El triunfo de Arauz sobre el banquero no será fácil. Si lo logra no le bastará con retomar los avances económico-sociales que impulsó el presidente Correa, sino su gobierno tendrá que ir más allá: iniciar la modificación del modelo extractivista y, al mismo tiempo, abrirse a la participación ciudadana para que la sociedad equitativa y sustentable, que promete, se haga realidad.

Después de semanas de incertidumbre se han conocido los resultados de la primera vuelta electoral en las elecciones presidenciales del Ecuador, con el triunfo de Andrés Arauz y un segundo lugar para el banquero Guillermo Lasso, quien apenas logró superar a Yaku Pérez, el candidato de Pachakutik. Lasso debe remontar una diferencia de 13 puntos porcentuales que lo separan de Arauz (32,7% contra 19,7%). La brecha es amplia, y el banquero intentará cerrarla en un acuerdo, que ya está intentando, con el líder indígena, quien obtuvo 19,4%. También buscará un entendimiento con el candidato presidencial de Izquierda Democrática, Xabier Hervas, quien alcanzó una inesperada votación (casi 16,0%).

El triunfo de Arauz en primera vuelta electoral es bastante meritorio. Debió enfrentar serios cuestionamientos: ser calificado como un “perfecto desconocido”, marioneta del expresidente Rafael Correa, hasta querer llevar a Ecuador por el camino de Venezuela. El odio al correísmo es grande en la poderosa elite ecuatoriana, sobre todo de la prensa corporativa y el gran empresariado, lo que parcialmente ha permeado a las capas medias de la sociedad, sobre todo en Quito.

Pérez y Hervas, los dos candidatos perdedores, han sido elocuentes en sus cuestionamientos al correísmo y públicamente coinciden en el propósito que Arauz debe ser derrotado. Sin embargo, más allá de entendimientos superestructurales, los votantes de izquierda Democrática y de Pachakutic tendrán serias reticencias en votar por Lasso, el candidato de la elite.

No hay buenos recuerdo del banquero ya que sirvió como ministro de Economía del presidente Jamil Mahuad, quien el 8 de marzo de 1999, un año después de ser electo, declaró un feriado bancario que, mediante un corralito, congeló los depósitos. Luego vino la dolarización, con la pérdida masiva de los dineros de los ahorrantes, una grave crisis económico-social y el empobrecimiento de los ecuatorianos con un exilio multitudinario a tierras lejanas.

Hay que reconocer que el actual presidente, Lenin Moreno, ha facilitado el triunfo de Arauz en la primera vuelta electoral. Su gobierno, caracterizado por incompetencia y corrupción, condujo al país a un profundo deterioro económico y social, lo que ha servido a la sociedad ecuatoriana para recordar los avances económicos y sociales que durante diez años caracterizaron el gobierno del expresidente Rafael Correa. Fue su vicepresidente y figura del movimiento Alianza País, pero, renunció al programa de progreso que le propuso al país, lo que produjo un fuerte impacto y sorprendió al pueblo ecuatoriano. Moreno, a pocos meses de asumir la presidencia abrazó la traición.

Aconsejado por banqueros, dueños de medios de comunicación y por el líder socialcristiano Jaime Nebot, Moreno convirtió al expresidente en su enemigo principal, acusándolo de graves (aunque discutibles) hechos de corrupción y optó por aliarse con el gran empresariado y la prensa corporativa.

El candidato Lasso ofrece un modelo empresarial con las acostumbradas políticas neoliberales. Lo mismo de siempre: iniciativa privada, reducción de impuestos y aumento de las inversiones en petróleo y minería. Arauz, por su parte, habla de “recuperar el futuro”, con lo que quiere apuntar a un futuro ya vivido en el pasado, o sea durante los 10 años de Correa. Comete, sin embargo, el error de no hacer ninguna autocrítica al gobierno de su mentor y expresidente y ello, quizás, debilita su candidatura.

Arauz tiene varios desafíos en su disputa con Lasso, así como en su eventual futuro gobierno. En primer lugar, no puede eludir la obligación de reencontrarse con el mundo indígena y los medioambientalistas, con quienes el presidente Correa tuvo serías diferencias por el masivo despliegue de inversiones petroleras y mineras en el Amazonas. Ciertamente es un dilema, difícil de resolver. El petróleo es la principal fuente de divisas del Ecuador y la minería se ha convertido en una exportación emergente. Por tanto, el freno al extractivismo en territorios indígenas, así como la indispensable diversificación productiva no serán fáciles considerando la elevada deuda externa y déficit fiscal, en el marco de una economía dolarizada. Pero es, sin duda, una tarea ineludible.

El segundo desafío que enfrenta Arauz tiene que ver con la prensa del establishment. Una prensa que ha sido implacable contra Correa y que éste ha enfrentado, con valentía, en duros términos. Hay que reconocer que los medios en Ecuador, en años recientes, se han convertido en un poder político, representando, sin mediaciones, a los grupos dominantes y alejándose de la verdad informativa. Su crítica radical al correísmo dificultará la campaña de Arauz en el ballotage y, si llega a triunfar, hará difícil la gestión de su gobierno. En consecuencia, Arauz tendrá que buscar caminos inteligentes para neutralizar la confrontación con ese poder fáctico. Quizás, su estilo conciliador y dialogante podrá reducir las tensiones con los medios de comunicación.

El triunfo de Arauz sobre el banquero no será fácil. Si lo logra no le bastará con retomar los avances económico-sociales que impulsó el presidente Correa, sino su gobierno tendrá que ir más allá: iniciar la modificación del modelo extractivista y, al mismo tiempo, abrirse a la participación ciudadana para que la sociedad equitativa y sustentable, que promete, se haga realidad.