El título de esta nota refiere a una consigna del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, esgrimida después de conquistar el triunfo frente a la dictadura de Somoza y su genocida Guardia Nacional. El gobierno sandinista de entonces, con el poder político y militar en sus manos, decidió no aplicar la pena de muerte.

En septiembre de 1979, Tomás Borge, ministro del Interior del nuevo gobierno, visita la cárcel Modelo e identifica a un hombre alto y corpulento a quien le dice “Vos me torturaste”. El ex Guardia Nacional calla, muerto de miedo, y Borge le reitera, con la autoridad y poder absoluto del nuevo gobierno: “Vos me torturaste, pero mi venganza personal será perdonarte”. Este episodio no fue una decisión individual, sino un acto generoso fundado en la ética del perdón.

Ese comportamiento del sandinismo de la primera hora también se hizo efectivo en el ámbito político. No hubo represalias con las organizaciones políticas que fueron afines o comparsas de la dictadura somocista. Se intentó integrarlas al nuevo proceso que inauguraba un nuevo país en Nicaragua. Era el humanismo sandinista, que lamentablemente ya no existe, al imponerse en los últimos años la intransigencia, la violencia y la pasión por el poder desnudo de la dictadura familiar de Ortega.

Esa historia, que viví muy cercanamente, creo sirve como referente para reflexionar sobre la crisis que experimenta la oposición en nuestro país. Ya se sabe que los duros y lamentables enfrentamientos políticos recientes culminaron en la ruptura de relaciones entre el Partido Comunista-Frente Amplio y el Partido Socialista en torno a las primarias para las presidenciales. El PC-FA no aceptó que la candidata del PS, Paula Narváez, incorporara el apoyo del PPD-Nuevo Trato-Liberales a esa primaria.

El magnífico y abrumador triunfo de la nueva izquierda en la elección de los constituyentes de mayo 15/16, entregó al PS-FA una fuerza considerable, a la que se agrega una sorprendente cantidad de representantes independientes, dónde destaca la Lista del Pueblo, manifiestamente crítica del sistema económico-político en curso.

La derrota de los partidos tradicionales, comprometidos con el neoliberalismo o que fueron complacientes con el modelo en curso, han abierto paso a una nueva hegemonía: los Independientes (principalmente de izquierda), el PC y, por cierto, los jóvenes del FA. Es lo mejor que le ha sucedido a nuestro país, después de 40 años de injusticias.

Pero, cuando se gana en política, como dice la consigna sandinista de la primera hora, es necesario ser generosos en la victoria. Es éticamente sano, pero además porque políticamente la generosidad ayuda a construir esa indispensable acumulación de fuerzas que se requiere para terminar con el poderoso neoliberalismo (que todavía no muere) y, por cierto, también, para conquistar el gobierno.

Además, son muchas las veces que lo han dicho los comunistas, desde los tiempos de Luis Corvalán y de los frentes populares: para alcanzar la presidencia se precisa “la unidad de las más amplias fuerzas”. Lo señaló también en los años setenta Radomiro Tomic: para triunfar y gobernar se requiere la unidad política y social del pueblo”

En consecuencia, ahora que la hegemonía política, se ha desplazado al campo popular hay que saber aprovecharla para construir un gobierno transformador. Se equivocan entonces Jadue y también Boric al cerrar puertas a la primaria. Y, por cierto, se equivoca también el presidente del PS al hacer exigencias indebidas y sobre todo al apelar a Salvador Allende para defenderse de supuestas ofensas en una simple negociación política. Las ofensas al presidente Allende provienen del PS cuando le dio protección al neoliberalismo y aceptó los dineros sucios del empresariado pinochetista.  Esos fueron sí fueron verdaderos agravios a la memoria de Allende.

Son válidas las acusaciones del PC-FA contra el neoliberalismo del PPD, pero ellas no pueden excluir al PS porque ambos fueron parte de los gobiernos de Lagos, Frei y Bachelet. Pero son acusaciones extemporáneas. Porque el PC no puede olvidar que se incorporó al gabinete de la presidenta Bachelet, dónde estaba la inocultable presencia de los ministros Rodrigo Valdés y Nicolas Eyzaguirre, de manifiesta visión y acción neoliberal.

Tampoco el PC puede olvidar que, en el 2015, el gobierno Bachelet, intervino Impuestos Internos para ocultar los graves actos de corrupción empresarial-política. A pesar de ello, el PC no se retiró del gobierno. Igualmente, los muchachos de Revolución Democrática, se incorporaron con entusiasmo al Ministerio de Educación en el gobierno Bachelet, sin exigir como condición previa el término del vergonzoso CAE, que ha esquilmado al estudiantado universitario.

Por último, es imposible olvidar la controvertida firma de Boric en el acuerdo constitucional del 15 de noviembre (cuestionado incluso por su partido Convergencia Social), cuando el PC lo acusó de “haberse aliado con la derecha para impedir la opción de una Asamblea Constituyente”. Y Boric no fue vetado para la primaria, imperando así la ética del perdón.

La mayor parte de los políticos tienen tejado de vidrio. Todos son pecadores, aunque unos más que otros. Por eso la ética del perdón es fundamental tanto en la vida como en política.

Pero hay algo más, que resulta fundamental en la hora actual. Desde el 18-O se ha producido un cambio no sólo político sino también cultural en la sociedad chilena. La cultura neoliberal, que fue aceptada durante largas décadas, hoy es rechazada por el 90% de los chilen&s y ello obliga a los partidos de la ex Concertación, esos que se denominaban de centro izquierda, a modificar su discurso y a cambiar de comportamiento.

En consecuencia, si ahora el PPD, el PS y radicales e incluso la DC están dispuestos a renunciar al neoliberalismo y a terminar con la corrupción político-empresarial no se les puede cerrar las puertas. Sería un grave error político. Y precisamente una primaria (que ya lamentablemente no habrá) es la oportunidad para denunciar comportamientos pasados y anunciar diferencias sobre el futuro; y, así la ciudadanía puede decidir su mejor candidato presidencial. Para eso son las primarias.

Así como Tomás Borge adoptó la difícil decisión de perdonar a su torturador, para la nueva izquierda chilena, no debiera ser tan difícil perdonar el pasado político de la ex Concertación (sin eludir tampoco los errores propios). Es lo que permitirá redactar una nueva Constitución y construir, al mismo tiempo, la unidad necesaria para conquistar la presidencia de Chile. La izquierda debe ser generosa en la victoria. El pueblo chileno y la memoria de Salvador Allende lo exigen.