Por Frank Plasencia, Froilán Barrientos, Christian Luis, Camilo Miranda

Tras el escándalo que se desató hace unas semanas al salir a la luz el verdadero contenido de los productos lácteos de Pura Vida, una marca bandera y muy popular en el Perú, quedó comprobado que se pueden violar con facilidad los estándares de regulación peruana para comercializar un producto alimenticio en el mercado de este país, sin importar las tan cuestionables irregularidades que presente. Esto conlleva a una serie de alarmantes preguntas, tales como: ¿Podemos confiar en el contenido de las etiquetas de los demás productos de este mercado? ¿Es efectivo el trabajo de las entidades reguladoras? ¿Están afectando a nuestras familias el consumo de estos productos?

Sin duda, cada país tiene establecido un diferente conjunto de normas y regulaciones para la comercialización de alimentos, siendo algunas más severas que otras. Sin embargo, es decepcionante saber que autoridades de otro país (Panamá) tuviera que denunciar una irregularidad en un producto peruano para que las autoridades del Perú tomen cartas en el asunto, dejando en evidencia la poca efectividad de las regulaciones peruanas en la industria alimentaria.

Debido a esto, ese evidente que no se puede confiar en las autoridades, ya que están coludidas con las grandes empresas en mira de aumentar la rentabilidad del mercado a cualquier costo. Por citar un caso cotidiano de estas prácticas tenemos al azúcar industrial. La mayoría de las personas imagina que este producto es procesado a partir de la caña de azúcar, pero realmente es procesado a partir del maíz transgénico, y está azúcar industrializada tiene serios efectos negativos en el organismo humano, como la obesidad.

Un punto muy importante acerca de este tema es que, las regulaciones que se han establecido en el Perú fueron definidas muy sospechosamente a través de entidades públicas, como la Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA), sin embargo, lo hicieron de manera conjunta grupos económicos que operan en el país, tales como empresas dedicadas a la producción de bebidas gaseosas. A su vez, estas agrupaciones transnacionales invierten grandes sumas de dinero en donaciones a entidades públicas vinculadas a la salud, regulaciones, ONGs de apoyo para la salud de niños y jóvenes, entre otros. Esto debería de ser investigado en detalle puesto que las regulaciones suelen ser menos estrictas para dichas empresas, lo que hace pensar que las autoridades regulatorias prefieren beneficiar a los empresarios antes que garantizar la salud de las personas.

Existen normas reguladoras, como la Norma Técnica Peruana NTP 209.038, para alimentos envasados y etiquetado, que fue publicada en el año 2010; ésta fue revisada en varias oportunidades debido a algunas imprecisiones que presenta; la última revisión se hizo en el año 2014. A continuación, se muestra como la presente norma regula el procedimiento de etiquetado, ya que es parte fundamental para diferenciar la calidad de los productos.

La NTP 209.038, en el artículo 6 inciso 6.1.1.2, muestra que junto o cerca del nombre del producto deberá incluirse alguna referencia acerca de su naturaleza o condición física, con el motivo de evitar que se induzca a error al consumidor. Este punto hace referencia a la violación que cometió la antes mencionada marca de productos lácteos. Además, en el mismo artículo se puede encontrar el inciso 6.1.2, el cual detalla la lista de ingredientes que debe llevar la etiqueta del producto y establece que en ella se deberá especificar los ingredientes empleados y su respectivo peso en orden decreciente, a excepción de aquellos que representen menos del 5%. Cabe resaltar que los ingredientes dispuestos para su fabricación deben ser presentados con precisión; sin embargo, las empresas del rubro omiten dicha normativa.

Más aún, el inciso 6.1.2.10 de la mencionada norma genera cierta incertidumbre respecto a los alimentos que se presentan al consumidor, ya que permite el uso de un nombre genérico. Por ejemplo, para “Todos los tipos de sacarosa” se podrá utilizar el nombre genérico de “Azúcar”. Claramente es posible interpretarse de la siguiente manera: Se puede obtener este sub producto por cualquier método, no importando si es dañino para la salud o no.

Otra clara evidencia de la falta de control en las regulaciones y normativas peruanas se presenta en la siguiente imagen, la cual muestra el mismo producto, pero con diferente etiquetado dependiendo de la región o país en la cual se distribuye.

Otro aspecto importante a recalcar es que, en otros países, como Chile, se obliga a las empresas alimenticias a especificar los valores negativos que presentan sus productos, y no solo en los productos de importación como nuestro conocido ají envasado “Tarí”, sino también en la mayoría de sus productos nacionales según la disposición de la nueva ley de etiquetado de alimentos de ese país. Esto para algunos demuestra el interés del gobierno chileno por la salud de sus ciudadanos, en contraste con nuestro país, ya que dichas etiquetas de fondo negro poligonal y grandes letras blancas son puestas por el Ministerio de Salud de Chile (Minsal) como advertencia a los consumidores, declarando que el etiquetado convencional exige al consumidor una lectura con información compleja, lo que las hace de difícil comprensión y evaluación.

Esta iniciativa ha tomado muchas críticas por el público en las redes sociales, como Twitter; sin embargo, se aplica por ejemplo a la mayoría de productos alimentarios del grupo Alicorp, siendo una propuesta digna de imitar en nuestro país, en donde hace unos días se aprobó la ley que previene a las personas del consumo excesivo de ingredientes dañinos causantes de obesidad y otras enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, infartos, y algunos cánceres, con el objetivo de informar al usuario y tenga conocimiento de los perjuicios que le producen ciertos alimentos que adquiere para su consumo, ya sea de empresas nacionales o de importación. No obstante, esta norma no se aplicará hasta dentro de 3 años.

A raíz de la preocupante situación actual descrita, se invita al lector a informarse acerca de los productos que consume diariamente, con el objetivo de evitar cualquier condición no deseada. Un cambio puede iniciarse al dejar de consumir aquello que nos perjudica de forma silenciosa, y difundir esa información en nuestro entorno, lo que ayudará de forma contundente a este fin. Finalmente, se hace un llamado a las autoridades para corregir los estándares de regulación y a sancionar oportunamente a las empresas con irregularidades, con el objetivo de defender los derechos de las personas, como es la salud.