Bariloche: ser testigo de la deshumanización y el racismo en la Argentina

Por Jaime Carriqueo

La postulación a una muestra de fotoperiodismo me trae está vez a Furrilofche (Bariloche). «Gente del otro lado de faldeo» sería la traducción del término en mapuzungun que pu lamnguen ca pu peñi comenzaron a rescatar en la década del 80, cuando surgió el Centro Mapuche. Con gran esfuerzo y en forma autogestiva pudieron levantar «La Ruka» para la realización de actividades y brindar alojamiento a tanta gente que llegaba y llega del campo a la ciudad para realizar trámites, diligencias o por motivos de salud. Hoy ésta ruka alberga a cuatro mujeres mapuche presas políticas del estado argentino, luego del brutal y desmedido desalojo de la comunidad «Lafken Winkul Mapu» el pasado cuatro de octubre. Todas ellas y sus infancias se encuentran alojadas allí con prisión domiciliaria, mientras avanza el proceso judicial que buscará, luego de haber violado brutalmente los derechos humanos de mujeres, niñas y niños mapuche, condenar por usurpación, dando respuesta a un puñado de políticos y ciudadanos que se dicen argentinos y patriotas, pero que responden al poder empresarial y a los intereses de varios extranjeros como Lewis o el Emir qatari, entre otros.

La ciudad me recibe con mucho calor, aunque me refresca el solo pensar que en Fiske Menuco (Gral. Roca) la localidad de donde provengo, la temperatura a esa hora es varios grados más alta. El colectivo ingresando a la urbe me regala una panorámica formidable del lago Nahuel Huapi. Inmediatamente pienso en las veces que los lugareños han avistado al «Nahuelito» y fantaseo con la posibilidad de fotografiar a esa figura, logrando un registro de calidad que pueda vender a algún medio tendencioso, de esos medios bien amarillos como el color de la retama exótica que inunda las banquinas en esta parte del año. De lograr esa venta podría juntar unos morlacos que me permitan comprar un lente nuevo, mejorando el modesto equipo Nikon que cargo en una mochila vieja y desgastada. Rápidamente me salgo de esa lógica mercantilista, recordándome que no debo banalizar a «pu nguen» de los territorios, reafirmando también que soy un fotógrafo o mejor dicho un «fotografista» mapuche y que el camino que voy a recorrer en este viaje, es el de visitar a pu lamnguen presas, y a varias amistades que la vida y el activismo me han dado. La excusa es ser parte de la muestra dónde eligieron una imagen de mi autoría, y donde además podré escuchar y ver a Cora Gamarnik y Ana Cacopardo,  con esas historias de resistencias al modelo neoliberal que nos muestra en su reconocido programa. Esa gran documentalista nos anima a pensar en una sociedad distinta, y que otro mundo de verdad es posible. Con un gran esfuerzo en lo económico (la organización del festival no dispone de alojamiento y estadía para las y los fotógrafas/os que fuimos seleccionados) y gracias al compromiso de la Ñuke de mis pichi che que se queda a su cuidado, relevándome de esas tareas cotidianas y compartidas, comienzo mi recorrido en la zona andina, lugar de resistencias y del levantamiento de roles en el mundo mapuche, que a esta altura ya es noticia mundial.

La Ruka Mapuche se levanta en el faldeo de una loma, se encuentra próxima al edificio de Radio Nacional y pegada a la escuela de suboficiales de la policía rionegrina. Allí, en esa fábrica de milicos represores, flamea la bandera celeste y blanca. Varios escopeteros recorren el frente y los laterales del predio como advirtiendo a todo transeúnte que los uniformados dominan y controlan la zona. Mas atrás y por un camino cuesta arriba y de tierra, está la tranquera de ingreso a la ruka. Un peñi y compañero militante de un partido de izquierda que también participa como fotógrafo de la muestra, se ofrece a acercarme hasta allí. Al llegar, lo primero que vemos es a pu pichikeche (niñas/os) que se refrescan y divierten en una pileta de verano color azul, no tan azul y colorida como el lago Relmu Lafken (Lago Arcoíris) dónde se bañaban y jugaban libremente hasta hace unos días, pero que mitiga el calor y divierte a los más pequeños, mientras pu zomo de la ruka conversan con una persona joven y de tez blanca, que sin mucho esfuerzo reconozco como cronista de algún medio. Mientras saludo a los presentes en forma ordenada comenzando por mi derecha, pido disculpas por la interrupción, y ahí me cuenta este periodista que es parte de la cooperativa de medios Lavaca. Me ofrecen asiento y mate, y en silencio escucho atentamente el relato y la conversa de cada una de ellas sobre lo sucedido un mes atrás, cuando después de la visita a la ciudad de la nefasta Patricia Bullrich, el actual gobierno nacional y popular en la figura del ministro Aníbal Fernández, crea el Comando Unificado Patagónico para la represión y desalojo de la comunidad que recuperó territorio a Parques Nacionales; recuperación que se dio con un duro discurso a las políticas indigenistas y a las organizaciones y comunidades que se sienten cómodas bajo el ala del estado paternalista, también con duras acciones directas como cortes de ruta, que vieron afectados los intereses de grupos privados del negocio turístico e inmobiliario. Leí hace unos años en algún medio digital, lo dicho por un peñi catedrático que analizaba esta relación estado-pueblos originarios (en este caso el mapuche). Palabras más, palabras menos, decía que si las nuevas generaciones se levantan, se organizan y recuperan territorio de esta manera, debe ser porque a muchos de nuestros viejitos, a muchos de nuestros mayores se les fue la vida golpeando puertas de las oficinas de tierras y otras dependencias estatales, en busca de la titularización de los pedreros que en muchos casos ocupan y ocuparon, o porque mediante engaños fueron despojados de sus campos o corridos los alambres. Un caso concreto es el de las hermanas María y Natividad de la Lof Antual Albornoz, que fueron despojadas del campo donde nacieron por empresarios que alegan la propiedad de la tierra con un título mal habido. La recuperación se mantuvo por más de un año hasta que mediante un vil engaño del fiscal Lozada, llevaron a María a la comisaría dejando a su hermana en el casco con los alrededores sitiados por la policía. Pudo resistir unos 128 días en soledad con temperaturas de hasta 10 bajo cero. Su cuerpo y espíritu sintieron el rigor de la medida y debió ser asistida y llevada al hospital de Wawel Niyeu (Jacobacci). En este sentido, la Coordinadora del Parlamento Mapuche Chewelche denunció ésta y otras situaciones en la última marcha provincial «Inkaleiñ taiñ mapu» (en defensa del territorio) del mes de junio, y en las puertas de la Dirección de tierras, que ha posibilitado la concentración de miles de hectáreas a criollos y extranjeros; también el rol del poder judicial que, como en este caso, persigue, enjuicia y probablemente condene a quienes luchan por el acceso a la tierra y la vida digna. “Lo cantaba Berbel, el alambre y el fiscal pueden más”, deslizó Orlando Carriqueo (werken de la coordinadora) al interior del edificio de la (in)justicia rionegrina. Una comisión para la investigación de los títulos y transferencias de tierras debió investigar las denuncias por títulos mal habidos, comisión que nada resolvió. El pirata inglés que alambró un lago debió ser investigado, pero para muestra sobra un botón: la provincia de Río Negro apeló el fallo que obliga al magnate a liberar el acceso público del lugar.

Marcha provincial «Inkaleiñ taiñ mapu» (en defensa del territorio). Foto de Jaime Carriqueo

Me perturba escuchar el relato de pu zomo y todo lo vivido en aquellos días. Hoy más tranquilas y en un clima ameno de entrevista, sonríen y hasta ríen cuando recuerdan la proximidad de la escuela policial, si hasta se imaginan a ellas como objeto de práctica en materia de represión para los nuevos agentes, o cuando cuentan que se sintieron un poco aliviadas y fortalecidas estando en Buenos Aires luego de ese traslado forzado en avión y en horas de la noche, en el momento en el que escucharon el afafan (grito de arenga) de quienes se manifestaban afuera por el bienestar de ellas y el pronto regreso al territorio. Pasan las horas y se hace necesario regresar al evento fotográfico. Francisco, el cronista de Lavaca, termina su entrevista, agradece y me consulta por la posibilidad de acompañarme al evento donde la fotógrafa del medio está trabajando. Hacia allá nos dirigimos junto a Facundo. Para mí una yapita en este viaje compartir momentos con cronistas de aquellos medios alternativos y cooperativos que contrarrestan lo hecho por los amarillistas. Al día siguiente, regreso a la ruka para poder hacer un registro y conversar con pu lamnguen. Mientras preparo la cámara, mido la luz y seteo los parámetros, una de las ñaña (mujer mapuche) divisa por la ventana la figura de otros dos cronistas que se acercan, también de otra cooperativa que buscan con muchas ansias el mismo relato del día anterior. Una cálida luz resalta el colorido de sus vestidos y pu muñolonco. Lla reafirmación identitaria y el control territorial van de la mano con esa decisión política de usar a diario la vestimenta, por dónde quiera que vaya la mujer mapuche. En esta ocasión, debo dar paso a la gente no mapuche y solidaria que se acercan a compartir y visibilizar lo grave del operativo. Nuevamente me retiro y vuelvo al día siguiente. En esta nueva visita  gratamente me encuentro con un chachai (hombre mayor) que también es parte de la lof y que tiene un fluido manejo del mapuchezungun. Conversamos, reímos y hablamos en lengua dentro de lo poco que pude aprender en estos años. Por su lucidez en el pensamiento y palabra, me parece que estoy conversando con un joven weichafe de los que a cara cubierta levantan una barricada en la ruta y denuncian las maniobras del estado y su aparato represor, más tarde lo veo tomar una rama como r’chrü (bastón) y dirigirse al invernadero dónde otro peñi riega los cultivos. Finalmente puedo tomar registro fotográfico y hasta soy parte del festejo sorpresa del cumpleaños del chao (papá) de la machi Betiana siendo el fotografista del festejo. También puedo dialogar, ya con un poco más de confianza, con María Nahuel. Ella me cuenta y señala por la ventana, el lugar donde la reconocida machi guluche (persona proveniente del territorio hoy conocido como chile) Teresa Painequeo hacía nguilipun para el huiñoi chripantu. Fue ella quien anuncio en la década del 90 en una de sus visitas, que el rol de machi resurgirá en un nacimiento venidero; años más tarde, en otra de sus llegadas, reconoce ese rol en una pichi malen llamada Betiana. Comienza después un largo y arduo camino como machil (persona en proceso de preparación para el rol de machi) para levantar a quien para nosotros pu mapukeche es la autoridad máxima en nuestra cultura aquí en Puel Mapu. La comunidad urbana de la que formo parte, rescató la práctica de esta ceremonia en el año 1997. En esa fría madrugada comprendí la importancia de escuchar y guardar los relatos de nuestros mayores, de respetar los silencios para oír mejor el crepitar del pillan cuchral (fuego ceremonial). También escuché y vi por vez primera a un joven de mi edad tocar el ñorkin; quedé maravillado por ese estridente sonido. Aquella noche me acompañó un peñi amigo del barrio y compañero de la escuela secundaria; por esas cosas de la vida, mi peñi anay hoy vive en Furrilofche. Cuando en esta visita al fin me encuentro con él luego de varios años sin verlo, me cuenta que la ruca de su compañera fue allanada el pasado 29 de octubre en simultáneo con los domicilios de María Nahuel, Isabel “Pity” Huala, Fiorella Huala entre otros familiares. Días antes, los allanamientos llegaron a la casa del comunicador mapuche Oscar Moreno, con una clara intención persecutoria y de amedrentamiento hacia su persona.

María Nahuel sostiene, dentro de la ruka mapuche, a uno de sus nietos menores. Foto de Jaime Carriqueo

A la machi Betiana y su ñuke María las vi por primera vez en unas audiencias que se realizaron en la cámara de apelaciones en Fiske Menuco. Allí la defensa a cargo de la Gremial de Abogadas y Abogados expuso la pericia antropológica sobre tan importante rol de machi que ejerce la joven Betiana, pericia que no fue aceptada por la justicia porque para la gremial no se quiere reconocer que la cuestión de fondo es lo territorial. En esa jornada hubo varias absoluciones y pude tomar registro desde el interior de la sala a estas dos mujeres de las que hasta ese momento venía escuchando o leyendo en alguna noticia. También pude escuchar a María denunciar en conferencia de prensa en las afueras de los tribunales federales, el terrorismo de estado que los procedimientos desplegaron sobre la comunidad en el año 2017 cuando el grupo Albatros asesinó a Rafael Nahuel iem. A la machi, que aún era menor, estando en el piso, la querían obligar a comer tierra: “¡Come tierra india de mierda!”, le gritaron ya reducida y precintada, entre otras terribles vejaciones.

Retrato de la machi Betiana Colhuan detenida en Bariloche. Foto de Jaime Carriqueo

En la reciente incursión del llamado «Comando Unificado Patagonico» del pasado mes de octubre, hay que decir que en esta ocasión está al mando un tal Aníbal, que tiene bigotes y aduce tener sangre originaria igual que José, pero que todos sabemos que su perfil y conducta son iguales a las de Julio; la irrupción en el territorio mapuche y en especial al Lelfün (espacio ceremonial) donde la machi tiene su rewe, fue brutal y completamente desmedido. Cuentan que muy temprano en la mañana, mientras se dirigían a realizar nguillipun, escucharon detonaciones y las ramas que se quebraban ante el avance de las botas en todas direcciones. Otra vez se vieron violentamente reducidas, otra vez el racismo y el fascismo explícito de los cuerpos armados. Otra vez violencia contra las infancias y sus madres. Con un embarazo a término, a Romina Rosas la arrastraron por el piso varios metros en su detención, luego de un traslado en vehículo que para nada cuidó su condición; fue alojada en una habitación del hospital zonal, cercana a pacientes psiquiátricos y expuesta a contraer cualquier virus o bacteria intrahospitalaria. Allí perturbaron su tranquilidad y sueño cada vez que pudieron. Las requisas eran hasta de madrugada, recuerda ella. A su piti choyum (brotecito) el estado racista le robó el derecho a nacer libremente, en el territorio, en la práctica diaria del feyentun como toda la lof esperaba. Por su parte, Celeste Güenumil contó también cómo su pequeña de cinco años se interpuso ante un uniformado que pateó el moisés de tela donde estaba su hermanita de tan solo meses. Muy grave fue el traslado forzado de otras zomo en avión y de noche al centro del poder político nacional, obligadas a mostrar su desnudez una y otra vez y delante de cualquiera. Incomunicadas, desaparecidas por varias horas. La presión social y la rápida movilización y solidaridad de tantas y tantos, las fortaleció y las trajo de vuelta al lafken mapu (zona cordillerana).

En la ruka mapuche varias generaciones pasaron en busca del quimün que en nuestras familias no fue transmitido. Mucho ya hemos hablado del por qué no se nos enseñó tal o cual cosa. Es un largo proceso de rearmado y reconstrucción de nuestro mundo que lleva su tiempo, y que en cada persona el momento llega de distintas formas, aunque a algunos nunca les llega o tristemente se posicionan del lado del opresor tomando el discurso de «pseudo mapuche». En esas paredes veo dibujos y pinturas, veo láminas para la enseñanza y aprendizaje de la lengua, veo fotos de Rafita y Elías. Los espacios están llenos de risas, gritos y corridas de pu pichikeche, cada tanto hay algún llanto. Soy testigo de momentos de ternura y abrazos entre pu ñuke y sus infancias. Veo a María levantar en brazos a su piti iom (nietito) y acunarlo para que duerma. Se para frente a una ventana y pierde su mirada. La observo detenidamente e intento adivinar qué piensa, qué analiza. Quizás esté pensando cómo seguir en este proceso que avanza y en el cual será muy difícil ganar la pulseada al poder político-judicial-empresarial-mediático. Quizás esté recordando lo dicho por la machi Teresa Painequeo cuando se anunció el regreso de tan importante rol para nosotros y para el resto de la sociedad, que aún una gran parte parece no comprender. Ese rol espiritual que Betiana lleva adelante, implicó una crianza distinta a la de otras infancias, un duro camino de aprendizaje para nada sencillo, los hechos lo demuestran. En estos días que fui de visita, pu pichikeche ya se me acercan con ansias de pedir prestada la cámara. Les pido que se ordenen y con el consentimiento de los mayores presentes les dejo que tomen varias imágenes de ellas y ellos mismos, fotografías que luego enviare o traeré impresas en una futura visita. Quizás haya entre ellas/os un futuro audio visualista. Recuerdo que hace unos años en una lof del Cume Hue (Alto Valle) en una actividad de reconocimiento del lawen, otros pichikeche parecidos a estos, durante el recorrido por la barda me siguieron de muy cerca, hasta que uno de ellos se animó a hablarme y entre zampas y jarillas me dijo: «señor fotografista, ¿nos saca una foto?». Desde ese día, me defino así. Comunicador, fotografista, militante y activista de la imagen. Me voy compartiendo un almuerzo con ellas y ellos, una mesa larga, varias sillas y muchas caritas y manos pequeñas alimentándose entre risas y algún llanto. Pienso en lo difícil de sostener la prisión domiciliaria con las infancias en esos espacios muy lejos y distintos al bosque y pu ruca. Días muy distintos a los que venían viviendo libremente. Sus placentas están enterradas en el territorio, su vínculo con el lugar es único. Cuentan pu ñuke (madres) que cuando llegaron los represores, pu pichikeche huyeron a refugiarse al bosque que ellos conocen como pocos mientras los uniformados disparaban con balas de plomo. Pasaron a resguardo en la montaña varias horas sin ser encontrados. Ni las cámaras termo gráficas pudieron ubicarlos. Allá todavía permanecen pu peñi, pu aukache que no van a claudicar en la recuperación del territorio.

Llega el domingo y se terminaron mis días en lafken mapu. Regreso a Fiske y le cuento a mis hijos pequeños Aukan y Lihuenco sobre la visita a la ruca y la necesidad de solidaridad con las infancias que allí habitan. Les propongo envíen de regalo la pequeña pileta para bebes que les quedo chica hace rato. Con mucho entusiasmo se preparan para el embalaje y sugieren hacer un video de saludo y también enviar cartas y dibujos. Nosotros vivimos muy cerca del leufu (río). Podemos estar allí en una entretenida caminata que nos lleva unos diez minutos para refrescarnos en ese río no tan limpio como el conocí en mi infancia. Igualmente somos afortunados de tenerlo cerca. Las familias de los barrios altos no corren con la misma ventaja, la distancia, el costo del transporte público y la falta de agua de red en el verano con temperaturas que oscilan los 44 grados los condicionan cada año, al mismo tiempo que las inversiones para garantizar el vital elemento no llegan. Cuánta gente hacinada en la periferia citadina. Cuanta tierra fértil, productiva y cercana al río en manos de tan pocos. Acá en la ribera tenemos los que yo llamo “los lewis criollos”, ciudadanos con mucho poder. Si hasta una lof desalojaron hace unos años para emplazar un barrio náutico privado con salida el río y con muelles exclusivos. Cuánta letra muerta en la Carta Magna que tantos patriotas dicen defender con la vida.

Llega el viernes y afortunada e imprevistamente el camino se presenta para retornar a Furrilofche, esta vez para participar del parlamento mapuche chewelche que se resolvió convocar ante los hechos de público conocimiento. Como siempre, la noble Nikon está lista en la mochila para registrar esa diversidad de pensamiento, de opiniones y de vidas que esa reunión de comunidades propone. Dicen que yanakonas hubo siempre; a estos siempre les molestaron e incomodaron los planteos de autonomía, de libertad y de auto determinación como se dan ahora y como se dieron en los últimos tramos de la avanzada militar al mando de Julio Asesino Roca. Al respecto, me cuenta Adrián Moyano, quien en varios de sus libros se explayó sobre esto, que el lonco Curruhinca le pedía al lonko Sayweke la presentación o rendición; también que su gente guió a los milicos hasta el río Limay. Otro de los traidores fue Millaman, que también guió a los milicos y atacó junto a ellos las tolderías de Rewkecura. En los días previos al desalojo del cuatro de octubre, en la marcha patriótica, se pudo ver al lonco Huenchupan abrazarse con Patricia Bullrich, responsable política de la desaparición forzada y asesinato de Santiago Maldonado, como así también del asesinato por la espalda de Rafael Nahuel iem, sin perder de vista que en este nuevo desalojo y represión, también tuvo responsabilidad, al fin y al cabo, como cantan Las Manos de Filippi “no era gruesa la grieta, la grieta no era tan gruesa”. El mismo lonco que se presentó al parlamento el primer día buscando que los presentes “pisemos el palito” para luego ser noticia en los medios afines, igualmente salió victimizándose en esas páginas virtuales de los medios amarillos como el color de la retama.

En la foto se ve al lonco Huenchupan retirarse. Previamente había amenazado a las personas presentes afirmando: “¡Esto no va a quedar así! ¡Voy a mandar a gendarmería!». Foto de Jaime Carriqueo

Concluye el parlamento y entre tantas definiciones importantes, se decide caminar hasta la ruca para saludar y solidarizarse con pu zomo presas. Un nutrido ayekan se hace oír en el patio del predio. Pienso que en otro tiempo, esta organización no hubiera asumido esta postura. De hecho no lo hizo cuando un once de octubre hace unos cuantos años atrás, otros peñi lamnguen intentaron una recuperación similar a esta de la Lof Lafken Winkul Mapu. Me toca de cerca esta acción porque veo a mi tía, quien además es lonco de nuestra lof, con voz quebrada dialogando en un fluido mapuzungun con Betiana. Mientras tomo algunos registros, pienso también que al interior del mundo mapuche, de la sociedad argentina y el mundo, hay un antes y un después de aquella recuperación territorial en «Kurra Mapu» (Cushamen) al magnate Benetton. Aunque aún hay comunidades pro extractivismo, organizaciones que dicen caminar muy cómodas hacia un estado plurinacional y no reconocen la diversidad de posicionamientos como el de estas lofche, veo que aún hay una rebeldía necesaria para seguir avanzando hacia el control territorial con una firme decisión.

Se cumplieron este fin de mes, cinco años del asesinato de Rafita. Esa tarde nos encontrábamos trabajando en un taller de fotografía junto a los fotógrafos Gustavo Figueroa y Felipe Durán, quien estuvo once meses en prisión política por un burdo montaje de carabineros, cuando a través de las redes sociales nos enteramos que había un herido de bala en el territorio de la Lof Lafken Winkul Mapu.Inmediatamente suspendimos todo y nos fuimos a concentrarnos al centro de la ciudad. Un recuerdo triste e imborrable para los presentes aquella calurosa jornada.

Para la comunicadora social, docente e investigadora del fotoperiodismo en argentina Cora Gamarnik, hay fotografías que se convierten en símbolos o iconos por sus usos y contextos. Algunas de las imágenes que he tomado y compartido en mis redes para su libre circulación, han sido usadas para la elaboración de gráficas en apoyo a la lucha. Gratamente las he visto como flayers, ilustraciones digitales y también en algunos paños para su comercialización. Mi compromiso asumido ha sido siempre ese, aportar desde mi mirada en el lente (Tañi Azquintu-Ñi Az). Espero que aquellos que sacan algún redito económico de estas instantáneas, no olviden que se necesitan aportes para que la prisión política sea un poco más llevadera.

Mientras cierro está líneas, comenzó en Bariloche el juicio contra los asesinos de Elías Garay, sicarios del empresario Rolando Rocco, que ingresaron al territorio recuperado con la beña de la gobernadora Arabela Carreras.

La solidaridad de muchas y muchos llega a la ruka. Hay docentes que han preparado actividades y visitas para ellas y ellos. Otro peñi donará otra pileta de verano, en muchos lugares se hacen actividades para recaudar fondos que servirán para alimentar a quienes allí habitan. Muchas y muchos llegan con actividades para las infancias. Es necesario definir cómo seguir en este duro contexto y de avanzada de la derecha criminal. La Escuela Primaria Nº 202 de Villa Mascardi donde concurrían pu pichikeche, a sabiendas del inminente operativo, miró para otro lado y cerró sus puertas a los niños para que los represores monten su centro de operaciones. Con sus prácticas genocidas, el Estado y sus instituciones, debiendo ser garantes de los derechos humanos, descargaron toda su furia sobre un puñado de familias mapuche con energúmenos preparados para la guerra.