Entrevista a Fausto Huala: testigo clave del asesinato de Rafael Nahuel y de cómo opera la estructura etnocida en la Argentina.

“Tuve politraumatismos de cráneo con pérdida de conocimiento”. Fausto Huala perdió la audición de un oído al sufrir el impacto de perdigones de un escopetazo en la cabeza. “Llegue casi muerto al hospital de Bariloche”. Fausto fue una de las personas que bajó del Cerro Mascardi con el cuerpo de Rafael Nahuel. ¡Vio todo! Sintió las ráfagas de plomo cruzar cerca de la espalda. Los albatros le dispararon con saña e impunidad 150 veces. Por eso Fausto tuvo que resguardar su vida y huir. Declararse en clandestinidad. “Uno se caga de hambre y se caga de frío”, confiesa. Advirtiendo, de esta forma, que no tiene muchas expectativas favorables por esta(s) causa(s). Sabe que la justicia va a proteger a las Fuerzas de Seguridad de la Nación y que, por otro lado, va a seguir persiguiendo jurídicamente a su familia. Como está sucediendo con Facundo, su hermano, quien tiene comprometida su vida, tras comenzar una huelga de hambre seca, en protesta por la posible extradición a Chile para terminar de cumplir una condena por un delito que no cometió. La realidad demuestra que en Argentina por cada “mapuche rebelde”, se activa un castigo que se ejecuta con prepotencia y objetivos disciplinarios. A Rafael lo mataron por la espalda, a Fausto lo dejaron sordo, a Facundo le cargaron una pena de ocho años por un delito que no cometió. Por cada “mapuche rebelde”, se activa una vejación irreparable.

Kiñe | Uno

La vejación irreparable

Desde un primer momento, la justicia rionegrina dirigió la responsabilidad del asesinato de Rafael Nahuel a las personas que estaban con él, principalmente hacia las dos personas que lo bajaron del Cerro Mascardi: Lautaro González y Fausto Huala. Por eso, ni bien tuvieron la oportunidad, ambos se fugaron. Habían visto todo: eran testigos directos de cómo habían actuado los Albatros y de cómo habían dejado a Rafael. Tenían que proteger sus vidas para no aparecer accidentalmente ahorcados en una celda o con un “puntazo” en el estómago.

Las preguntas son repetitivas, aunque necesarias por su poca problematización y su constante ignorancia: ¿cómo y desde qué lugar el poder judicial argentino va a controlar los derechos de un pueblo al que le niega hasta presentarse en su lengua materna? ¿Qué sucede entonces con los conceptos que en español no tienen una traducción literal, pero que son fundamentales en este tipo de debates: feyentun, az mongen, introfillmongen, tvgvn, weza newen, kvme newen, machi, rewe? ¿Cómo contempla el sistema jurídico argentino la noción de espiritualidad mapuche, vital para comprender y contextualizar las acciones de Rafael Nahuel, Lautaro González, Joana Colhuan Nahuel y Fausto Huala?

La primera vez que dialogué con Fausto Huala (al terminar su declaración dentro del juicio por el asesinato de Rafael Nahuel) pensé: “¡es un pibe!”. Es un pibe que juega al fútbol y anda a caballo. ¡No es un monstruo asesino! Creo que como comunicador nunca me podré olvidar la campaña de estigmatización que hicieron los medios hegemónicos en contra de la familia Huala. Fueron efectivos, aunque obscenos, exagerados y grotescos. “Tenían lanzas”, pronunció la ex–vicepresidenta de la Nación Gabriela Michetti en unos de los programas más vistos de la Argentina. Al respecto, Fausto me cuenta que siempre vivió en el mismo lugar, que fue y vino desde el sur hasta Buenos Aires, pero que siempre volvió al lugar donde se crió (Bariloche) y que ahí la gente lo conoce, conoce a su familia, y nunca les dijeron algo de más o los trataron despectivamente. “Hay respeto”, define.

Con Fausto comenzamos a hablar de su hermano, Facundo Huala, de su estado de salud, la posible extradición a Chile y fundamentalmente conversamos de la posición política y de lucha que los ha llevado al lugar de exposición en el que se encuentran.

“Nosotros decimos que somos parte de un movimiento que aglutina mucha gente; el pensamiento que tenemos como movimiento es en base a la reconstrucción del pueblo mapuche. ¡La liberación! Expulsar a las grandes empresas extractivistas y capitalistas que vienen a destruir el WallMapu, recuperar las tierras (aptas y suficientes) que están la mayoría en mano de los grandes capitalistas como Benetton y Lewis. Ese es el Movimiento Mapuche Autónomo del WallMapu. Nosotros somos parte de este movimiento, tenemos la idea de este movimiento. Incluso lo que es la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), nosotros somos parte de esa idea. Lo que plantea la RAM es la autodefensa y el sabotaje contra las transnacionales capitalistas, pero es una idea, no es una organización occidental”.

Fausto reconoce la existencia de la RAM, comparte sus ideas y se queja cuando determinadas comunidades mapuche niegan la existencia de la misma. “¿Por qué un mapuche niega la forma de pensar o luchar de otro mapuche?”, se pregunta Fausto.

La “propaganda antimapuche” posibilitó ese doble camino de la realidad. Se construyó un enemigo (con características terroristas increíbles) y se visibilizó que en un país como Argentina (todavía) existen mapuche. Esto último resulta innegable. Cómo también es innegable que son parte de este pueblo jóvenes valientes, conscientes y con mucha sabiduría. La visión de Fausto parte de la experiencia de haber transitado múltiples comunidades y conocer de cerca la realidad de las mismas.

“Lo que se entiende por autodefensa es defender tu espacio, no dejar que te atropellen, no solamente la policía o el Estado con sus fuerzas represivas, sino ante cualquier otra invasión, como por ejemplo, las petroleras, las mineras. Autodefensa acompañado de sabotaje. Eso despierta mucho newen, despierta mucha conciencia. Yo creo que los peñis y lamngen que hace este tipo de cosas lo hacen sabiendo que no lastiman a ninguna persona, lo hacen destruyendo los intereses del capital, de los grandes empresarios, de los ricos, ni siquiera es que le estas sacando el trabajo a un laburante, como dicen. ¡No es así! Ellos cobran seguros. ¿Qué es lo que le molesta al Estado y los grandes capitales? Que le toquen el bolsillo. ¿Y cómo se le toca el bolsillo? Destrozando sus intereses”.

Facundo Huala estuvo prófugo de la justicia argentina y chilena en dos ocasiones. “La primera vez que encontraron a Facundo, fue porque estuvieron tres días torturando a un peñi dentro de una comisaría”. En la última vez, inmediatamente se exigió su extradición. Por eso Facundo comenzó una huelga seca, lo que le produjo debilitamiento físico hasta caer en el hospital. “Mi hermano sigue firme en su postura”. “Se desmayó, le pusieron suero a la fuerza y ahora lo van a llevar de vuelta al penal”, me cuenta Fausto. “Él estaba creído que los plazos para que el gobierno se pronuncie (en función de su reclamo), terminaban hoy (viernes), pero no, empezaron el miércoles (23) pasado y se extienden por diez días”.

“La visibilización del pueblo mapuche (en Argentina) se dio gracias a ese tipo de métodos (recuperaciones territoriales). Por ahí la gente puede estar de acuerdo o no, pero eso no significa invalidar o evadirse y no hacerse cargo de que hay un peñi que está en un problema delicado, como lo está él ahora. Es complicado imaginar lo que puede pasar (…) También sé que él es fuerte, la conexión que tiene con su ser mapuche, con pu newen. La mayoría de la gente que lo conoce sabe que su condición de longko por algo la tiene, y su conexión con los newen es fuerte. ¡Él es fuerte por eso! Va a llegar hasta lo último. Su pensamiento y sus convicciones las tienen así. Y si no hay una respuesta, él hasta que no caiga internado o quede en el suelo, no va a parar con su decisión. Ya tiene la decisión tomada de mantener la huelga hasta las últimas consecuencias. Y me parece que es la única forma de que lo puedan escuchar y de que lo dejen acá. Lo único que está pidiendo es terminar la condena acá: le quedan ocho meses. En junio termina de cumplir la condena y tiene que salir en libertad. Pero uno ve también que todo esto es un escarmiento contra los mapuche para que sigan teniendo miedo y piensen ‘si caigo preso, me va a pasar esto’. También pasó con las lamngen cuando se las llevaron a Ezeiza. Ellos tienen las herramientas para hacer y deshacer. Por eso si no hay una pronunciación, un acompañamiento, van a hacer y deshacer. Ahora cuando se comienzan a movilizar las personas, las organizaciones, ahí ya cambia porque tiene un peso más”.

Antes de terminar esta crónica, durante la tarde del domingo, Fausto me avisó que Facundo nuevamente fue derivado al hospital: “su salud está bastante mal, muy mal”, me confirmó. El lunes se anunció que Facundo permanecerá internado hasta estabilizarse debido a su grave estado de salud.

Epu | Dos

Radiografía de un kona: la conciencia social, la violencia y la perseverancia, incluso con el cuerpo herido y la sangre caliente de tanto atropello planificado

“Mi sueño siempre fue correr caballos de carreras. Siempre tuve afinidad con los caballos. Desde los cinco años que ando a caballo. En montura, como corren en Buenos Aires. Mi viejo trabajó y vivió toda la vida de los caballos de carrera. Así que, más o menos, creo que lo llevo en la sangre. Más que el fútbol. Si bien el fútbol me gusta y le he dedicado tiempo. No sé si hubiera llegado tanto”.

Fausto ha intentado mantener una vida disciplinada toda la vida, siguiendo sus pasiones, los caballos y el fútbol. Incluso esforzándose por mantener una posición casi extinta: lateral por la izquierda. Subiendo y bajando, corriendo toda la cancha, cortando jugada, pero también habilitando a compañeros para concretar. Sin embargo, a pesar de esta dedicación especial en la cancha, fueron siempre las fuerzas de seguridad las que se encargaron de “cortarle las piernas”, de estropear sus sueños, el cuerpo, sus facultades, el equilibrio (como sucede con otros pibes pertenecientes a los barrios populares de Bariloche y Esquel). En este extenso fragmento -—que decidí mantener completo— se puede evidenciar los puntos de intersección entre la conciencia social, la violencia y la perseverancia, incluso con el cuerpo herido y la sangre caliente de tanto atropello planificado.

“Juego al fútbol desde los nueve años. Empecé jugando acá en Bariloche en un equipo que se llama Deportivo Junior. Y cuando tenía 11 me fui a vivir a Buenos Aires, para vivir con mi viejo. Allá terminé las infantiles en Excursionistas, un equipo que está peleando el ascenso del fútbol argentino. De ahí me volví a Bariloche cuando tenía 14 años. Volví a jugar en el equipo que estaba, pero ya no era lo mismo, la misma relación, los mismos compañeros, como que cambió un montón. Me invitaron a jugar a otro club que se había formado en ese momento, que estaba en la división B de la Liga de Fútbol de Bariloche. Se llamaba Juventud Unida. Yo tenía 15 años. Estuve entrenando, haciendo pretemporada. Empecé jugando en quinta y terminé jugando en primera, teniendo 15 años. Después de ahí, por cuestiones mapuche, me fui al campo. Fui a acompañar la recuperación de Paicil Antriao, en Villa la Angostura, con mi hermano (Facundo). Ya había cumplido 16. En una represión caímos detenidos los dos. Yo era menor todavía. Nos recontra cagaron a palos. Empecé a tener problemas en los pulmones. Estuve mucho tiempo con problemas en los pulmones por la paliza que me habían dado: escupía sangre, estuve internado un par de veces y estuve casi tres años sin poder jugar al fútbol y sin poder hacer deporte. Hasta que volví, por cuestiones laborales, y porque ya me sentía un poco mejor, a trabajar en el hipódromo, trabajando con caballos de carrera. Estuve a punto de anotarme en la escuela de jockey, pero no me dio ni el peso ni la altura. Ahora estoy jugando en Boca Unidos. Salimos campeones en el campeonato pasado. Ascendimos de la B a la máxima División de la Liga de Fútbol de Bariloche. También estoy jugando en reserva de 3 o 4. Y de vez en cuando el DT me llama para jugar en primera. Así que ahí estamos, entrenando hace un año. Firme.  Pude arrancar ahora, después de unos años largos, sin hacer deporte. Y todo lo que influye: el contacto, el esfuerzo físico, después que recibí el disparo en la cabeza, en enero de 2017 —que llegue casi muerto a Bariloche, en una de las represiones que hubo en Pu Lof—”.

Fausto tiene tres hijos. Tiene el oficio de gasista. Y conoce de cerca el camino que pueden tomar los pibes del barrio cuando las oportunidades se hacen escasas y/o los fracasos se hacen vicio. Y es en ese lugar, donde él ve un punto de inflexión importante. Es justamente el kimvn y el newen mapuche lo que lo mantiene resguardado, lo que podría ayudar a muchos amigos, vecinos, gente cercana. Sin embargo, por miedo o comodidad eligen muchas veces seguir el camino de la religiones evangélicas y católicas. El no reconocimiento de la identidad mapuche trae aparejada muchas consecuencias: la persona se pierde, vive una vida falsa, confusa, muchas veces nociva para la propia persona y contra terceros también. “De los siete años que voy a los fanáticos (ceremonias mapuche)”, me advierte Fausto. Indicándome a su vez la infinidad de comunidades en las que ha estado acompañando recuperaciones territoriales dentro de Bariloche, en la línea sur, Laguna Blanca, dentro de Chubut.

Los caballos, el fútbol y el sendero del weichan mapuche es (en su constitución ecléctica) lo que ha conformado la disciplina y la conciencia de un hombre de 30 años que ha transitado la urbanidad y colocado el cuerpo incontables veces, sabiendo inclusive que del otro lado sólo recibirá balas y estigmatización (la inversión contabilizada en millones de pesos que perpetraron medios masivos como La Nación, Clarín, Canal 13 e Infobae contra la familia Huala no tiene precedentes en el país, digno de un estudio antropológico).

“Lo del oído lo tengo diagnosticado. Ahora hace un montón que no voy al médico, pero me costó un montón volver a entrenar, volver a tener contacto con la pelota. Después que salí del hospital estuve muchísimo tiempo sin hacerlo. Incluso cuando pasó lo de Rafa, yo todavía estaba con tratamiento médico. Tomaba tres pastillas por día: tenía que tomar anticonvulsionante. Tenía que tomar tres anticonvulsivantes por día: uno a la mañana, otro a la tarde y otro a la noche. Me habían quedado coágulos en la cabeza”.

Kvla | Tres

“¡Que arda la boca de aquellos que nos llamaron terroristas!”

Cuando Fausto se fugó, su hijo menor recién cumplía tres meses, mientras que su compañera estaba cursando el último año del profesorado de Educación Especial. “Todo se puso cuesta arriba”. Fausto aguantó nueve meses, campeando en la inmensidad del sur patagónico. Hasta que se presentó en la justicia cinco días antes de que su hijo cumpliera el año. “Estaba esperando poder declarar, contar la verdad, lo que verdaderamente ocurrió en Villa Mascardi, con nosotros y con la muerte de Rafael”.

Vivir exiliado en el territorio propio: sutil metáfora en la que se encuentra el Pueblo Nación Mapuche.

“Yo fui muy criticado por la decisión que tomé y por lo que firmé en el juicio abreviado, pero como conté en el juicio, yo nunca dije que nos habíamos defendido con armas. Nosotros no teníamos armas, sólo teníamos piedras”.

La teoría del enfrentamiento se mantuvo durante todo el juicio y fue la estrategia que utilizaron los abogados defensores para pedir, durante los alegatos finales, la absolución de los cinco Albatros imputados. “Yo no espero la cadena perpetua. Seguro van a responder al pedido del fiscal, que solicitó cinco años”.

“Creo que fuimos los más conscientes en el momento de tomar esa decisión (la recuperación territorial), siempre sabiendo que ya había ocurrido algo con Santiago (Maldonado) que nos marcó a todos. A todo el mundo que éramos parte de esa comunidad, que éramos parte de la Pu Lof en Resistencia o que fuimos parte del proceso de Pu Lof. ¡Nos marcó a todos lo que pasó con Santiago! Lo que pasó con Santiago, o lo que pasó en todas las represiones y enfrentamientos con la policía que hubo en ese momento. No fue sólo con la Gendarmería, no fue sólo la vez que nos balearon a nosotros, no fue solamente el 10 y 11 de enero, cuando hubo 10 detenidos. Fueron represiones que se denunciaron un montón de veces, como yo le dije a (Marcelo) Rocchetti. ¡La infinidad de denuncias que hemos hecho y nunca han prosperado!”

Meli | Cuatro

“Hay que hacerlos mierda, sacarles las ganas de hacer cagadas”, es el metamensaje que dejan traslucir las acciones de las Fuerzas de Seguridad de la Nación

Pensar que el futuro puede ser más dañino que el presente, dentro del mundo mapuche, sería hablar desde el privilegio que da esta profesión. Afuera, en las comunidades, dentro de los territorios, la violencia ha sido ininterrumpida. Sin tregua. Sólo hay que traer al recuerdo las detenidas de Ezeiza y la actual situación de Jessica Bonnefoi. Las comunidades en resistencia saben que el sistema jurídico y el Estado Nacional, gobierne quien gobierne, sólo les propone sumisión o balas. No hay diálogo, no hay conciliación. Muchos menos derechos y prerrogativas. Los territorios del sur del país tienen asignados proyectos colosales. Están prácticamente embargados por capitales extranjeros. Por eso el Estado Nacional opta siempre por sacrificar un par de peones (policías) y seguir con sus proyectos extractivos e inmobiliarios suntuosos.

“Lo único que tengo para decir es que la persona que lo reivindique (a Rafael) tiene que aceptar la forma de lucha en la que él dejó la vida. Simplemente eso. No fue en un parlamento, no fue atrás de una computadora, en una oficina. Fue en la mapu y luchando con pu peñi pu lamngen. Así falleció Rafa. Así hay que recordarlo y así hay que reivindicarlo”.

En este contexto, de escepticismo, suelen silenciarse muchas voces “amigas”. Los wenuy mapuche y activistas optan por ceder a las demandas estatales y hacer silencio: prácticamente no existen casos más alevosos y graves que los cometidos contra Rafael y la familia Huala. Sin embargo el acompañamiento, la movilización y la visibilización de las causas han sido de las más pasivas. Como si verdaderamente el mensaje disciplinario llegará a destino, rompiendo hacia el interior de las comunidades, reivindicando la diferencia “india” que sólo favorece al verdugo, en tiempos en donde la “sed de venganza” está a la puerta de la esquina.

“Facundo estuvo en muchas comunidades, ayudando a muchas lof. Te pueden gustar o no los métodos de mi hermano, pero cuando está en juego la vida, no debería haber lugar para las diferencias. Por eso me da bronca que nadie se pronuncie ahora, que no se movilicen.”

Nos quieren a todos contra el paredón, pero para las personas racializadas, contra los “indios” del país, se activó una dedicatoria especial: una vejación irreparable esperando ser ejecutada contra el cuerpo, la psiquis y el espíritu.

La misiva expuesta como una misión estratégica del país, se retransmite por canales abiertos y portales digitales, eligiendo cuidadosamente los titulares y el público destinatario.

Por eso, como un mecanismo de defensa antiquísimo, se sabe que por cada mapuche caído, diez se levantan.

Aunque les disparen por la espalda, los intenten encerrar en las cárceles del país y pretendan sacarlos de las tierras de sus antepasados, el mapuche siempre vuelve, como Galvarino, herido, con el sonido del kulkul, dispuesto a entregar sus manos si es necesario, para defender los cerros y el agua, de la avaricia blanca que sólo ve regalías, allí donde habita la vida.