Por Sergio Ciancaglini. Fotoreportaje de Nacho Yuchark / lavaca

En medio del desastre, los Huni Kuin sonríen, e invitan a almorzar.

Llevamos pescado. Ellos pusieron el arroz, la generosidad y el talento.

Son parte de un pueblo de 11.000 personas que viven en el Amazonas, en el estado de Acre, al que se llega por una ruta local que parece bombardeada. Creen que los fazendeiros les quemaron sus hectáreas de bosque para obligarlos a abandonar el lugar.

La noticia: los Huni Kuin no se irán.

El bosque, cuenta Isaka, es la farmacia viva de la comunidad. Recorrimos esa farmacia quemada: suelo negro, cenizas grises, árboles achicharrados.

Dice: «Es triste».

Le pregunto a Isaka de qué depende el futuro.

Responde:»De la amistad».

No se trata de una teoría política sino de algo todavía mayor: el ejercicio cotidiano de un pueblo que, pese a todo, sonríe e invita a almorzar.

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