CULTURAS

 

 

En la lengua Yãnomamè, que es una de las seis que forman parte de la familia de lenguas yanomami, la palabra «utu» significa sombra, y también espíritu. En la cultura yanomami cualquier cosa tiene un espíritu, ya sean objetos, animales o elementos de la naturaleza. Cuando alguien muere, con él debe desaparecer todo lo que le pertenecía: se destruyen o queman los bienes materiales, se destruye la granja, se queman las casetas de caza, se borran las huellas.

Después del contacto con el hombre blanco, por extensión el término «utu» pasó a ser usado para indicar fotografía, diapositiva, imagen reproducida. Durante los cuatro años y medio que viví entre ellos, hice relativamente pocas fotos. A los yanomamis no les gustaban ser fotografiados porque temían que los autores y propietarios de las fotografías no respetaran el tabú cultural, muy sentido en aquella época, según el cual, si se quedaba una sola foto, el espíritu del muerto no podía alcanzar la dimensión que ellos llaman «tierra de arriba».

Las nueve imágenes reunidas aquí datan de finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. Podrían ser vistas con interés científico como un registro etnofotográfico, pero las propongo por razones sentimentales: tomé la decisión de ir a trabajar con los yanomamis después de haber sido seducida por las hermosas e intrigantes fotografías tomadas por otros que ya interactuaban con ellos.

Espero que los observadores de mis fotos puedan ir más allá de las apariencias, más allá de las formas. Me gustaría que vieran a los yanomamis como yo los veo: mujeres, niños, hombres, ancianos en actitudes simples y cotidianas, en nada inferior a nadie, sólo diferentes en su especificidad cultural; seres humanos siempre amenazados de genocidio y etnocidio por el hombre blanco que quiere aculturarlos, evangelizarlos, destruir los bosques, saquear los subsuelos en nombre de una supuesta superioridad cultural.

A veces incluso la prensa ataca a los indígenas, cuando utiliza clichés, términos banales, superficiales, folclóricos, discriminatorios, sensacionalistas. Si tuviéramos la humildad de escuchar a los yanomamis, de observar su sagrada relación con la naturaleza y con todos los espíritus que la componen, dejaríamos de llenarnos la boca con la palabra «ecología», que para los occidentales es un mero término de moda. Para los yanomamis, y otros pueblos indígenas, la «ecología» es una forma de vida, prueba de ello es el hecho de que han conservado la selva amazónica intacta hasta el día de hoy.