Evo Morales insiste con las salidas noviolentas. Busca el remedio para evitar un escenario cruento, del que Bolivia tiene antecedentes. Conoce a quienes lo acompañan y sabe que no van a abandonar las convicciones, que no se van a dejar linchar y exterminar por los odiadores de “indios”.

La oposición lleva el discurso fanático religioso a un estadío en el cual no hay vuelta atrás. Hay que purificar con fuego todo lo que está, según ellos, mal. Se queman locales partidarios del MAS, se queman radios de los pueblos originarios, se queman delegaciones de gobierno, se queman las casas de los representantes políticos oficialistas, etc…

Y una parte de la sociedad, enceguecida por la manipulación mediática y discusiones de forma y no de fondo, alimenta las hogueras con cuestionamientos menores, con acompañamiento a los llamados de “defensa de la democracia”, “no al fraude” o “Evo asesino”. Esta última consigna la más delirante, ya que no se sabe a quién podría haber matado el presidente.

¿Quieren que yo también me suba al carro de los que critican a todos? Bueno. Morales no tendría que haber acatado la voluntad popular de volver a postularse, debería haber enfrentado a sus seguidores y explicarles que las fuerzas del mal iban a aprovechar su recandidatura para incendiar el país. Lo del incendio es literal, sí, quemaron la Chiquitanía, el Amazonas boliviano, etc…

Pero también Evo falló en la no construcción de unas Fuerzas Armadas populares, preparada para defender la institucionalidad, pero sobre todo, para evitar que quienes se manifiestan sean violentados por asaltantes anónimos con armas de fuego, bazookas caseras, antorchas, cuerdas y palos. Las imágenes de las mujeres indígenas atacadas por turbas enloquecidas son desmoralizadoras.

Todos nos equivocamos al dejar que la mentira siga corriendo de boca en boca, que el sentir de la canalla anidara en nuestros corazones, que no tuviéramos el temperamento de enfrentar a los inquisidores, de denunciarlos, de condenarlos. Nos equivocamos al confiar que la sedimentación de los procesos sería suficiente garantía de los progresos de la humanidad. Subidos en una tabla que surfea las olas que cada vez iban llegando un poco más lejos, conquistando más derechos, despertando comprensiones. Fuimos ingenuos.

El enemigo de Evo, es el enemigo de todos, es el enemigo de la humanidad. No me molesta, ni asusta, ni perturba, formar parte de este bando. Es un bando impuesto por las circunstancias, impuesto por la historia, impuesto por las correlaciones de fuerza, por la extrema codicia de unos pocos capaces de seducir a montones. Es un bando en el que hay que luchar, porque todo lo que no sea contener esa fuerza destructiva, es alimentarla, es darle mayor alcance y volumen.

Nos vemos en las luchas. Con la humanidad chilena que rechaza la desigualdad profunda, con la humanidad ecuatoriana que le dice no al intervencionismo foráneo, con la humanidad argentina que en las urnas le dijo basta al neocolonismo, con la humanidad brasileña que abraza a Lula Libre y enfrenta el fascismo Bolsonarista y con la humanidad boliviana que rechaza los golpes de estado y la prepotencia como modo de resolver los conflictos. Con toda la humanidad latinoamericana que se propone una Patria Grande de Paz y Justicia Social.