lo pronto, quedan aún cinco días de Estado de Excepción, que no sabemos qué sorpresas nos traerán.

–¿Dirías que el protagonismo del movimiento indígena resultó sorpresivo?

–Yo creo que para el país entero, comenzando por el gobierno. Fue sorpresiva la respuesta y la rapidez en la respuesta firme y clara desde el movimiento indígena. La historia de Ecuador y los últimos 30 años, han mostrado varias veces la capacidad movilizadora de los pueblos y nacionalidades indígenas, pero es cierto que había pasado ya un buen tiempo de desmovilización.  Es evidente que el movimiento indígena vuelve a representar la mayor fuerza social, la mayor fuerza de presión del país y ese es un saldo muy positivo porque desde hace un buen tiempo no veíamos en Ecuador una movilización de esta envergadura.

Ellos se pusieron el país al hombro, y creo que a los sectores populares y de clase media no racistas, así como a la academia más crítica, esto los movilizó porque fue obvio que ellos estaban en la pelea por todos y había que acompañarlos, sostenerlos.

Yo creo que esto que ha pasado es muy importante para todos, pero también es riesgoso para el mismo movimiento indígena, porque para el gobierno ha sido casi una ofensa y la reacción puede ser brutal. Creo que este es un temor fundado y es indispensable estar atentos.

–¿Y respecto a los movimientos que acompañaron, qué destacarías?

–Creo que alrededor de los pueblos se fueron sumando, efectivamente, muchos movimientos y agrupaciones de distintas procedencias y envergadura. Yo destacaría muy especialmente a los movimientos feministas –que luego encabezaron una extraordinaria marcha de mujeres– y a los estudiantes que, aunque se mueven de ese modo inorgánico tan propio de estos tiempos, se movilizaron en diferentes formas y frentes. Fueron los jóvenes quienes exigieron que sus universidades abrieran las puertas, que se convirtieran en albergues, que acogieran a los indígenas, que les dieran asistencia.   Ellos fueron los que rodearon la Universidad Católica, por ejemplo, para que se la respetara como zona de paz y se  impidiera el avance de la fuerza pública. Hubo otros sectores, claro, pero creo que mujeres y jóvenes, destacaron.

Respecto a cuánto estos acercamientos pueden derivar en alianzas de más largo plazo, en trabajo conjunto, agenda común, etc, tenemos hoy la señal de su participación en el Parlamento Popular que acaba de desarrollarse. Es una señal de inicio de un proceso que puede derivar muy positivamente en una agenda conjunta de lucha popular.

Otro factor importante a resaltar fueron los medios de comunicación alternativos y las redes sociales que operaron positivamente. Si los organismos de derechos humanos logran sacar adelante alguna sanción por el uso excesivo de la fuerza en esos días, por ejemplo, será gracias a la documentación gráfica de los medios alternativos y los ciudadanos comunes. Es algo muy destacable que tenemos que cultivar y ganar a favor.

–¿Qué conclusiones podrían elaborarse de todo lo que pasó?

–Visto en términos de proceso, a medio y largo plazo, creo que los 11 días vividos marcan un antes y un después. El país se desnudó.  Antes lo sabíamos pero ahora lo vimos: el Ecuador que tenemos no es el oasis de paz y armonía que se suponía. Esos días desnudaron lo fragmentado que está este país desde toda su historia, el profundo racismo que lo cruza, el alejamiento enorme que hay entre la ciudad y el campo, el descuido y el abandono del campo, el absoluto desconocimiento y desprecio de sectores de la derecha y de élite hacia los pueblos y nacionalidades, hasta qué punto se reniega de lo que somos. Todo eso quedó al descubierto.

Si hasta aquí la fragmentación era larvada, ahora es explícita tanto en aspectos sociales y culturales como ideológicos. Las polarizaciones se han profundizado, aunque no podría decirse que la gente que se movilizó en las ciudades y el movimiento indígena representen una izquierda política. Representan más bien una agenda de los sectores populares, de la gente que está “ahorcada”, que no da más y advierte que esto es más estratégico, que hay un sistema que nos oprime, que hay un Fondo Monetario que puede hacer lo que se le de la gana con nuestros países, etc. Y hay otra gente que representa los intereses de las élites, de las oligarquías, y una derecha “rancia” con un discurso autoritario y anacrónico del tipo “al que no quiere someterse hay que someterlo”.

Todo eso ha quedado muy al desnudo y en términos de proceso histórico, de evolución de la conciencia, me parece muy bueno.

También creo que es muy importante que nos ayudemos entre todos a procesar lo que sucedió, a comprenderlo en su dimensión histórica, a no esperar resultados en el plazo inmediato, pero a trabajar para cosechar lo mejor de lo que salió de esta experiencia.

No es que hayamos quedado en situación fácil. Como decía antes, es un momento de gran fragilidad. Sin embargo, es un momento interesante y rico en posibilidades porque también el escenario político del país cambió. Las fuerzas políticas que se suponía que iban a disputar las próximas elecciones han quedado profundamente debilitadas, y en este escenario pueden pasar muchas cosas.  Podría suceder, por ejemplo, que surjan nuevas alternativas, porque en esos 11 días pasaron muchas cosas en los territorios, en las ciudades pequeñas, muchos encuentros de “distintos” que se movilizaron, que se reunieron, que salieron sin pertenecer a ningún partido en particular sino más bien respondiendo a la urgencia de proponer algo distinto. Tal vez de ahí pueda cosecharse, construirse algo interesante a futuro.

Entonces me parece que en lo inmediato necesitamos ser cautelosos y estar muy atentos, pero también creo que ganamos más de lo que perdimos, y hoy estamos un paso más adelante en la historia.

 

Al cierre de esta entrevista, una comisión de la CIDH ha llegado al país y esta semana estará recibiendo denuncias de la ciudadanía. La Defensoría del Pueblo y las organizaciones de derechos humanos están al frente de este proceso.