Por Karla Mijangos Fuentes

La serie “Feminismos que humanizan” es una secuencia de entrevistas, en las que personas aplicadas a diferentes vertientes de la construcción de una salud integral, cuentan cómo el feminismo cambió su mirada, su forma de actuar y de concebir las prácticas en salud. Esta serie pretende traer reflexiones sobre género, feminismos y salud además de ser un espacio de reflexión y empoderamiento.

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Diana es Licenciada en Enfermería, Especialista en Cuidados Intensivos y estudiante de la Maestría en Ciencias de la Educación. Ella, además de ser originaria de Mérida Yucatán, México, también es mamá de dos niños. Diana desde muy pequeña se ha sentido atraída por la lectura y escritura, incluso en algún momento de su vida se cruzó con la Antropología, sin embargo, ella anhelaba una profesión que tuviera más campo de acción en el ámbito práctico, por ende, la enfermería fue la mejor opción. No obstante, a ella le gustaría retomar los estudios dentro de las Ciencias Sociales en algún momento de su vida.

Diana también es feminista, y dentro de su acción colectiva ha fundado y coordinado la red “La cruz blanca: Enfermeras por la autonomía profesional” La cual persigue el concepto de autonomía a través del ejercicio de la reflexividad, la reconstrucción histórica, la responsabilidad social y la perspectiva de género en la deconstrucción del conocimiento de enfermería.

REHUNO: Hola Diana, para ti, ¿qué es el feminismo?

Diana: Para mí el feminismo es un movimiento político y social que busca la liberación de las mujeres de una estructura de opresión que se llama género y patriarcado.

REHUNO: Cuéntame Diana, cómo fue tu primer acercamiento/s al/los feminismos?

Diana: mi primer acercamiento con el feminismo fue a través de una materia libre que tuve en el último semestre de la carrera, que fue así como para llenar créditos, se llamaba “perspectiva de género”; y la maestra que tuvimos, honestamente no sabía mucho de lo que hablaba, pero sí nos hacía investigar, incluso yo, solo para llevarle la contra a lo que decía, investigaba. Fue así como este primer acercamiento me ayudó a entender que hay un sesgo de género, es decir, hay unas diferencias muy claras sobre nuestros procesos de salud/enfermedad en relación al género.

REHUNO: Cuando hablas de diferencias muy claras sobre procesos de salud/enfermedad, a qué te refieres?

Diana: Las mujeres no sentimos, ni pensamos, ni vivimos de la misma forma una enfermedad, o, incluso la misma enfermedad. Vamos a suponer, por ejemplo, una enfermedad coronaria. Esta enfermedad no la vamos a percibir igual las mujeres a cómo la perciben los hombres. Es verdad que ya existen muchos estudios e investigaciones que explican porqué para las mujeres nuestro primer síntoma no es un dolor irradiado al brazo izquierdo, como normalmente está en los anuncios, en la tele, en todos lados. A las mujeres nos da mucha fatiga y un dolor en la boca del estómago. Entonces dime, en qué mundo una mujer que está sintiendo fatiga y dolor en la boca del estómago se va a enterar que tiene un problema del corazón, sino es hasta que la situación es demasiado grave, sobre todo, porque ella sabe que normalmente un ataque al corazón viene de un dolor en el pecho que se irradia al brazo. Y justo, toda esa realidad fue la que me golpeó de repente, es decir, me preguntaba por qué razón esto es así, por qué los libros no dicen que las mujeres tenemos otros síntomas, por qué las mujeres no sabemos esto, en conclusión, qué está pasando; y ahí fue cuando descubrí que había una desigualdad. Y que como enfermeras o enfermeros en general, es parte de nuestro trabajo no contribuir con esa desigualdad.

Posteriormente, me fui de pasante al servicio social y ahí fue cuando dije ¡no puede ser! Vi una cantidad impresionante de violaciones a los derechos humanos que, de acordarme, me dan ganas de llorar. Y no hablo solamente de la violencia estructural machista que existe en las comunidades rurales, donde las niñas las venden o intercambian por un cartón de cervezas, o, de las niñas que llegan con trece años embarazadas y/o con herpes genital, sino más allá de eso, hablo de la violencia institucional. En este sentido, siento que hay un abandono en general del sistema de salud, pues siempre es como ¡tómate esto!, ¡hazte esto!. Me recuerdo mucho a una paciente que todo el año estuvo diciendo “me siento mal”, entonces los médicos siempre la mandaban a psiquiatría, y resultó que no era psiquiátrica, y que sí tenía un tumor en el pulmón, pero como no la tomaban en serio, es decir, ella decía que se sentía mal en su casa, pero cuando llegaba al hospital, obviamente ya no se sentía mal, porque ella esperaba a recuperarse un poco, entonces, nunca nadie le creyó ¡Qué impresión! Que vayas al médico, y el médico ¡no te crea!, que le estés diciendo que te sientes mal y que te digan, estás loca, te voy a mandar al psiquiatra.

REHUNO: Entonces, a esta mujer nunca la revisaron?

Diana: no, y si la revisaban solo era para decirle ¡ya está todo bien!, es decir, nunca se tomaron la molestia, mínimo, de ponerle un estetoscopio en los pulmones, porque era mujer, porque estoy segura que si esa queja hubiera venido de un varón, éste si hubiera sido tomado más en serio. Todo este tipo de situaciones en mi formación fueron decisivas para decir, esto no puede ser, esto no está bien, en qué mundo podemos tolerar que esto pase.

REHUNO: Y dime Diana, cómo sientes que el feminismo ha cambiado tu práctica y tu vida a partir de ello?

Diana: Esto que te platico fue en 2009, ya son casi 10 años que he ido aprendiendo. Tampoco es que han sido los 10 años ininterrumpidos, igual en ese tiempo me embarace, tuve hijos, pero la conciencia siempre ha estado ahí. Entonces el feminismo, me dio un propósito y un sentido ético a mi vida personal y de trabajo. Es eso, un sentido ético y un propósito en la vida, es como mermar esa desigualdad; probablemente me voy a morir y no voy a ver que desaparezca, pero si quiero morirme con la conciencia tranquila de saber que hice algo para que disminuyera. Por tanto, el impacto más grande que ha tenido el feminismo en mi vida profesional ha sido dotarme de ese propósito ético, como algo que le da sentido a cada cosa que hago y que decido, es decir, nos da otra mirada por completo.

REHUNO: Cuando hablabas de un sentido ético a través del feminismo, a qué te estás refiriendo específicamente?

Diana: La enfermería debe ser un agente de cambio y de transformación social. Y yo encuentro en el feminismo un camino, como una vía. El feminismo me dice por dónde ir en algo tan básico, como son los derechos sexuales y reproductivos. Por ejemplo, la consejería de planificación familiar recae exclusivamente sobre enfermería, por ende, enfermería tiene ahí una ventana de cambio y de acción y, si esta enfermera no tiene una perspectiva de género en su consejería, vamos a seguir viendo a las mujeres como entes que solo requieren un método de planificación familiar, por tanto, vamos a seguir criticando sin reflexionar que, cuando una mujer te dice “no quiero un método de planificación porque mi marido me cuida”, detrás de ese “mi marido me cuida”, hay todo un sistema de violencia, incluso, me ha tocado firmar como testigo para que el familiar no se enteré que a la señora se le puso el dispositivo. Entonces como enfermera, cómo no enojarse o indignarte, cómo no intentar cambiar algo que está ahí todo el tiempo, cómo no nos puede preocupar esto?

Incluso, el problema de la violencia no sólo es hacia las pacientes, o el acoso, solo hacia nosotras como enfermeras, a ellos también les pasa. Es decir, como que enfermería se vuelve un género, no sé si lo has visto de esa manera, pero toda enfermería al ser predominantemente mujeres, nos convertimos en un género. Como dice Silvia Federicci “ser mujer es una clase”, y ser enfermera es convertirte en un género, no importa si eres hombre o mujer, enfermería te sitúa en un lugar dentro de todo el sistema de salud en general, por tanto, tenemos muy normalizadas estas situaciones de violencias y acoso, es terrible.

REHUNO: Diana, consideras que la ética de enfermería puede estar sesgada por estos conceptos de género, o quizás, un tanto alejada de una ética humanista.

Diana: si, totalmente, yo creo que no hemos aprendido a separar nuestro deber profesional de nuestras creencias o ideas religiosas. Es decir, no nos hemos apegado a los derechos humanos y es una pena. Me ha tocado ver que siempre se pone por encima de todo las creencias religiosas. Claro está que, todo el sistema de enfermería se encuentra entre lo religioso y lo militar. Y no es casualidad que posterior a los años setentas, después de la segunda o tercera ola feminista surgieran las teorías clásicas de enfermería, porque entonces, ellas ya podían escribir, pero antes de eso, no se podía. Además, siento que tenemos muchos años de historia que no fue nuestra historia, porque no la escribimos nosotras. Por ejemplo, sobre la historia de la enfermería en Yucatán, no hay nada. La única media cuartilla está en la Facultad de Enfermería de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Así cuando empecé a buscar la historia de la enfermería en México, el primer libro que encontré fue de 1967 y lo escribió un doctor. Entonces, cómo vamos a tener una identidad real, si ni siquiera tenemos nuestra propia historia? Qué sentido ético propio puede tener enfermería, si toda ella está permeada por el paradigma de los médicos, las ideas religiosas y todo el sistema militar que venía de siglos atrás?

Siento como que todavía estamos en una búsqueda de nuestra propia voz, que ahí va saliendo, yo siento que ahí va saliendo, pero todavía falta.

REHUNO: ¡Muchas gracias Diana!