Desde Glasgow-Escocia, donde se realiza la COP 26, el programa Cuatro Elementos, de Pressenza, entrevistó a Melissa Moreano, profesora e investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar-Ecuador, integrante del colectivo Geografía Crítica-Ecuador y de la Plataforma Latinoamericana y Caribe por la Justicia Climática.

P: Comencemos por recordar a nuestros lectores ¿de qué va la COP y en qué situación llegamos a esta COP 26?

MM: La COP es el acrónimo de la Conferencia de las Partes. Las partes son los países que han firmado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático allá por los años noventa cuando saltaron las alarmas del deterioro de la atmósfera, que está produciendo el cambio climático. En ese entonces, los países se comprometieron a luchar de manera compartida pero diferenciada contra el cambio climático. En ese momento, había el reconocimiento de que no todos los países eran igualmente responsables de lo que estaba sucediendo: los países industrializados llamados del Norte Global eran señalados como los mayores responsables de haber estado contaminando desde la Revolución Industrial y los llamados del Sur Global no habíamos contribuido al problema, pero íbamos a recibir los mayores impactos.

Entonces, el órgano supremo que gobierna esta Convención es la COP y esta es la número 26, es decir, se han reunido ya por ese número de años llegando a acuerdos, pero no a los acuerdos necesarios y que nos interesan para la solución del problema. Esta COP es importante porque viene después del confinamiento global, cuando se comprobó que gracias al mismo las emisiones de gases de efecto invernadero cayeron de modo impresionante. Muchas voces se levantaron mostrando que sí era posible parar la producción por un rato con un impacto positivo sobre el planeta. También es importante porque desde la COP 21, en la que se escribió el nuevo acuerdo global, llamado Acuerdo de París, se ha venido trabajando sobre el reglamento para concretar lo escrito en ese Acuerdo.

P: Un dato es que se llegue a acuerdos insuficientes y otro dato es que incluso esos acuerdos se cumplan. ¿Hay compromisos vinculantes en esta COP 26?

MM: El acuerdo vinculante es el Acuerdo de París, ratificado por todos los países y que reemplazó al Protocolo de Kyoto, estableciendo un giro fundamental en la gobernanza del tema climático. En el Protocolo se ponía un límite de emisión a los países, un porcentaje concreto respecto a sus emisiones del año anterior. El de París dio la vuelta a eso porque no estaba funcionando y estableció el concepto de “ambición climática”. Cada país se compromete a reducir emisiones y a llevar adelante acciones de adaptación y elabora un documento que se llama Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC). Lo que está sucediendo es que esas contribuciones son muy poco ambiciosas.

P: ¿Qué balance haces de esos compromisos que se están asumiendo?

MM: El primer tema fuerte que se está negociando es cada cuánto tiempo los países van a reportar sus logros. ¿Por qué? Porque los centros de investigación han afirmado que con los compromisos que se están ofreciendo pasaremos de los 3 grados de aumento de temperatura, fácilmente, y que es indispensable establecer un plazo máximo de tres años y no cada cinco para que cada país reporte de modo que sea posible aumentar sus compromisos, esto es interesante.

El otro tema que se discute a puerta cerrada (característica especial de esta COP, con el argumento de las medidas de bioseguridad), y es un tema muy grave, es cómo van a funcionar los mecanismos de mercado. El Acuerdo de París estableció que la lucha contra el cambio climático requiere la intervención del mercado capitalista, que los Estados no pueden solos y el mercado debe entrar a regular. Esto se hizo desde los años 90 y no ha funcionado. Lo único que hace es crear créditos de carbono que sirven para que los países “compensen” la no reducción de emisiones, es decir, justifiquen la contaminación con esos créditos que les permiten seguir contaminando, y envían ese dinero a proyectos hidroeléctricos en Singapur o a un proyecto conservación de bosques en Ecuador. Es decir, hay transacciones de dinero, pero no reducción de emisiones. Las organizaciones sociales piden que estos mecanismos se desechen, pero no se está logrando. Ahora los llaman “acuerdos cooperativos”

P: Al mismo tiempo, hemos visto imágenes de grandes movilizaciones y muchos jóvenes en las calles. ¿Crees que hemos avanzado en la sensibilización, en la suma de fuerzas, en la movilización, aunque hasta el momento no se logre mucho? ¿Cómo valoras esto?

MM: Hay una gran presencia de adolescentes que ya no se están creyendo estos discursos. En Europa el tema climático genera muchísimo interés. Hay una generación que va a voltear el tablero en este tema. Por otro lado, la gente se está cansando e identificando que la COP no va a ningún lado. En las calles de Glasgow hay carteles en los que se lee que “los asesinos del planeta se están reuniendo”. Paralelamente a las COP, siempre se lleva adelante la Cumbre de los Pueblos o Alter Cumbre y allí, el planteamiento central es justamente que las COP no funcionan y no van a funcionar. Es necesario ir por otros caminos, se afirma. Hay frustración, ira y desconfianza.

Se está produciendo una polarización importante: la COP está llena de corporaciones haciendo lobby y afuera hay una fuerte movilización, esta vez con alrededor de 150 mil personas, a pesar de todas las restricciones para llegar que impidieron que mucha gente llegara. Aún así hay una presencia muy grande de los pueblos indígenas, de hecho 100 personas de la Minga Indígena de los países amazónicos y una muy buena representación de mujeres amazónicas. Todo esto da un respiro y abre esperanza a pesar de todos los tecnicismos intencionados para que no se entienda lo que se está jugando.