Me uní a facebook en febrero de 2013. Pronto me encontré con la entrevista hecha en enero a Daniel Munduruku por Fernanda Faustino para Global Editora. Me llamó la atención la noticia de que Daniel era un escritor indígena de etnia munduruku. Encontré sus palabras profundas y originales; ellas quedaron en mí hasta que, un día, exigieron ser traducidas y difundidas. La versión italiana de la entrevista fue publicada en octubre de 2013, en el número 53 de Sagarana, una revista de literatura fundada en Italia por el escritor carioca Júlio Monteiro Martins. A partir de la entrevista a Daniel, empecé a seguir el movimiento de los escritores indígenas brasileros. Tuve otra agradable sorpresa cuando leí el nombre de Cristino Wapichana, un autor nacido en Roraima, porque en esta tierra viví durante muchos años siempre actuando en defensa de los derechos de los pueblos indígenas de ese Estado, por lo que la noticia no hizo más que despertar mi curiosidad por el autor wapichana y su recorrido creativo. Para seguirlo de cerca y regularmente, en julio de 2014 le pedí amistad en Facebook. En enero de 2019, durante una visita a Boa Vista, tuve la alegría de conocerlo personalmente. Fue agradable ver que su manera de ser y de hacer correspondía a la idea que me había hecho de él; es decir, que la personalidad del ser humano que es Cristino, encaja perfectamente con la del escritor y músico. No hay actitudes contradictorias entre el hombre y el artista; esa coherencia interior, esa armonía entre el ser y el hacer, me llevó a determinar que la producción y la estética de Cristino merecían ser estudiadas. Espero que este ensayo mío contribuya a canalizar luces y colores sobre el escritor wapichana y su obra.

Para colaborar con la reconstrucción histórica del movimiento de los intelectuales indígenas, quiero recordar un texto que ha sido fundamental para mí por mi compromiso personal con la educación escolar indígena. Me refiero al libro de Daniel Matenho Cabixi, indígena pareci, cuyo título es La cuestión indígena. Publicado en Cuiabá en 1984 por el CDTI, Centro de Documentación Tierra e Indio, el texto trae la reflexión del pensador pareci, especialmente en relación al traslado de la «educación para el indio» –hasta entonces impuesta por el Estado y la Iglesia–, a la «educación indígena», pensada y gestionada por los propios indígenas. El ensayo de Daniel Cabixi ha tenido gran influencia en indigenistas y leyes de la época, contribuyendo en gran medida a que la transformación se hiciera realidad. Habiendo cumplido con la obligación moral de incluir el nombre de Daniel Matenho Cabixi entre los intelectuales y pensadores que anticiparon el movimiento de los escritores indígenas brasileros contemporáneos, vamos al encuentro de Cristino Wapichana.

Cristino Pereira dos Santos desciende del pueblo wapichana. Nació en Boa Vista, Roraima, en julio de 1971. Comienza su carrera artística a una edad temprana, como músico y compositor premiado, cineasta, escritor y productor del Encuentro de Escritores y Artistas Indígenas. También es narrador y conferencista sobre temas indígenas en escuelas, universidades y entidades como el SESC (Servicio Social del Comercio) y el SESI (Servicio Social de la Industria). En 2008 Cristino deja Roraima para ir a trabajar con Daniel Munduruku y ayudarlo e la organización de encuentros de escritores y otros eventos relacionados con la literatura indígena. Comienza entonces a involucrarse en el proyecto colectivo concebido por Daniel Munduruku, que busca animar a los autores indígenas a escribir sus historias y las historias de sus pueblos.

En 2007, Cristino ganó el concurso Tamoios/FNLIJ/UKA (Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil e Instituto UKA) con el texto El jaguar y el fuego, publicado en 2009 por la Editorial Amarilys. En 2008 y 2014 es nominado al Premio de la Orden del Mérito Cultural de la Presidencia de la República por su relevante trabajo a favor de la cultura indígena brasilera. La jaguarcita Lili es publicado en 2014 por la Editora Edebe. Siempre en 2014, las Paulinas editan Zapatos cambiados: cómo el armadillo consiguió sus grandes garras. En el año de su publicación, este libro es lanzado durante la Bienal Internacional del Libro de São Paulo y está presente en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, Alemania.  En 2015 es seleccionada para componer la colección básica de la FNLIJ, y está presente en el Salón del Libro de París; en el espacio cultural de Krejberg, actores franceses interpretan la historia que cuenta la obra. Cristino participa también en la segunda edición de Printemps Littéraire Brésilien, en la Sorbona. En 2016 Zapatos cambiados pasa a formar parte del Programa Leituraço para ser leído en las escuelas de la red municipal de São Paulo; también es adaptado al espectáculo por el grupo Makunaicontos.

En 2014 el cuento La boca de la noche recibe una mención honorífica en el Concurso Tamoios FNLIJ/UKA y en 2016, es publicado por Zit Editora. En 2017, el libro recibe una serie de premios y reconocimientos: sello altamente recomendado FNLIJ; Premio FNLIJ/Ofélia Fontes, categoría Infantil; Premio FNLIJ, categoría Mejor Ilustración; Premio Jabuti, categoría Infantil; sello White Revens de la Biblioteca de Munich; seleccionado para el catálogo de la Feria del Libro Infantil de Bolonia, Italia; traducido y publicado en Dinamarca y Suecia, país donde en 2018 gana la Estrella de Plata del Premio Peter Pan. La obra también es adaptada al espectáculo por el grupo Makunaicontos. Siempre en 2018, Cristino Wapichana es el escritor brasilero elegido para participar de la Lista de Honor de la IBBY – International Board on Book for Young People, una organización creada en Zurich, Suiza, en 1953, que promueve la literatura infantil en todo el mundo.

Cristino y la tapa de uno de sus libros. Foto de archivo personal.

Los cuatro primeros libros están dirigidos a los niños más pequeños, mientras que El perro y el curumim¹, publicado por la Editora Melhoramentos en 2018, es un texto más voluminoso y reflexivo, indicado para el público juvenil de entre 8 y 12 años. Como epígrafe, Cristino pone las frases «Historias que viven en mí» y «El sentido de la existencia está en el color del encuentro». En el libro, se lee «…que los habitantes de la aldea necesitaban ser óptimos lectores de su lugar. La lectura era un ejercicio diario, porque cuanto más leíamos el ambiente y todo lo que allí vivía, más se desarrollaba nuestra inteligencia.” Confieso que al principio no entendí la importancia de esas afirmaciones, pero me inquietaron hasta obligarme a estudiarlas de nuevo. Mi formación relaciona la palabra «lectura» directamente con el acto de leer textos escritos. La lectura de la que habla Cristino es la observación de los acontecimientos y de la naturaleza. En otras palabras, para interpretar el mundo con nuestras propias cabezas, debemos observar la naturaleza con curiosidad e interpretar los mensajes que la vida nos envía. Es la observación y la reflexión que ella desencadena la que nos forma, la que transforma el conocimiento en sabiduría. En esta manera diferente de encarar la existencia, reside la calidad de la literatura indígena; una literatura preciosa porque devuelve lo que se ha perdido en la literatura clásica y occidental. Cristino y los escritores indígenas en general, hablan de raíces, de ancestralidad, de la relación sagrada con la naturaleza, del respeto por los ancianos y sus experiencias, de las lenguas, culturas, tradiciones y espiritualidad de sus pueblos. Se expresan en un lenguaje propio y original, haciendo uso sistemático del plural para hablar de diversidades étnicas, de seres solidarios que comparten lo que tienen, de hombres que respetan el hábitat porque creen que todos y cada uno de los elementos de la naturaleza tienen un espíritu, y que los espíritus están directamente ligados al misterio de la creación. El enfoque de la escritura occidental puede sintetizarse con palabras utilizadas en singular: beneficio, consumismo, individualismo.

Hasta la Constitución de 1988, las escuelas para indios debían servir para «a-culturalizarlos», es decir que los indios debían dejar de pertenecer a pueblos específicos para convertirse en individuos marginados y explotados dentro de la sociedad nacional, sin más derechos sobre sus tierras ancestrales. En esas escuelas se prohibió incluso el uso de las lenguas maternas. Las demandas de los líderes y su participación activa y creativa en la elaboración de la Constitución hicieron que la educación para el indio se convirtiera en educación escolar indígena, pensada y gestioinada por ellos mismos, a partir de contenidos oriundos de sus culturas diferenciadas. En los años ochenta los maestros indígenas, con la ayuda de sus comunidades, comenzaron a producir cartillas y libros de lectura en sus lenguas maternas y con sus propias y artísticas ilustraciones. Con la escuela, el hombre blanco quería acabar con las etnias brasileras, pero ellas conquistaron la escritura; también a través de la literatura hoy en día afirman identidades y reivindican derechos, dejando muy claro que escribir es resistir.

El movimiento de los escritores indígenas brasileros comienza en los años noventa. Es encabezado por individuos que viven en las ciudades pero que no por eso dejan de ser y considerarse indígenas, tanto que añaden el nombre de su etnia a sus nombres propios, como lo hicieron Daniel Munduruku y Cristino Wapichana. Además de escribir textos originales que rescatan mitos, leyendas, lenguas, tradiciones de sus pueblos, diferentes formas de sentir e interpretar la vida, estos autores son muy activos y creativos: imparten cursos para educadores; desarrollan actividades lúdico-formativas en escuelas públicas y privadas; organizan eventos para hablar de las luchas por los derechos, de la coyuntura, la historia, la cultura, la literatura, el arte, los juegos indígenas; participan en charlas, debates, seminarios, conferencias. Son ellos quienes hoy educan a los brasileros para que comprendan que Brasil es un país multiétnico, que la diversidad es un valor. Cristino dice que le gusta escribir, aunque el proceso le requiera mucha introspección, intensa y sufrida reflexión. También es consciente de su potencial además de tener ideas propias, bien definidas, en relación a cualquier tema. Las siguientes palabras son suyas: «Me gusta el arte; antes de nada, el arte me encanta, el arte me molesta, el arte me mueve, me conmueve… Entonces, escribir sobre esas artes es lo que decidí para mi vida. Yo lo decidí. Hace ya por los menos tres años que me identifico como autor».

En mi opinión, es esa conciencia de sí mismo, esa autoestima, ese equilibrio interior lo que determina la calidad y la originalidad de su escritura. Son personas como el autor wapichana quienes están contribuyendo a definir la verdadera identidad brasilera, porque sin los indígenas Brasil no existe. Me gusta cerrar este texto con las palabras del propio Cristino, ofreciéndole mi augurio personal para su vida y su obra: «Lo imposible sólo se enfrenta a nosotros porque no creemos en nosotros mismos».


¹ Curumim es una palabra de origen tupi que designa, de modo general, a los niños indígenas.