Por Juan Gómez Valdebenito

El próximo lunes 26 de Marzo comienzan en la Sede Central de Naciones Unidas en Nueva York las negociaciones tendientes a dar forma a un Tratado que prohíba definitivamente las armas nucleares.

Esta noticia, fundamental para el futuro de la humanidad, permanece totalmente silenciada, y por lo tanto ignorada por la opinión pública latinoamericana.

La iniciativa se gestó hace unos cuatro años a instancias de países como Noruega, Mexico, Costa Rica y Austria, quienes cansados de la falta de voluntad en el cumplimiento del artículo VI del Tratado de no proliferación nuclear que establece iniciar negociaciones de buena voluntad tendientes a la eliminación de las armas nucleares.

Con el fin de crear conciencia en la comunidad diplomática internacional estos países organizaron sendas Conferencias sobre el impacto humanitario de las detonaciones nucleares, la primera en Oslo, la segunda en México, y la tercera en Viena en 2014, siendo esta última la que dio el puntapié inicial al proceso de prohibición de estas apocalípticas armas, al solicitar a los países participantes un Compromiso Humanitario formal por la prohibición, que obtuvo la respuesta favorable de 123 países.

Este acuerdo que posteriormente se votó en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2015, la que acordó conformar un grupo de trabajo de composición abierta (OEWG) con el propósito de concretar medidas legales efectivas y provisiones legales y normas con el fin de avanzar en las negociaciones multilaterales para lograr un mundo libre de armas nucleares.

Con el informe favorable de esta Comisión y con el voto favorable de 113 países la Asamblea General acordó en diciembre pasado el iniciar las negociaciones tendientes a la redacción de un Tratado que prohíba definitivamente las armas nucleares, aunque los países que las poseen no lo suscriban.

Todo este proceso ha sido impulsado por la sociedad civil, quienes con alrededor de 200 organizaciones distribuidas en más de 80 países, bajo la coordinación de la Red Internacional para la prohibición de las armas nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés), han presionado a gobiernos, parlamentarios, jueces, alcaldes, líderes religiosos y morales, para que apoyaran e impulsaran las negociaciones tendientes a la prohibición.

El sustento moral que defiende estas negociaciones es como decía antes, el impacto humanitario que las detonaciones provocarían en el ecosistema planetario que amenazaría seria e irreversiblemente la supervivencia de la especie humana y animal sobre la faz de la tierra. Y la vegetal tardaría décadas en recuperarse parcialmente.

El efecto termonuclear de una detonación mataría a miles de personas si se utiliza en lugares poblados como fue el caso de Hiroshima y Nagasaki, pero la radiación nuclear dañaría gravemente a cientos de miles más durante décadas causando malformaciones congénitas a varias generaciones. El sufrimiento que provocan las quemaduras por la radiación es inimaginable lo que se agrava por la absoluta incapacidad de las instalaciones hospitalarias de atender aunque sea a un mínimo porcentaje de los heridos quemados y mutilados.

Y aunque los efectos de la detonación y la radiación estarían circunscritos a una determinada zona geográfica, los especialistas han calculado que la detonación de cien bombas nucleares de potencia mediana causarían hambrunas en todo el planeta al producir el denominado invierno nuclear que causaría daños irreparables a la agricultura, mermando gravemente su capacidad de producir alimentos para la población mundial.

Por lo tanto quienes crean que están a salvo porque viven en zonas muy lejanas del probable escenario de un conflicto nuclear, incluso en otro continente, se equivocan, ya que su efecto sobre el clima y por consiguiente sobre la agricultura y la ganadería serían planetarias, alcanzando sus efectos por tanto, a todos los habitantes del mundo.

La principal razón jurídica en la que se fundan los abolicionistas es que va contra el derecho internacional ya que el Tratado de no proliferación nuclear (TNP) sólo permite que los países que al momento de celebrarse el Tratado podían conservarlas, pero prohíbe expresamente que otros países puedan desarrollarlas. Tal es así que sólo nueve países las poseen, los cinco países que conforman en Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (EE.UU., Francia, Reino Unido, China y Rusia) más India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, país que se salió del TNP para poder desarrollarlas. Esa discriminación arbitraria resulta inaceptable para la comunidad internacional que sostiene que ningún país tiene el derecho de estar por encima de otro y tener a todas las naciones bajo la amenaza permanente de una catástrofe humanitaria. Por lo tanto la prohibición y eliminación total y definitiva es la única solución para esta aberración del Derecho Internacional.

La justificación para seguir teniendo estos peligrosos artefactos según los países poseedores de armas nucleares es la disuasión, es decir la amenaza de una respuesta nuclear a cualquier agresión por parte de un país enemigo. Incluso entre países nucleares (poseedores de estas armas) evitarían un conflicto armado, ya que las consecuencias de un conflicto nuclear serían como ellos mismos saben, apocalípticas.

Sin embargo este argumento no resiste un análisis profundo ya que la peligrosidad de estas armas es más alta que la disuasión que pretenden asegurar. Las posibilidades de una detonación nuclear ya sea por accidente, error de cálculo, falsa alarma, o incluso terrorismo o hackeo, son altísimas como ha quedado demostrado a través de la historia, y de la cual la humanidad se ha salvado por milagro.

Las negociaciones tendientes a la prohibición se realizarán sin la participación de los países nucleares que han votado en contra de un acuerdo de esta naturaleza. También han votado en contra los países que se encuentran protegidos bajo un “paraguas nuclear”, que es una especie de escudo que evita el impacto de un artefacto nuclear en su territorio, invento desarrollado por EE.UU., a los que se encuentran acogidos gran parte de los países de Europa, fundamentalmente los pertenecientes a la OTAN, más Australia y Japón. También se han pronunciado adicionalmente en contra los países que tienen emplazamientos de estas armas en su territorio. Tal es el caso de Alemania, Italia, Turquía, Holanda, este último país sin embargo se abstuvo en la votación sobre la prohibición.

Ha llegado a tanto el desparpajo de los países nucleares, en particular de EE.UU., que en vez de tender hacia la reducción y eliminación de las armas nucleares como lo acuerda el TNP y el Tratado START III firmado por EE.UU. y Rusia en 2009, han anunciado la modernización de sus arsenales nucleares, y en el caso de EE.UU., con una inversión de un trillón de dólares para los próximos treinta años

Con el Tratado se pretende en una primera etapa la estigmatización de todo los relacionado con las bombas nucleares, más que el efecto práctico mismo que pueda tener la prohibición en términos de la eliminación de estas armas. La estigmatización se refiere a la condena moral de la que serían objeto los países nucleares, y de todas las industrias que se dedican a su fabricación y a quienes las financian, ya que para nadie es indiferente aparecer ante la opinión pública mundial como empresas que realizan actividades ilegales, prohibidas por el Derecho Internacional.

Ya que en efecto, hasta el momento la única arma de destrucción masiva que no está prohibida legalmente es la nuclear, al menos para los países poseedores en virtud del TNP. Las armas biológicas, las armas químicas, las minas antipersonales, las bombas en racimo, todas están prohibidas hace años por sendos Tratados y Convenciones Internacionales. Y a pesar de que esto no significó en una primera etapa su eliminación fuese completa, y tal vez aún no lo sea, su uso es sumamente escaso y absolutamente desacreditado. Incluso las armas convencionales están restringidas en su comercialización en virtud del Tratado de Comercio de Armas, el cual tiene procesos de revisión y verificación bianuales.

Sin embargo de todo esto como decía en un comienzo, se publica poco y nada en la prensa latinoamericana, salvo en lo referente a los ensayos nucleares de Corea del Norte, la principal amenaza en el continente asiático, que por el temor que genera su administrador, puede desatar un conflicto nuclear de proporciones incalculables.

Esta situación ha llevado al grupo de científicos atómicos que maneja el denominado Reloj del Fin del Mundo a correr sus manecillas hasta dos minutos y medio de la medianoche (hora del apocalipsis) dado la actual situación de la conflictividad nuclear y el calentamiento global.