Caso Rafael Nahuel: el testimonio de los médicos

La descripción que aportó la doctora Carolina Zombory resulta determinante para contraponer la teoría del enfrentamiento y soslayar la posibilidad de transferencia en función de la pólvora hallada en las manos de Rafael. «Me llamó la atención que (al cuerpo) lo movieron bastante. Lo dieron vuelta para un lado, lo dieron vuelta para otro. ¡El cuerpo fue bastante manoseado! La bolsa de papel que tenían que poner en las manos, se la pusieron bastante sobre el final (del procedimiento)».

Con la declaración de la doctora Zombory concluyó el enigma de la verdad jurídica y se despejaron las sospechas: las fuerzas de seguridad de la Nación están manchadas por la impericia del encubrimiento, tienen el «culo sucio» (y uso este término para resaltar la obscenidad y vulgaridad con la que proceden, a la vista de todos, como si no necesitaran preocuparse por las consecuencias o como si aquel que yace en el piso no fuera lo suficientemente humano como para preocuparse: la obscena impunidad de las fuerzas de seguridad) dentro de los procesos periciales, pero también dentro del silencio que pronuncian cuando deben sincerarse sobre las balas que sus compañeros acertaron por la espalda a tres jóvenes mapuche que defendían su derecho milenario a ocupar un territorio ancestral.

Kiñe | Uno

Código rojo: tres mapuche baleados por la espalda

El primer médico en declarar fue Antonio Ramón  Choconi, especialista en medicina de montaña. Choconi fue uno de los médicos que asistió, al día siguiente, a los heridos de bala restantes: Joahana Colhuan y Coña. Uno en el codo y el otro en el hombro. «Las balas tenían un orificio de entrada y un orificio de salida», siendo en ambos casos disparos que ingresaron por la espalda. Los orificios de entrada (los más pequeños e irregulares) estaban en la parte posterior del cuerpo, mientras que los orificios de salida (más grandes y regulares) se ubicaron en la parte delantera del cuerpo.

Choconi reconoció también que en el lugar, donde había unas 15 personas en total, se percibió un clima de angustia y miedo. Y que pese a las heridas sufridas, ambos jóvenes se encontraban estables, conscientes y en un buen estado general de salud.

Epu | Dos

El círculo vicioso: racismo, gatillo fácil y encubrimiento

En los casos de gatillo fácil (disparos efectuados por fuerzas de seguridad en contra de la espalda de jóvenes que huyen) es significativo (a modo de acción delictual) el obrar improcedente y temario por parte de los disparadores y también son repetitivos los distintos mecanismos de encubrimiento que se despliegan posteriormente, para proteger al agente u oficial comprometido: cambio de datos en los partes diarios, sustracción o pérdida de pruebas relevantes (vainas utilizadas en el «operativo»), incorporación de armas para fundamentar la teoría de enfrentamiento, silencio u omisión por parte de compañeros–testigos con respecto a la forma de actuar del imputado.

En el caso de Rafael Nahuel, el testimonio de la doctora Carolina Zombory permitió dirigir la mirada hacia los primeros peritos que «registraron» el cuerpo de Rafael Nahuel, apenas este último descendió del cerro, junto a Fausto Huala y Lautaro González. La doctora fue precisa en comprometer a estos profesionales, afirmando que vio primero, y a cierta distancia, cómo descendieron a Rafael. Y que después, en segunda instancia, pudo acercarse para ver la toma de huellas. «Nosotros no hicimos nada», aseguró la doctora Carolina Zombory. Pero vieron todo. La doctora Carolina fue una observadora de primera mano. ¡Estaba al lado! Viendo con lujo de detalles cómo se desempeñó el cuerpo pericial. La doctora Zombory fue insistente con la idea de que los peritos pasaron un buen rato moviendo el cuerpo y que ese manoseo no duró un par de minutos solamente, colocando casi al final del procedimiento los guantes de papel, algo que resulta mucho más que sospechoso e improcedente. El testimonio clave del juicio.

Si existía algún argumento que pudiera mantener con vida la teoría del enfrentamiento, el testimonio de la doctora Carolina Zombory lo contrapuso de forma irrefutable. ¿Quién podrá desmentir lo que vio esta profesional? No hay duda: los peritos ensuciaron la cancha, no cuidaron la escena del crimen, ni las pruebas, ni los rastros que el cuerpo de Rafael contenía. Y su obrar improcedente fue medido, consciente, impune. Se trata de peritos profesionales, con experiencia en esta clase de casos. No hay duda de que primero intentaron proteger la integridad de sus colegas y que después se ocuparon de resguardar (en parte) la integridad de Rafael. No cuidaron, ni respetaron la verdad. No quisieron. Optaron por otra vía, la que enseña la institucionalidad: resguardar a la propia institucionalidad de cualquier amenaza que la haga colocar en duda. Desde los disparos hasta las pericias, pasando por la presentación jurídica–comunicacional de la causa, se mintió, se omitieron partes esenciales de la verdad, se encubrió groseramente, se ensució impunemente.

Lo único que queda en duda es si este manoseo se condujo también por el racismo interno que prevalece en las fuerzas. No se podrá saber nunca (por lo menos en este caso) si el manoseo obsceno deriva de lo que significa un mapuche para la fuerza. Pero si se habilitó a realizar una serie de interrogantes: ¿se permitiría este manoseo si la persona fuera, por ejemplo, el hijo del intendente de Bariloche? ¿Cuánto, dentro de ese manoseo, corresponde a un accionar racista y cuánto a un mecanismo de defensa encubridor? ¿Son parte de un mismo obrar? ¿El gatillo fácil, el encubrimiento y el racismo son parte de un mismo ciclo que se retroalimenta incesantemente como un círculo vicioso: racismo, gatillo fácil y encubrimiento?

La duda jurídica está despejada y zanjada. Quizás ya estaba resuelta antes de iniciar el juicio: los Albatros son penalmente responsables de asesinar por la espalda a Rafael Nahuel. Sin embargo, lo que siempre permanece estanco es la necesaria problematización por el racismo imperante (madre de todos los actos) que cargan las fuerzas de seguridad de la Nación en el seno de su accionar y forma de pensar: un mínimo indispensable que nos permita como sociedad no tener que lamentar un nuevo caso en los siguientes años. ¿Cuál sería el fin de este juicio y una posible sentencia a favor de la familia Nahuel? Todo lo contrario: el futuro está cargado de montajes y persecuciones al Pueblo Nación Mapuche. El territorio y el agua dulce se miran con la codicia de un buitre. Y el mensaje de gendarmería, como brazo ejecutor de la limpieza racial, resulta inconfundible: la sangre mapuche se cubre con nuestra propia pólvora. O mejor aún: la verdad se cubre con pólvora. Y con el despliegue de esta máxima sólo se puede esperar, por parte del Estado Nacional, más sangre e impunidad en su accionar. El círculo vicioso se proclama (lo volvimos a evidenciar en el caso del conscripto Pablo Córdoba): racismo, gatillo fácil y encubrimiento.