Nos encontramos frente a una profunda crisis en el Perú. El problema es que muchos no se han dado cuenta todavía o apelan a que no muera la esperanza. Por supuesto que creemos en el reverdecimiento de la esperanza pero no en una falsa discusión entre optimismo o pesimismo, sino en la gran dosis de realismo,  objetividad e imaginación que los tiempos exigen. No podemos continuar de esta manera porque es camino seguro al abismo, ya estamos esbozando un país fallido y por supuesto que aspiramos no solo un futuro viable, sino también posible.

Por: Rodrigo Arce Rojas

Estoy consciente que una sola persona no tiene la varita mágica para generar soluciones frente a esta crítica situación y que debería ser producto de un amplio consenso. El problema es que nos hemos polarizado tanto que el consenso es evasivo, aún así tenemos que insistir en una formulación participativa. El presente texto es solo una contribución más para atrevernos a soñar con ilusión, con esperanzas que el Perú es más grande que sus problemas.

Debo señalar además que escribo a título personal, para no comprometer a las instituciones que me acogen generosamente y me hago responsable de mis opiniones y propuestas que emergen de la ebullición de ideas y emociones que se desprenden del conversar, escuchar, leer o ver tantas noticias desastrosas para el alma nacional. Simplemente no es posible mantener una actitud indiferente mientras se roban el país y con ello nuestras ilusiones. No lo podemos permitir.

Hablemos de manera franca y en lo posible objetivamente (aunque reconozco que es casi imposible desprenderse de la subjetividad, queda el consuelo que no hay subjetividad isla pues nuestra objetividad es en realidad un archipiélago de intersubjetividades). Tenemos que reconocer que en gran medida las bases de la crisis tienen fundamentos económicos, políticos e históricos.

En el presente artículo cuando hablemos de mercantilismo no estamos desdeñando el comercio si no el fenómeno mediante el cual todos los aspectos de la vida, lo tangible e intangible, se monetizan y se convierten en mercancías que ingresan al mercado con el único propósito de generar beneficios económicos personales o para el grupo que defienden o representan, independientemente de los impactos sociales o ambientales que puedan ocasionar. Así vamos a ver ejemplos de política, educación o hasta incluso justicia mercantilista. Ya sabemos lo que pasa cuando se llega a esos extremos.

Crisis con profunda marca ideológica

A nivel político una de las raíces de la crisis tiene profunda marca ideológica. Ideologías que se confunden con ideas prefiguradas a las que nos aferramos, independientemente de su grado de consistencia, aunque no queremos reconocerlas. Este es un fenómeno que no solo se da en el Perú si no que vemos diferentes manifestaciones a nivel global. El avance de las propuestas de derechos humanos, los flujos migratorios de personas, el incremento de la inseguridad ciudadana, las guerras fratricidas, la crisis económica, la frustración que han generado las propuestas de gobiernos “progresistas”, entre otros factores han provocado que amplios sectores de la población se radicalicen y giren peligrosamente hacia las derechas extremas o radicales.

Confieso que aquí las variopintas derechas y las izquierdas radicales se encuentran y ya resulta difícil diferenciar propuestas que de manera clásica se denominaban de derechas o de izquierdas. Eso empeora la situación para sufrimiento de las y los ciudadanos.

En el Perú, en el marco de un sistema capitalista neoliberal, se ha construido una narrativa que el mercado es el nuevo Dios que lo arregla todo. Sin desconocer la importancia de la economía y de los mercados, la exacerbación mercantilista en todos los campos de la vida nacional ha provocado estragos en todos los campos.

Costos colaterales

Si bien es cierto que hay algunas cifras azules que se muestran y que se presentan como evidencias incontrastables de los beneficios del crecimiento económico, hay unas cifras en rojo que no se evidencian y que tienen que ver con atropellos a los derechos humanos y derechos indígenas, los impactos sobre la naturaleza que se ningunean porque se han reducido a cosas que pueden y deben ser aprovechadas, manejadas o explotadas (las distinciones importan). Un problema es que todos estos impactos negativos del modelo mercantilista se invisibilizan y por arte de magia desaparecen o se la minimizan. Costos colaterales del progreso también le llaman.

Las propuestas mercantilistas han invadido casi todas las esferas de la sociedad y así ya no hay otra lógica que sacar partido de la situación lo máximo posible. Una gestión pública mercantilizada lo único que produce es que los servicios públicos sean de mala calidad. Lo vemos en los techos y los puentes que se caen, en las normas pro-delincuentes, en alimentos contaminados para los niños y niñas más vulnerables, el ataque al arte, el ataque a las organizaciones de la sociedad civil, entre otros elementos del vergonzoso inventario de nuestras penurias. No se legisla ni se gobierna para el bienestar ciudadano, como fue la gran aspiración de los forjadores del país, sino para protegerse a sí mismos de sus fechorías, para medrar lo máximo posible del Estado y lo peor de todo sin ningún tipo de vergüenza o culpabilidad. Eso es terrible, eso es indignante.

Ahora los mercantilistas se preparan para tomar el Estado, y ya han avanzando en gran medida anulando todo posible control o competencia. En estos momentos aciagos es necesario detenerse un momento y pensar qué podemos hacer para revertir esta trágica situación, trágica para nosotros, porque para los mercantilistas en el poder estamos en el mejor de los mundos. Un mundo paralelo que solo existe en su imaginación y en los bolsillos de sus oscuros intereses.

Un problema de fondo es que también muchos compatriotas, incluyendo varios que se consideran ilustrados, se han comprado los discursos y las narrativas de los mercantilistas y adoptan posiciones extremas aunque eso signifique sacrificar los derechos humanos o la dignidad de las personas. Hay que reconocer que los mercantilistas, como buenos mercaderes, han sabido vender muy bien sus productos, incluyendo información falsa y devaluando la palabra y la razón, que las y los ciudadanos, incluyendo los ilustrados, terminan defendiendo lo indefendible.

Gobiernos de facto

Un argumento deleznable es que algunos o algunas de las o los mercantilistas dicen que aún no han gobernado. Eso es completamente falso pues ya lo están haciendo de facto y vemos con estupor los resultados de sus propuestas que hieren cada día al país. El problema es que los ciudadanos confundidos no lo quieren ver, racionalizan y convierten en virtudes las fechorías que estamos viendo y sufriendo. Cuánta disonancia cognitiva se aprecia por doquier, cuántas contradicciones, cuánto discursos y actitudes que cambian según el viento u ocasión.

La caviarización  no es sino el recurso fácil de quienes no tienen argumentos sólidos y lo único que saben hacer bien es descalificar, desprestigiar y anular a los que consideran que son sus enemigos y son los culpables de todos los males que nos pasan. Es como si los lobos se hubieran puesto de acuerdo para decirles a las ovejas que se han vuelto vegetarianos solo para recibir su apoyo, que rápidamente dejarán de lado cuando consigan sus objetivos. Lo hemos visto y sufrido una y otra vez y no es posible seguir en esa lógica perversa.

Todo lo arriba señalado no exime señalar el desastroso papel desempeñado por grupos que dicen llamarse de izquierda pero que han terminado conviviendo con los mercantilista con total desparpajo. Ellos traicionaron sus promesas y usan el nombre del pueblo para seguir haciendo lo que todos los mercantilistas hacen. Se requiere por tanto un profundo sentido de autocrítica.

Retos pre electorales

Frente a ello, de cara a las próximas elecciones,  algunos de los principales retos que tenemos son los siguientes:

1.- Cero votos para los partidos y representantes que han destruido nuestro pueblo. Sin excepciones. No hay nombres, programas o promesas que valgan.

2.- Prepararse para formar una gran coalición nacional popular capaz de enfrentar el poder de los mercantilistas. No hay forma de lograr algo si se mantiene la fragmentación. No podemos permitir que el saqueo siga impune.

3.- Promover el voto consciente caracterizado por ser responsable y regenerador. Un voto ético que apueste por la vida, por la sustentabilidad, la solidaridad, la justicia, la equidad.

4.- Fomentar un gran diálogo nacional y diálogos regionales para rediseñar el país que queremos, teniendo como ejes el bienestar ciudadano y el bienestar de los ecosistemas. No es posible seguir en guerra contra la naturaleza.

5.- Generar grupos ciudadanos en todo el país para generar propuestas, primero para reconstruir el país con sostenibilidad y democracia y luego para avizorar los elementos clave para una vida plena. Ello implica grandes giros de pensamiento: a) Del individualismo al solidarismo, b) Del rentismo a la valoración de todas las manifestaciones de la vida, c) Del pragmatismo materialista y rentista a respuestas múltiples, razonadas, con sentido y comprometidas por la vida.

6.- Construir narrativas, significados y sentidos que difundan las propuestas regeneradoras y de transformación apelando al carácter integral de las personas como entes biopsicosociales integrados con el ambiente. Con razones, con emociones, con sentidos, con esperanzas, con compromisos éticos.

7.- Demostrar con hechos concretos, que no solo se trata de una campaña coyuntural, electorera y oportunista, sino la convicción que la vida plena la construimos todos cada día, con acciones, con razones,  con pensamiento, con corazón, con música, alegría, colores y poesía.

Parafraseando a Vallejo: Hay hermanas y hermanos, mucho que hacer, que pensar, que repensar, que transformar con sentimientos y emociones.