Por Esther R. Medina/eldiario.es

El sociólogo ambientalista mexicano Gustavo Castro Soto es testigo directo del asesinato de la activista de la tierra y el medioambiente de Honduras. Se encuentra en La Palma invitado por el grupo local de Amnistía Internacional. “Merece la pena morir por defender el planeta”, asegura.

Está convencido de que merece la pena morir por defender los derechos humanos y el patrimonio natural del planeta. El sociólogo ambientalista mexicano Gustavo Castro Soto se encuentra en La Palma invitado por el grupo local de Amnistía Internacional. Este destacado activista es asimismo miembro de la coordinación nacional de la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), del Movimiento Mexicano de los afectados por las Represas (Mapder), de la Red Latinoamericana contra las Represas (Redlar) y del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero (M4). Gustavo Castro era compañero y amigo de Berta Cáceres, la líder y defensora de la tierra y el medioambiente de Honduras que fue asesinada en marzo de 2016. Fue testigo directo de su muerte. “Este hecho ha supuesto un antes y un después y me ha marcado la necesidad de revisar la vida”, ha manifestado en una entrevista con La Palma Ahora. Está amenazado de muerte y lleva dos meses en España acogido en el Programa de Protección para Defensores de Derechos Humanos de Amnistía Internacional.

–¿Merece la pena morir por defender los derechos humanos y el patrimonio natural? 

–Pues creo que a fin de cuentas sí, porque se trata de la vida de todos y todas. La defensa del medioambiente es también la defensa de la propia vida, de la vida de nuestros hijos, y es la vida del planeta en el que vivimos todos y todas. No tenemos otra opción, hay que hacerlo.

–Ha sido testigo directo de la muerte de Berta Cáceres. ¿Cómo le ha marcado esa experiencia? 

–Ha sido como un antes y un después. Fui testigo del momento en el que asesinan a Berta, la vi fallecer, y también sufrí yo un intento de homicidio, me dieron por muerto aunque quedé herido. Este hecho me ha marcado la necesidad de revisar la vida, las estrategias de lucha y de resistencia que se tienen que hacer en América Latina para defender el medioambiente, porque no solo estoy yo, hay mucha gente más: comunidades, pueblos, hombres y mujeres que están en la misma situación defendiendo el patrimonio de la humanidad, los ríos, los bosques, en bien de todo.

–¿Piensa regresar a América Latina? 

–Por lo pronto, no. Estoy en el programa de protección de Amnistía Internacional, y el proceso legal y jurídico contra el Gobierno de Honduras por el asesinato de Berta y de la tentativa de asesinato en mi caso, sigue todavía, se han detenido a cinco presuntos delincuentes -que son los que estuvieron en el atentado-, el gerente de una empresa hidroeléctrica, un militar, un ex militar, sicarios… y la inseguridad para mí continúa porque yo vivo muy cerca de Honduras, por eso veo la necesidad de estar un tiempo fuera, y desde España seguir colaborando en la investigación para que se haga justicia por el caso de Berta.

–¿Qué mensaje desea transmitir a la sociedad palmera? 

–Me gustaría platicar mucho con los chicos sobre el amor a la tierra, el amor a este planeta que es de todos y todas, y que no sólo es responsabilidad nuestra cuidarlo sino responsabilidad de todos estemos donde estemos. En este sentido, vale la pena protegerlo porque estamos hablando de nuestro futuro. Alguien en una comunidad dijo que los adultos debemos preocuparnos por el mundo que le vamos a dejar a nuestros hijos y otro comentó que habría que preocuparse qué hijos vamos a dejar a este planeta, hijos críticos, hijos sanos, hijos con ganas de cambiar la realidad, de defender la humanidad, el medioambiente, y yo quiero transmitir eso, enseñar a no ser pasivos, a enamorarnos de nuestro planeta, de nuestra vida y de nuestro futuro.

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