La otavaleña Gabriela Rivadeneira es la Presidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador y llegó a ocupar ese cargo con menos de 30 años. Tras un año y medio de gestión la encontramos en su despacho para hacer balance de su gestión innovadora y para repasar algunos de los temas más candentes de la agenda regional. Esta es la primera parte del extenso diálogo mantenido.

Pressenza: En la Argentina los jóvenes reciben un fuerte ataque de parte de los medios, de parte de otros colegas, de parte de antiguos funcionarios. ¿Cuál ha sido tu experiencia en este sentido? ¿En Ecuador pasa lo mismo? ¿Cómo has podido luchar contra eso, manejarte con ese tema?

Gabriela Rivadeneira: Ese ha sido un tema recurrente en los encuentros regionales de juventudes en los que hemos podido participar. Es decir, todos coincidimos que la juventud siempre ha sido un factor fundamental en las transformaciones en la historia de nuestros países. Sin embargo, el sistema neoliberal lo que hizo fue secuestrar los espacios de participación político, representativo y electoral para ciertas élites políticas, ciertos estereotipos que representaban la formalidad del quehacer de la política. Entonces esos estereotipos totalmente impuestos, fueron estereotipos ligados a esa visión adultocéntrica, a ese visión sumamente eurocéntrica de la práctica política y con eso a los jóvenes nos dejaron sin la posibilidad de participación política en las instancias decisorias.

P: En vez de la formación tradicional hay experiencia de base.

GR: Exactamente. Pero claro, eso tiene sus pros y sus contras. Por un lado, el activismo permite que las organizaciones, que las juventudes nos organicemos a través de colectivos, de grupos, que mantengamos incidencia fuertemente a nivel de base, la contra es que cuando nos encasillaron en el tema del activismo, también nos separaron de la posibilidad de ser partícipes en la toma de decisiones. Lo interesante es que hoy por hoy, con gobiernos progresistas en nuestra región, se abre la oportunidad de una participación horizontal en la que todas y todos los ciudadanos que fuimos convocados por nuestros procesos, en nuestro caso por el proceso de la revolución que conduce Rafael Correa que convocó a todos los colectivos que estábamos haciendo ese activismo, a participar de este proceso de transformación, pero no únicamente desde la pegada de afiches o la cargada de banderas, sino ya en instancias públicas, en cargos públicos en los que nosotros podamos ir transformando y dándole a la política su verdadero contenido que es el civismo, el servicio desde la institucionalidad a nuestro pueblo.

Participamos no solamente jóvenes, sino mujeres, campesinos, obreros, afroecuatorianos, indígenas… Es decir, se abre totalmente la participación política a todas estas diversidades que representan, hoy por hoy, a las mayorías del país, cuando antes estábamos excluidos de estas posibilidades.

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P:Me gustó esto de ese nuevo rol, porque unos cuantos en Pressenza, compartimos una sensación de que este cambio de época trae consigo la irrupción y establecimiento de liderazgos femeninos en la región, que me parece algo muy importante. ¿Eso te parece que es una ingenuidad de nuestra parte o sentís que sí, que realmente se está avanzando por ese camino?

GR: Una de las muestras de que la sociedad va rompiendo tabús es la participación femenina, frente a sociedades sumamente conservadoras, con fuerte carga machistas, en la que la mujer era criada para atender al hogar, para ser muy buena madre, para ser muy buena esposa, para ser buena compañera y hasta ahí llegaba nuestro rol. Yo creo que en eso hay que ser claros, no es que nosotros hemos inventado el agua tibia, que hemos invitado a la mujer a participar, sino que hemos recogido uno de los avances más grandes de la historia de la humanidad en cuanto a la lucha de mujeres y organizaciones feministas. Y lógicamente, tener ahora los nuevos estereotipos de la política anclados a Cristina, anclados a Dilma, anclados a Michelle, por supuesto que motivan una mayor participación político-electoral, que es donde realmente podemos demostrar que podemos sostener procesos. Pero también para fortalecer el poder popular, ese es el equilibrio necesario para poder, realmente, hacer que los procesos sean irreversibles y que puedan hacerse trascendentes. En ese marco, las mujeres ahora que hemos logrado estar en espacios dirigenciales en nuestras instituciones tenemos triple tarea, no sólo en hacer bien lo que nos corresponde, sino también en pensar que tenemos que hacerlo extraordinariamente bien porque es abrir la puerta para que más mujeres lo hagan. Ganar la confianza social, ganar dentro de nuestras sociedades que no sea raro que una mujer dirija en iguales, o mejores, condiciones que lo han hecho un montón de hombres a lo largo de la historia.

P: Es romper paradigmas establecidos.

GR: Y estereotipos. Nos juzgaron mucho, el sistema nos juzgó mucho con estereotipos y yo creo que una de las tareas fundamentales de la nueva generación política es marcar una ruptura de estos estereotipos, generar nuevos estereotipos, pero además, diversificar, romper con esa homogeneización que se nos quiere hacer a las sociedades.

P: ¿Cristina o Dilma te parecen un modelo de liderazgo o de forma de hacer política que te seduce, que te gusta o vas por otro lado?

GR: Yo no creo en modelos, yo creo que cada uno genera su propia experiencia y esa experiencia puede ser alimentada, intercambiada, mejorada. Entonces, yo creo que sin duda alguna el que mujeres de la talla de Dilma, de Michelle, de Cristina hayan asumido las presidencias de nuestros países latinoamericanos, sin duda alguna, representan, justamente, esos nuevos ideales de la construcción de la sociedad. No decimos que sean lo mejor, pero sí decimos que son, en este momento, lo mejor que podemos tener para marcar esas culturas sociales. Gracias a eso es que nos han permitido a muchas de las mujeres de las nuevas generaciones acceder a esto, porque se está abriendo una puerta de la confianza. A tener a Isabel Allende, por ejemplo, como Presidenta del Senado en Chile, Gabriela Montaño que ejerció su Presidencia dentro del Parlamento boliviano, ahora nosotros acá y además con una ruptura histórica a nivel mundial, porque somos el único Parlamento que tenemos tres mujeres al frente del Poder Legislativo. No ha pasado eso en ningún país del mundo y se lo hace desde el ombligo del planeta. Entonces, nos parecen cosas fundamentales e importantes para la construcción. Nosotros hemos reivindicado mucho la necesidad de retomar las utopías para la generación de las sociedades integrales, de las sociedades humanas. Y yo creo que esta es una de esas.

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P: Asumiste la Presidencia de la Asamblea ecuatoriana ambicionando hacer de la asamblea, una asamblea popular y ciudadana, ¿qué balance se puede hacer tras un año y medio de gestión?

GR: Sumamente positivo. Quisiéramos mejorar muchísimo más, pero somos conscientes, también, de las realidades políticas que atravesamos como país. Cuando dimos un vuelco total en Montecristi, el día que realmente empezó a nacer la patria, el día que aprobamos la Constitución, fue porque dejó atrás la práctica de un viejo Congreso. Un viejo Congreso anquilosado en esa élite política ligada a lo económico que mantenía un claustro donde nadie podía entrar al Parlamento, nadie podía tocar o tener contacto con los Diputados, porque eran casi seres celestiales, cuando realmente era una tortura para la población acoger temas que jamás se apegaron a la realidad de nuestro país o a las necesidades inmediatas del pueblo. Con Montecristi se lograron temas importantes. Por ejemplo el establecimiento de la consulta legislativa o el establecimiento de diferentes veedurías de control social al interior de la Asamblea. Pero lo que sí hemos conseguido en este año y medio que llevamos de gestión es que la Asamblea Nacional abriera sus puertas a todo el mundo, para hacer foros, hacer capacitaciones, para que los artistas presenten sus obras, hacer lanzamientos de libros, para que la Asamblea se movilice al territorio en la caravana intercultural donde por intermedio del arte nosotros estamos sensibilizando a las nuevas generaciones a empoderarse de sus derechos otorgados por la Constitución. Estamos abriendo cuando estamos diciendo que hoy las comisiones especializadas están recorriendo el país socializando las leyes antes, siquiera, de entrar a debate al pleno. Porque todavía tenemos muchas amenazas externas e internas que no acuerdan con una ciudadanía empoderada, con poder de decisión. Pero en este camino estamos y realmente lo que esperamos nosotros dejar es muy bien cimentadas estas bases o esta visión del ser de la política, para que esto sea parte de la cotidianeidad de la Asamblea. Ahora mismo abajo están organizaciones que representan a bancas comunitarias, a cajas de ahorro, hablando del código monetario. Eso es lo que hemos logrado, que esta Asamblea esté todos los días con organizaciones sociales, con ciudadanos y ciudadanas debatiendo, criticando, haciendo una discusión, un puente de lo que es nuestra normativa, para ver qué tenemos que solucionar de lo ya hecho y qué tenemos que seguir construyendo de cara al futuro.

P: Justamente, entre esas cosas que la gente esperaba me parece que está el tema de la revolución agraria. ¿Cuáles fueron los mayores impedimentos para avanzar en este sentido?

GR: Es un proceso naciente, 7 años en referencia a 500 años de resistencia de nuestra región es bastante poco, pero ha sido bastante bueno para empezar a tener cimientos. La revolución ética, la revolución política que vino con la Constitución, la revolución social, revoluciones de la justicia, revoluciones con las que fuimos avanzando en determinados momentos. Pero, lógicamente, vamos cumpliendo tareas y se venían las nuevas tareas y una de esas nuevas tareas fue establecer en nuestra campaña la revolución agraria como uno de los ejes sustanciales de la revolución ciudadana. Y para la revolución agraria ya habíamos empezado a tratar una ley que fue paralizada, justamente, por aquella oposición política o por aquellos que jamás consideraron que la revolución agraria sea un sustento para el desarrollo del pueblo. Lógicamente, revolución agraria, soberanía alimentaria, va en contra de muchos intereses del capital frente a la producción o a la importación que nosotros tenemos a nivel nacional. Con lo cual nosotros hemos dicho que la revolución agraria significa marcar, a mediano y largo plazo, una independencia económica con lo que estaremos cumpliendo nuestra segunda y definitiva independencia. Desde el 2010 que quedó paralizada la ley de aguas por una megamarcha nacional en la que, supuestamente, se mostraron los campesinos contrarios a una ley de aguas, se paralizó el tema. Con una mayoría de 100, de 137 asambleístas de la revolución debemos comprender que nuestra tarea básica es cumplir deudas sociales, es pagar deudas sociales y una de esas deudas sociales es con el sector del campesinado. De tal manera que al haber optado nosotros por el tratamiento de una ley de recursos hídricos, uso y aprovechamiento del agua, significó la antesala a todo lo que tiene que venir en temas de revolución agraria. Empezar por el agua, por supuesto, empezar por el líquido que, además, es vital para el ser humano y es disputado a nivel mundial. Porque el tema del agua es uno de los recursos que va a provocar, justamente, las próximas relaciones de poder mundial.

Y dentro de Sudamérica tenemos fuentes importantísimas de agua dulce que hay que proteger, pero que también tienen que ser muy bien utilizadas en son de la redistribución para todos los ciudadanos y ciudadanas, en son de la no-privatización, otorgar esto como un derecho de acceso al ciudadano y de acceso libre. Eso es lo que hemos planteado nosotros en la ley de recursos hídricos y por eso hemos dicho, a pesar de haber tenido un retraso, tenemos también la satisfacción de que ha sido esta Asamblea la que ha podido otorgar esa antesala a la revolución agraria. Ahora, por ejemplo, el tema de debate es sobre la ley de tierras, que además mueve muchísimos intereses económicos, pensar que todavía en Ecuador, como en otros países de nuestra región, en pleno siglo XXI, siguen existiendo latifundios, mientras hay población que se está muriendo de hambre y no tienen un terreno para poder promover soberanía alimentaria. Eso es lo irónico del sistema que hemos heredado y esto es, además, lo que nos motiva y lo que nos hace saber que por algo estamos aquí, todavía tenemos luchas por alcanzar y, por supuesto que la revolución agraria es un tema que lo hemos empezado, pero todavía tenemos muchas cosas por hacer.

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P: Otra pregunta que está asociada a esto, porque cuando asumiste la Presidencia, hiciste referencia a no querer dejar entrar a las grandes corporaciones de transgénicos, por ejemplo, con Monsanto a la cabeza. ¿Sigue vigente esa necesidad? Lo pregunto también porque la Argentina está completamente penetrada por las grandes cerealeras, las exportadoras de granos, el glifosato y todo lo que viene con ello. ¿Qué podríamos aprender del modelo ecuatoriano para salir de esta trampa?

GR: Nosotros hemos sido muy críticos del tema de transgénicos, su manejo a través de las, tú lo has mencionado bien, corporaciones financieras, que están atrás del tema transgénicos. Para nosotros el tema es bastante claro, desde nuestra realidad, por supuesto. En nuestra realidad ecuatoriana el tema es muy claro y se lo habló y se lo debatió en Montecristi cuando uno de nuestros artículos de la Constitución pone un candado, justamente, a cualquier tipo de inserción de semilla transgénica dentro de la producción ecuatoriana. Justamente basados en el tema de la soberanía alimentaria. Sin embargo esto, a pesar de estar en la Constitución se lo ha traído muchas veces a colación, es decir, hay una presión muy fuerte también de estas transnacionales para poder entrar al país. Y aquí ha venido un dilema, que es un dilema planteado por el mismo compañero Rafael Correa, dice “nos parece de lo más irónico que una sociedad que consume transgénicos se prohíba generar transgénicos”. Y ahí es donde yo me permito hacer una diferenciación, nuestras universidades Ikiam, Yachay, que son una gran apuesta de investigación a nivel nacional, es de ahí donde se debería generar las iniciativas de producción adecuadas, relativas a nuestra propia realidad agropecuaria y necesidades del campesino. Mas no abrir la puerta para que los transgénicos entren, además con las salvedades que las conocemos bien. Es decir, entran con toda una empresa, toda la cadena de productos que, a mediano y largo plazo, terminan incluso dañando la fertilidad de la tierra.

P: Eliminando puestos de trabajo, trayendo enfermedades.

GR: Hay un montón de condicionantes que nosotros los hemos analizado como para tener nuestra posición absolutamente firme, es decir, y además aquí me arrogo más que una vocería de la Asamblea, porque esto no lo ha entrado de Presidencia, sino una vocería que la hago desde la militancia del proceso revolucionario. Lo que nosotros hemos exigido siempre es una responsabilidad de parte de las transnacionales que entran al país. Por supuesto, la inversión privada siempre va a ser necesaria, más aún en economías dependientes. Pero también con muchas salvedades de esas transnacionales. Es decir, la misma lucha que hoy estamos dando por Chevron-Texaco, es el ejemplo más claro que debemos nosotros tener pendientes cuando hablamos de transnacionales, cuando vienen a nuestro país y ojalá nunca más volvamos a tener una transnacional en cualquiera de las áreas de producción que cause lo que ha causado Chevron-Texaco en nuestra amazonía. Eso pasa con Monsanto, eso pasa con las grandes transnacionales. Lo que nosotros sí decimos es que la Constitución te deja una salvedad, dice “solamente en casos de requerimiento nacional puede, bajo solicitud del Presidente, la Asamblea Nacional autorizar el tema de la investigación en cuanto eso”. Eso es lo que queremos, queremos que nuestras universidades, que la generación de este cambio de la matriz productiva, sí genere alternativas de producción y de mejoramiento de las cadenas de producción en el campo, pero hacerlos con absoluta soberanía y absoluta defensa de lo que nos pertenece y de lo que es nuestro.