Por Julián Solano

«La educación es libertad». Paulo Freire

Los más veteranos recuerdan la Costa Rica en la cual los hijos de los “pudientes” compartían aula y pupitre escolar con los hijos de los trabajadores. Ese quizás fue el secreto de nuestra democracia vernácula y de nuestra “extraña” paz, en medio del macondo violento latinoamericano. Luego de las clases, de las chocolas, los trompos y cromos compartidos, como dice la canción de Serrat “vuelve el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza”, pero esa convivencia generó un sedimento de mínimo respeto entre todos, y la posibilidad de permear ese infranqueable muro de castas, tan solidificado en otros pueblos del subcontinente.

Por las características del desarrollo, y el paso de una economía agrícola a un modelo industrial y más diversificado, y luego a un modelo orientado al mercado internacional, la sociedad paso a ser una sociedad mucho compleja y más escindida según la ubicación de cada familia en determinada actividad económica. Ahí empezó el proceso de diversificación educativa y la drástica escisión entre educación pública y educación privada. La primera, la pública, está enmarcada dentro del modelo de subsidio estatal a la oferta – el dinero es dirigido a, y es manejado por y para la burocracia y los gremios-, y dicho dinero otorgado no está vinculado a ninguna evaluación de calidad real-. Si a ello añadimos que las “escuelas públicas para pobres”, ubicadas en las barriadas de condiciones más precarias, se caracterizan por edificaciones físicas deplorables y que adolecen de un eterno ausentismo de sus maestros y profesores, tenemos una fórmula extremamente tóxica para reproducir la pobreza y la falta de oportunidades para los niños y jóvenes que se encuentran en absoluta desventaja social, generaciones nuevas que infelizmente repiten el circulo vicioso de la pobreza y la violencia.

Para que toda la población tenga entonces acceso a educación de calidad -y los pobres no estén obligados a asistir a “escuelas para pobres” para recibir una pobre educación-, debemos dar oportunidad a que todo padre o madre tenga el derecho de ELEGIR el centro educativo que quiere para su hijo. Para ello no hay que inventar el agua tibia, Suecia la descubrió y aplica desde principios de los años 90s. Actualmente funciona también en sitios Wisconsin, Arkansas, Singapur, Corea del Sur y otros. Para posibilitar dicha elección el Estado otorgará vales o cheques (subsidio a la demanda) a los colegios públicos o privados por cada alumno que le matriculen los padres. El dinero estatal es entonces orientado a la demanda -los recursos son dirigidos a, y son gestionados por las familias a cambio de una mejor educación, dentro de un mercado competitivo entre centros educativos-. Cada centro educativo velará por el cuido y ampliación de edificaciones, laboratorios, etc., y, lo mejor, por la contratación docente. Serán estos aspectos, más los resultados en distintas pruebas, los que incentivarán a los padres a matricular a sus hijos en uno u otro centro educativo, independientemente de la condición socioeconómica de cada familia. Dichos centros lucharán con mejores profesores e instalaciones para así atraer a más estudiantes y así aumentar los cheques o vales que les otorgará el estado. El mejoramiento de los centros públicos irá haciendo desaparecer la abismal diferencia actual entre educación pública y educación privada.

Los recursos saldrán de la desaparición del MEP tal y como lo conocemos hoy, y se transferirán por medio de los vales, directamente a las escuelas y colegios según su respectiva matrícula (en el 2018 se usaron unos 2.6 billones de colones al año para financiar a unos 900,000 alumnos).

Con este sistema, según la experiencia sueca y otras, la matrícula sube y los jóvenes fuera del sistema educativo casi desaparecen. El flagelo de los ninis podrá ser disminuido porque, si un padre pobre puede tener acceso a un buen centro educativo para su hijo o hija, obligará al susodicho nini casero a asistir a éste, o, será posible que hasta el propio nini le guste la idea de asistir, por las ventajas reales que ve, a un centro educativo de mejor nivel. El MEP quedará como un asesor especializado en curriculums, programas y en aplicación de pruebas nacionales e internacionales. Además, el hecho de que al centro educativo le convendrá que el alumno se mantenga allí, hará lo imposible por mejorar su calidad educativa e instalaciones para evitar la deserción, otro gran flagelo en nuestro país- aproximadamente un 9% en secundaria en el 2018-.

Los profesores se esforzarán por mejorar la preparación en su especialidad u otras habilidades pedagógicas, incluso a aprender un idioma, para tener herramientas y preparación para ser contratados en los centros académicos. Tendrán buenos salarios, pero serán evaluados por los consumidores de educación de calidad: los padres de familia, sus hijos y los propios centros educativos. Será el mejor mecanismo para sacar y aprovechar el mejor talento de los educadores.

Para que la sana competencia redunde en mejora constante, se debe otorgar flexibilidad en los planes y programas a los centros educativos para que algunos busquen incluso nichos de énfasis, como opciones diferenciables frente a otros: algunos más orientados a las matemáticas, otros a las ciencias naturales o sociales, etc.

El vale o cheque escolar no solo cubrirá el costo de la enseñanza sino el del comedor del centro de enseñanza, así como el de la salud de los educandos, con colaboración de la CCSS. Para niños y jóvenes especiales por alguna discapacidad, se podrá aumentar un poco el monto de los vales de esos estudiantes para que el centro educativo tome las medidas y adecuaciones necesarias para ellos. Lo anterior será posible con el manejo más eficiente y eficaz de los recursos disponibles.

La idea es no aumentar el gasto público y más bien dirigir los recursos directamente hacia el estudiante. Darle oportunidad a él y a su familia de salir adelante aprovechando la herramienta por excelencia de la movilidad social: una educación académica o técnica de calidad en función de las necesidades del siglo XXI y de la disruptiva Cuarta Revolución Industrial.

Conclusión:

Un sistema que funciona en un país como Suecia es un sistema que debería funcionar en un país como Costa Rica. Tenemos desgraciadamente castas ciudadanas segmentadas y separadas por la calidad y el acceso a la buena educación. Tenemos el problema de miles de jóvenes ninis que son una bomba de tiempo social y económicamente hablando. Tenemos muy alta deserción, y una violencia creciente por la falta de oportunidades para multitud de jóvenes sin herramientas para insertarse en la economía de forma competitiva y con ingresos decentes. Tenemos una economía que no crece por la falta de demanda interna – a su vez producto de falta de empleo e ingresos de muchísimos consumidores potenciales-. En fin, graves problemas que se derivan de la falta de una buena educación de los sectores más desprotegidos.

Hay varios ejemplos exitosos que podemos imitar y con ello cerrar estas brechas educativas que nos están debilitando como sociedad inclusiva. Pensemos y actuemos en grande. Si se tiene miedo o desconfianza en este sistema -pese a las pruebas exitosas que ya existen-, podría empezarse con planes piloto en determinadas zonas del país, algunos cantones por ejemplo, y conforme se vean los resultados ir ampliando. Vamos por el sistema de vales educativos para lograr una educación de calidad para TODOS, sin distingos de status económico o social. Volvamos a los trompos y las chocolas sin distingos de origen socioeconómico.