Por Pedro Pozas Terrados

Hace ya más de un año que nos han quitado el rostro, la sonrisa, los abrazos, y solo vemos por las calles de nuestras ciudades ojos asustados que miran a uno y al otro con recelo, como si los humanos fuéramos bombas vivas a punto de estallar, como si cada uno fuéramos virus potentes que con solo cruzarnos la contaminación fuera letal. Estamos viviendo una película de terror, que si bien ha sido generada por un virus que posiblemente nunca nos digan de dónde viene, sí ha ocasionado  un sufrimiento  grave  a la sociedad, tanto en fallecidos como en secuelas a los que han pasado la enfermedad. La ruina económica, el aumento del paro, la falta de recursos sanitarios, el no estar preparados ante una emergencia nacional, la falta de reacción de los políticos, el abandono de las residencias de ancianos, la falta de previsión y actuación por parte de las autoridades sanitarias… son todo ello un cúmulo de errores que ha aumentado más si cabe esta alerta sanitaria, que no será la última debido a la destrucción sistemática de la naturaleza y de nuestra única Tierra  en la cual habitamos.

Pero ya ha pasado un año. Ya a nadie coge de sorpresa los acontecimientos que estamos viviendo, y tenemos que volver a la normalidad, al menos en lo que se refiere socialmente. Las vacunas van a contribuir a ello, pero sobre todo debe de imperar la lógica, el hacer caso de los expertos (no el de los ministerios), sino expertos independientes, científicos que intentan ayudarnos para que esto no se convierta en una permanente película de terror y de miedo. Es cierto también que los medios de comunicación han contribuido a ese miedo con el machaqueo permanente durante todo este tiempo en todos los informativos de cualquier cadena, a cualquier hora  o medios de prensa, hasta el punto que ya solo había información de muertes y estadísticas de una hecatombe mundial. Estos mismos medios se olvidan de los millones de muertos que cuatriplican y quintuplican a los fallecidos del Covid como es el cáncer en todas sus manifestaciones y sin embargo en décadas y décadas las farmacéuticas no han sacado nada para curarlo. Ya lo escribí para quien esté interesado en mi artículo ¿Dónde está la vacuna contra el cáncer?

Pues bien, numerosos científicos de primera línea advierten a las autoridades sanitarias  que cuestionan llevar la mascarilla obligatoria al aire libre mientras se respete la seguridad en la distancia. Hay que ponerla en los interiores donde el aire permanece más tiempo aunque exista ventilación. Pero no es necesario en el exterior, aunque sea por una calle siempre y cuando no exista aglomeración de personas y para ello cada uno debe emplear la lógica y no tratarnos a todos como niños porque algunos no lo van a cumplir. Ahora tampoco se cumple en muchas fiestas o reuniones a pesar de ser obligatorio en todo momento. El ciudadano es más coherente que los políticos y lo que han hecho éstos, ha sido confundir a los ciudadanos con sus constantes órdenes, medidas, equivocaciones, marchas a atrás como la de tener la mascarilla en la playa, etc.

Si querían expertos, lean el artículo publicado en El País (no es un medio negacionista) en el que por ejemplo el epidemiólogo Marc Lipsitch, Director del Centro de Dinámicas de las Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Harvard (EEUU)  dice que tener la mascarilla puesta al aire libre, no hay evidencias de su beneficio. La Agencia Europea dedicada al control de enfermedades infecciosas (ECDC), solo recomienda utilizar la mascarilla en el interior de locales o considerar su uso en aglomeraciones al aire libre. La Asociación Madrileña de Salud Pública pidió la anulación de esta “absurda” obligatoriedad de las mascarillas al aire libre. La propia Organización Mundial de la Salud solo recomienda utilizar  mascarillas al aire libre si no se puede guardar al menos un metro de distancia.

Así podríamos citar muchos más científicos que opinan de igual forma y que sin embargo son recogidas sus manifestaciones en muy pocos medios informativos, como si la única ciencia dogmática y exclusiva fuera la que parta de los políticos encargados de pilotar esta alerta sanitaria.

Seguramente saldrán con el tiempo nuevos problemas en los jóvenes y niños por llevar de forma continuada la mascarilla y no poder respirar el aire, el oxígeno que la Tierra nos da y que cumple una función importante en nuestro organismo como seres vivos que somos. También saldrán o al menos eso espero, muchas sombras que aún quedan sin responder, muchos informes que están siendo ocultados. De todas formas, a pesar de la mala gestión realizada por muchos países incluido el nuestro en este grave problema sanitario que estamos atravesando, de unas vacunas que han salido de forma precipitada y que llevan efectos secundarios llegando algunos casos a la muerte, a pesar del secretismo de las farmacéuticas y sus contratos donde la Unión Europea firma eximiendo de toda responsabilidad a las multinacionales que se han encontrado con un gran chollo para sus bolsillos…a pesar de todo ello digo, esto es una lección que la humanidad no debe olvidar, aunque los políticos lo olvidan a la primera de cambio. No somos nada ante el poder de la Naturaleza. Jugamos a ser Dioses en laboratorios con virus mortíferos para incluirlos en las futuras guerras bacteriológicas contra la propia humanidad. Destruimos los ecosistemas dejando libres millones de patógenos que pueden convertirse en destructores mortales de nuestra existencia. Deforestamos los pulmones de nuestra única Tierra en la ambición de extraer recursos naturales sin importar el daño que se ocasiona. No ponemos remedio a nada de ello y lo que nos está pasando, es una advertencia clara que debe quedar marcada en la mente de todos los ciudadanos del mundo. Así no podemos seguir.

El ser humano es una especie social, que necesita del contacto, del roce, de la amistad, del cariño y no podemos cambiar nuestro comportamiento por este lapsus que el destino nos ha reservado tal vez para tirarnos de las orejas. Lo único que siento es que el hombre tropezara siempre con la misma piedra. Lo hemos visto en la historia. No tenemos remedio y esa es la pena que me queda en mi alma y en mi corazón.

Por todo ello, si científicos afirman que no hace falta la mascarilla en el exterior excepto en casos excepcionales como los citados, se les debe hacer caso. No ya por nuestra salud, sino que psicológicamente esa medida nos hará volver a la normalidad de antes, aunque seamos precavidos, pero al menos paseando sabremos con quien nos encontramos, a quien saludamos, tener tranquilidad sin mostrar miedo, solo precaución. Los niños en el exterior no deben de tener mascarillas, sus pulmones están creciendo, no pueden hacer deporte tragando el CO2 que se expulsa del cuerpo. Es urgente que ellos vuelvan también a la normalidad porque seguramente tienen muchos traumas y psicológicamente pueden afectarles.

Colgar la mascarilla para salir al exterior, es no sólo un deseo, sino una medida apoyada por expertos  e incluso por la propia Organización Mundial de la Salud. Es un aire que apacigua nuestros sentimientos, que nos hará ser más tranquilos, sin mirar con odio o miedo a la masa humana que viene de frente.