Por Sergio Ciancaglini. Fotos de Nacho Yuchark / lavaca

Sergio Ciancaglini y Nacho Yuchark, enviados especiales de lavaca, recorrieron desde ayer temprano los territorios de las comunidades indígenas que están ardiendo por el fuego intencionado. Son bosques, fauna y personas soportando las llamas, el humo y la batalla por la sobrevivencia.

Campos intencionalmente quemados para eliminar el bosque y criar ganado o plantar soja: eso es lo que está en juego en los próximos meses: el destino de una diversidad de la cual depende la salud del planeta. Lo que está en llamas hoy duele, pero no da descanso a quienes luchan no solo por apagarlo sino también por hacernos comprender que de estas cenizas tiene que nacer una nueva conciencia.

Pequeños focos, que aquí y allá, se multiplican en miles de hectáreas.

Pequeñas comunidades, que aquí y allá, luchan por apagarlo.

Lo que se ve es la postal que describió el líder guaraní cuando en abril de este año subió al escenario del multitudinario festival Lollapalooza, en San Pablo, cuando advirtió del desastre: «Dicen que es mucha tierra para poco indio, pero es poco indio protegiendo la vida del mundo entero».

Así nos cuentan lo que vieron:

«Acre huele a incendio. Volviamos de la vista al pueblo Huni Kuin, 11.000 almas que viven y sobreviven en el Estado de Acre, en el Amazonas.

A 5 kilómetros de Río Branco, desde la ruta, vimos el humo. Nos metimos.por un sendero, llegamos a los árboles en llamas y escuchamos al bosque quemándose por el fuego intencional.

Es imposible olvidar ese sonido.

Y ese olor.

Los Huni Kuin siguen sin resignarse. Apuestan a reconstruir la selva o al menos las hectáreas que les quemaron.

Los Fazendeiros tampoco se resignan y apuestan a la ganadería o a la soja, a fuego rápido.

Un día en el Amazonas enseña donde podría estar el futuro y donde podría estar el infierno.

Al menos para quienes no quieran resignarse a que infierno y futuro sean la misma cosa».

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