De las atroces dictaduras latinoamericanas los países de la región salieron endeudados y obedientes a los poderes extranjeros (FMI, Banco Mundial, Banco del Tesoro, Wall Street, etc.). Estos poderes tenían sus aliados locales en una clase oligárquica de terratenientes y propietarios de los medios de comunicación históricos del continente.

Esas oligarquías rapaces sostuvieron los golpes de estado para entrar en el progreso monopolista del neoliberalismo a ultranza y consiguieron apoderarse de la democracia para continuar con sus planes con una cierta cobertura de legalidad.

En los años 1990 accedieron al poder presidentes sin ninguna noción de pertenencia al continente americano, absolutamente colonizados y dispuestos a todo para obtener beneficios personales y de sus pares. Alberto Fujimori en Perú es un buen ejemplo, que terminó haciéndose un golpe de estado a sí mismo por las ansias de  control y poder, o el gran privatizador argentino Carlos Menem, más preocupado por lo que pudieran narrar las revistas del corazón sobre sus conquistas que por la bomba de tiempo que estaba creando la figura mentirosa del “Plan de convertibilidad” de su ministro de economía y funcionario de la dictadura militar, Domingo Cavallo. Bolivia tuvo a Sánchez de Lozada, dos veces presidente, un tipo que dominaba el idioma inglés pero que hablaba el castellano como un gringo, una de las figuras más grotescas de la política regional. Ecuador cedió su moneda para pasarse al dólar y así siguiendo la ristra de gobiernos antipopulares.

No es de extrañar que el refugio popular se haya dado confiando en presidentes con otro perfil, presidentes que priorizaran por los pobres, que también equivale a poner en relieve a los campesinos, históricamente invisibilizados por el poder de los propietarios de las tierras, y a los pueblos originarios, que ya no son mirados de forma condescendiente por las nuevas generaciones.

Estamos Unidos de América

De ese modo América Latina se dio gobiernos por contagio que salieran del patrón neoliberal que había llevado más allá del precipicio a todos y cada uno de los países que siguieron el recetario de Washington y París.

Los llaman “populistas” porque ponen por delante el interés general que los intereses particulares y esto los ha puesto en conflictos muy serios con las élites en cada uno de los países. Pero aquellos elegidos que no transigieron frente a las presiones y exigencias foráneas y locales son los que están llevando adelante un proceso unificador en Latinoamérica y son aquellos, también, que están volviendo orgullosos a sus pueblos de sus raíces, de sus convicciones y de sus sueños.

Evo Morales en Bolivia, Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, el Frente Amplio en Uruguay, Rafael Correa en Ecuador y, fundamentalmente, Hugo Chávez en Venezuela han  mostrado un camino de rebeldía frente a los poderes establecidos que han sido continuados y profundizados con la llegada de Cristina Fernández, Pepe Mujica o Dilma Rousseff.

Esta capacidad de organizarse para resistir debería ser el camino a seguir en Europa para poder dar respuesta al cobro de las pérdidas del casino especulativo a los ciudadanos de a pie. La ortodoxia del ajuste y la austeridad conocemos el destino que tiene: estallidos sociales, hambre y miseria para muchos y ganancias multimillonarias y construcción de monopolios gigantescos para beneficio de unos pocos.

Muchas veces se critica que este camino lleva indefectiblemente a los liderazgos y al personalismo, no creo que sea un tema de las organizaciones sociales, sino del armado de los sistemas políticos, que han generado esta democracia representativa que sólo puede construirse a través de personalidades fuertes y coherentes. Otros países de la región también votaron candidatos esperanzadores, Michelle Bachelet en Chile y toda la lista de la Concertación; Alejandro Toledo y luego Alan García en Perú o incluso Andrés Pastrana en Colombia, pero que no pudieron hacer frente a los poderes oligopolistas ya sea por falta de convicciones o por falta de apoyo popular, el dichoso “populismo” sudamericano que nada tiene que ver con el populismo europeo.