Contexto entrevistó al ex presidente de Honduras, quién habló sobre el golpe de Estado que lo derrocó en 2009, los posteriores fraudes avalados por Estados Unidos, los sucesivos golpes de Estado en la región y el futuro de su país y de toda América Latina. Zelaya sostuvo que «La sociedad solo se cambia cuando hay organizaciones políticas para cambiarla».

por Héctor Bernardo

El 28 de junio de 2009 se produjo el golpe de Estado en Honduras. El derrocamiento del presidente constitucional Manuel «Mel» Zelaya representó un primer paso certero en el intento de recomposición neoliberal de la región. A poco de producirse el golpe, Zelaya advirtió que se trataba no solo de un ataque a la sociedad hondureña, sino una amenaza para toda América Latina. El análisis del exmandatario no estaba equivocado y así lo ratificaron los hechos: golpe de Estado parlamentario en Paraguay contra Fernando Lugo (2012), golpe de Estado parlamentario en Brasil contra Dilma Rousseff, golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales (2019).

Contexto dialogó con Manuel Zelaya sobre el golpe de 2009, la arremetida regional de la derecha en la región, los sucesivos fraudes en Honduras.

¿Coincide con la idea de que el golpe de Estado en su contra fue el primer paso exitoso de la derecha en su estrategia de recomposición del control sobre la región?

Los motivos que originan los hechos son parte esencial de los hechos en sí. Por eso la actual situación de América Latina obedece a un contexto en sí que es importante apreciar en su totalidad. Para entender la esencia de los acontecimientos y no hacer simplemente un comentario de esos acontecimientos, quiero decir lo siguiente: el surgimiento de un proceso social-popular en la región nació a fines del siglo XX, cuando prevalecía el modelo económico dictado a partir de la caída del Muro de Berlín, modelo económico que implicó el imperio del dólar, la decisión del mundo de entrar en la globalización económica, el hecho de que todo había que convertirlo en negocios y que el interés egoísta, personal, de lucro prevalecía en el planeta sobre cualquier idea de humanismo o de sentimientos sociales. Prevalecía el comercio, el interés financiero, la especulación.

En ese contexto, la primeras protestas nacieron fuertemente en Venezuela, contra Carlos Andrés Pérez, con el Caracazo (sin olvidarnos que hay una historia antes de esto con el famoso Bogotazo, con la Revolución Cubana, con los efectos de la posguerra mundial, etc.). A finales del siglo XX los pueblos comenzaron a expresarse fuertemente por un cambio de sistema, ahí aparece Venezuela con Hugo Chávez Frías. Aparece como un intérprete real, auténtico, con un liderazgo eminentemente popular y social con una gran sensibilidad ante la demanda del pueblo de cambios en América Latina.

Esa ofensiva popular, social, política, pacífica y democrática que surge en Venezuela a finales del siglo XX (sin desconocer, por ejemplo, la revolución democrática de Salvador Allende en 1973 en Chile, sin desconocer que antes de Hugo Chávez hay 173 golpes de Estado planificados por la Agencia Central de Inteligencia americana y sin desconocer que hay todo una tendencia de control de la sociedad previo a todos esos acontecimientos), esa aparición despierta una ola que se llamó «Socialismo del siglo XXI».

Ese Socialismo del siglo XXI prevaleció dominando el sentido social que debe tener la historia, el sentido humano que debe tener cualquier pacto social, prevaleció en la conciencia de los pueblos de América Latina y del Caribe durante toda la primera década del siglo XXI. Ahí aparece el fenómeno de los Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Fernando Lugo, un obispo que se convierte también en estandarte de los movimientos sociales y de izquierda en Paraguay, Ortega en Nicaragua con el Frente Sandinista y el Frente Farabundo Martí en El Salvador, y yo, que vengo de un partido de centroderecha, planteando un «liberalismo prosocialista, una ideología que ni siquiera existe en el concepto académico, pero yo planteé en mi gobierno una centroizquierda y un liberalismo prosocialista. Dos símbolos ideológicos opuestos, pero caminando a un proceso.

Una vez Ignacio Ramonet me mandó a hacer una pregunta de su periódico Le Monde Diplomatique, para que le definiera esa contradicción que existe en la idea de un liberalismo prosocialista, y yo le dije que «eso solo se puede entender como una ideología transitoria de proceso. Vamos caminando a un socialismo». El liberalismo democrático agotado, el neoliberalismo económico agotado, el capitalismo salvaje totalmente contraproducente, antagónico a la democracia, antagónico al humanismo, antagónico a la sensibilidad social de los pueblos, tiene que ir en la dialéctica humana creando una nueva tesis.

¿Usted tomó medidas concretas en ese camino?

Esa postura decidí, por ejemplo, unirme al ALBA [Alternativa Bolivariana para las Américas]. Sus principales personajes me lo dijeron: «Si usted se une a la ALBA va a tener problemas con los Estados Unidos». Así fue. Me sacaron, amanecí en ropa de dormir en Costa Rica, de un día para otro.

Unirme a Petrocaribe, al ALBA, hacer acciones para traer petróleo de Venezuela rompiendo el monopolio de las oligarquías económicas tanto europeas como norteamericanas, creando un esquema de apertura democrática para Honduras. Abrí fuertes relaciones con Cuba, nombré embajador en Cuba, traje médicos cubanos (es para destacar la gesta de los médicos cubanos, otros países te mandan armas y Cuba te manda médicos), traje maestros cubanos para crear todo un programa de alfabetización masiva. Tomé medidas, dentro del esquema de mercado neoliberal, para hacer crecer la economía y logré hacer crecer la economía al 6,6 % anual sostenido durante los primeros tres años antes de que me sacaran. Se redujo la pobreza, el país tenía los mejores indicadores de América Latina, la deuda externa la logramos bajar al 17 % del PBI. Honduras tenía la menor deuda externa de toda América Latina y de todo el Caribe.

Entonces, ¿por qué me sacan? Me allanaron la casa con bayonetas militares, sin juicio, sin un proceso, sin la presunción de inocencia, sin darme derecho a defenderme. Me allanaron la casa los militares, me secuestran y me expulsan para Costa Rica.

Había una razón, había un proceso de cambio hacia el socialismo en América Latina que no aceptaban los ultraconservadores de derecha, tanto norteamericanos (los halcones de Washington) como de Europa, que siempre están asociados, así como se oponían a las independencias de nuestros países, ahora los consideran como zonas de feudos para sus grandes transnacionales, para sus grandes negocios. Entonces se oponía a toda forma de organización donde el pueblo podía empoderarse de sus derechos.

Esos fueron los principales motivos que generaron la primera caída del siglo XXI de un gobierno democrático. Luego vino una sucesión de caídas de gobiernos democráticos porque hay una restauración conservadora que busca parar toda formación de organización social y popular con fines políticos. Las organizaciones sociales y populares te las permiten en defensa de los derechos humanos, en defensa de los derechos laborales o de conquistas sociales, pero nunca con fines políticos, porque con fines políticos es cuando se toma el poder y se transforma la sociedad. La sociedad solo se cambia cuando hay organizaciones políticas para cambiarla. Las organizaciones gremiales y sociales respaldan, pero no se hacen los cambios desde las iglesias ni desde la sociedad civil. Los cambios se hacen desde la lucha política. Y eso ellos no te lo permiten, paran el ALBA y paran toda manifestación de unidad latinoamericana. 

Usted ha dicho que Honduras se transformó en un laboratorio de los Estados Unidos. ¿Podría explicar esta idea?

El siglo XX se caracterizó por golpes de Estado, asesinatos de presidentes, sabotajes, actos clandestinos, terrorismo, etc. Acuérdense de la Doctrina de Seguridad Nacional. Acuérdense de los golpes de Estado en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, aquí en Honduras y en toda Centroamérica, en todos lados.

En el único lugar donde no se daban golpes de Estado en el siglo XX era en Estados Unidos, ahí nunca hubo un golpe de Estado. Ahí, cuando un presidente les estorba, lo asesinan. Resuelven el problema de raíz. Porque un golpe de Estado destruye la estructura de la sociedad. Destruye el pacto social. Es una provocación a una guerra civil. En Estados Unidos el pueblo está armado, eso se lo permite la propia Declaración de Independencia y la propia Constitución de la República que señala que el pueblo tiene derecho a derrocar a un gobierno que lo traicione. Por eso, un golpe de Estado allí provocaría inmediatamente una guerra civil. De todos modos ahí no hay quien los planifique, porque quienes los planifican en nuestros países son las embajadas de Estados Unidos y el Comando Sur.

Honduras fue vista como el eslabón más débil del ALBA, porque nosotros somos pacíficos, porque no tenemos un Ejército a favor de los intereses de nuestro pueblo. Al Ejército de Honduras lo forma, lo entrena, lo financia y hasta lo pone en práctica el Ejército de los Estados Unidos. Los ojos de los militares hondureños son iguales a los gringos. No hay un Ejército que defienda al pueblo. Hay un Ejército que defiende a la oligarquía, a los bienes, a las fábricas y los intereses económicos de los ricos y de los poderosos.

Claro, no querían a un demócrata en el ejercicio de la presidencia de la República. Toda la sociedad burguesa se sentían afectados con las medidas de desarrollo que estaba tomando, aunque ellos se favorecían con mis medidas de desarrollo, ellos tenían grandes ganancias porque el país iba creciendo como «los tigres asiáticos». Sin embargo, eso no les importó, porque le temen al pueblo. Si organizas al pueblo, si organizas a los trabajadores, la oligarquía se muere de angustia. Como ya dije, las oligarquías aceptan que organicen al pueblo para demandas sociales. Ahí les dan algo de lo que piden para que se calmen y listo. Aceptan también que organices al pueblo en partidos políticos que tienen acuerdos con ellos, como ellos tienen las grandes corporaciones mediáticas, manejan el capital, manejan el dinero, controlan a los partidos políticos a través de los medios de comunicación, de la banca y de todo el sistema. Así, sí te permiten organizar partidos políticos. Pero formar un partido político revolucionario que organice al pueblo para demandar sus derechos, hasta ahí no llegan. Y ese era el planteamiento nuestro.

A mí me derrocaron el 28 de julio de 2009, una madrugada. Dijeron que yo estaba haciendo una encuesta con el pueblo, encuesta que ellos decían que era supuestamente ilegal. Entonces me sacaron. En lugar de abrirme un proceso para que fuera a defender la acción del Ejecutivo, que era totalmente transparente y legal, me sacaron. Sesenta días después, Barack Obama (demócrata), que en ese momento era presidente de Estados Unidos, anunció la instalación de siete bases militares en Colombia para agredir a Venezuela. Al poco tiempo voltearon a Fernando Lugo en Paraguay, atentaron contra Rafael Correa en Ecuador, lograron destituir ilegalmente a Dilma Rousseff en Brasil, aprisionaron a Lula da Silva y han estado en un asecho terrible contra Venezuela, contra Nicaragua y contra Cuba (que es un símbolo de la rebeldía de los pueblos para buscar sus derechos frente a sistema que los oprime).

¿Usted ve un paralelo entre lo que le pasó y lo que le pasa ahora a Evo Morales?

Hay que mirar quiénes eran los presidentes del ALBA: Hugo Chávez está muerto, hay que investigar cómo murió en dieciocho meses a los 58 años; Evo Morales, derrocado y expulsado de Bolivia; yo, derrocado y expulsado de Honduras.

Durante dos años estuve fuera de Honduras y de ahí regresé y fundé con el pueblo, con la resistencia, un partido político. Estamos en la lucha. Nos han hecho dos fraudes en ocho años. Dos fraudes electorales monstruosos y públicos, pero como este es un pequeño país en el medio de América y su desaparición no afecta a los Estados Unidos, no tiene impacto en las noticias.

En uno de los fraudes, la embajadora de Estados Unidos llegó al Tribunal de Elecciones y dijo: «Vengo a avalar a que hagan 5.000 actas nuevas», para que gane el que iba perdiendo. Una cosa vergonzosa.

En el último fraude, que fue hace dos años, en dos días se cayó 680 veces el sistema de conteo de votos. Así lo dice el informe de la OEA. Salió Luis Almagro y dijo: «No puedo reconocer los resultados de Honduras. Pido que se repitan las elecciones». Pero vino el Departamento de Estado y dijo: «No. Aquí gana el que gana. Vamos a hacer 5.000 actas nuevas». Aquí se trabajaba con 18.000 actas y una semana después de las elecciones hicieron 5.000 actas nuevas.

La noche de las elecciones, el propio Estado ya había declarado que, con el 71 % de las actas escrutadas, la alianza de oposición que formamos llevaba una tendencia de casi 4 puntos. Tardaron siete horas en dar el primer resultado preliminar porque iban perdiendo y entre más actas entraban, más amplia se iba haciendo la diferencia, porque era una tendencia. Nos declararon ganadores y salió el pueblo a celebrar. Al siguiente día declararon estado de sitio. Estuvimos diez días con estado de sitio. Sacaron los militares a las calles. Masacraron a la gente. Ahí están los informes de Naciones Unidas. Asesinaron jóvenes con una bala en la cabeza en cada pueblo de Honduras donde la gente estaba celebrando su triunfo. 

Se cayó 680 veces el sistema, pararon la trasmisión de resultados y apareció Estados Unidos diciendo: «Vamos a hacer 5.000 actas nuevas». Aquí en Tegucigalpa las hicieron. Frente al mundo entero. ¿Y qué hizo Europa? Guardar silencio y reconocer el triunfo del usurpador. Del ilegítimo que se estaba reeligiendo ilegítimamente porque la Constitución se lo prohibía.

Aquí no fue solo que hubo un golpe de Estado. Los fraudes, los escuadrones de la muerte, los asesinatos de líderes ambientales, de defensores de derechos humanos, de líderes gremiales y campesinos. Ahora tenemos varios presos políticos. Aquí están arrasando con los ríos y con los bosques. Es un capitalismo depredador y criminal el que opera en Honduras. Para defender todo eso, como ya no lo pueden defender desde punto de vista racional, usan la violencia, la manipulación, los medios de comunicación. Como en el resto de la región, usan la judicialización de la política, el lawfare.

¿Qué posibilidades hay de que se recupere la democracia en Honduras?

Vamos a elecciones en un año y dos meses. Nos estamos organizando. Dicen que «la tercera es la vencida». Como fue con Andrés Manuel López Obrador. Para ganarle al fraude que está montado, tenemos que sacar entre 300.000 y 400.000 votos de diferencia. Así como Andrés Manuel le sacó 8 millones de votos de diferencia. Eso es lo que necesitamos para poder vencer al fraude y a la dictadura y poder demostrarle a Estados Unidos que este es un pueblo que quiere la democracia, que este pueblo es pacífico y no quiere guerras, no quiere muertes. Demostrarle que este pueblo lo que quiere es entendimiento. Si es así, creo que esos imperios, tanto Europa como Estados Unidos, van a entender que tienen que respetar la autodeterminación de los pueblos, que tienen que respetar el derecho de los pueblos a vivir con dignidad.

¿Cómo ve el presente y el futuro de la región? ¿Cree que hay posibilidades de que se vuelva a consolidar el proyecto de unidad latinoamericana?

A lo largo de la historia, todos los analistas siempre han hablado de las contradicciones naturales del hombre y de la sociedad, así como de los vaivenes de flujos y reflujos de la historia. Ahora probablemente estemos en uno de los picos de la historia del poder geopolítico. Suelo reflexionar que si la sociedad no avanzara frente a quien históricamente la ha sometido y dominado (por las armas, por la fuerza, por el engaño, por la manipulación, por la perversidad del ser humano que en su naturaleza es más egoísta que religioso), seguiríamos en la época de las cavernas. La sociedad avanza por sí misma aunque nos maten, aunque nos den golpes de Estado, aunque la gente que protesta sea sacrificada, si no seguiríamos viviendo en el esclavismo. Hay una neoesclavitud y hay un neocolonialismo, pero la sociedad va a seguir avanzando a pesar de todo ello.

Como dice ese refrán popular: «No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista». Miren México, dos horrorosos fraudes contra Andrés Manuel López Obrador (uno del PRI y el otro del PAN) y se levanta de las cenizas como un gran libertador frente al monstruo del neoliberalismo y al monstruo del capitalismo que explota y destruye las naciones. El pueblo mexicano le dio un voto masivo a Andrés Manuel y ahora está contra el monstruo principal que está ahí adentro como quinta columna. Yo tengo fe en que los pueblos seguimos avanzando.

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