La semana pasada sostuve que la pandemia en la que estamos sumergidos nos está forzando a repensarlo todo, partiendo por una suerte de análisis introspectivo, una reflexión sobre el sentido de nuestras vidas y el modelo de sociedad en que queremos vivir.

El análisis introspectivo y el sentido de nuestras vidas entran en el ámbito psicológico y filosófico, en tanto que el modelo de sociedad cae en el campo sociológico y político. No obstante, en vez de abordar aisladamente cada uno, procuraré hacerlo en forma sistémica dado que están fuertemente relacionados. La pandemia nos está invitando a repensar varios temas, en particular cuatro, de los cuales ahora abordaré dos.

Uno, la importancia de hacer un alto, de asumir una vida más pausada, de no tener que andar corriendo por parte de quienes tienen más recursos. Que la codicia, las ambiciones desmedidas no guíen sus vidas, mientras que quienes tienen menos recursos deben transpirar la gota gorda trabajando toda su vida. Bajo el modelo de sociedad actual, no pueden disminuir su ritmo de trabajo sin ver menguados sus escasos ingresos. Con el actual nivel de desarrollo científico-tecnológico esta realidad no tiene por qué ser así.

Dos, la relevancia de asociarnos con los demás y con la naturaleza de otra manera, de llevar adelante una vida con menos guerras y más ecológica. Una vida que no vea a quienes nos rodean como potenciales enemigos y no mire la naturaleza como un recurso a conquistar y explotar. Es insostenible una sociedad que para satisfacer sus necesidades deba estar en permanente crecimiento en un contexto de recursos naturales finitos. Bajo este esquema estamos hipotecando el futuro de las generaciones que vienen, nuestros hijos y nietos. La misma pandemia está delatando, a nivel mundial, la precariedad bajo la cual opera el sector salud dada la falta de recursos disponibles para enfrentarla. Ello no obstante que sobran recursos cuando se trata de desatar una guerra armamentista. Esto es válido no solo en los países subdesarrollados, sino que también en los países desarrollados.

Estos dos temas son los que nos invitan a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre la forma como nos relacionamos con la naturaleza. Debemos ser capaces de pensar en nuevos estilos de vida, nuevas pautas de consumo, nuevos métodos de producción biológicamente sanos, en armonía con la naturaleza, en nuevas formas de propiedad y de asociación entre propietarios, administradores y trabajadores.

En la próxima columna abordaré los otros dos temas, los que se vinculan con la necesidad de una revalorización de lo público, porque a la hora de la verdad, moros y cristianos todos terminan apelando al Estado, y con la relevancia de disponer de un piso de seguridad que permita superar colectivamente, sin traumas ni depresiones, contingencias como la que vivimos.

 

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