Esta situación de crisis o emergencia sanitaria, provocada por el coronavirus, es una situación excepcional que trastoca la rutina diaria y  afecta nuestra visión de la realidad.

Estamos en presencia de una crisis global que afecta a la sociedad y la conciencia. Desde una mirada humanista destacamos  la necesidad de la reflexión personal y conjunta. Una reflexión que nos mostrará el modo más adecuado de hacer las cosas para asegurar  el equilibrio y la evolución constructiva.

Podemos observar dos caminos en la acción que van en direcciones opuestas: Uno lleva al encerramiento, el “sálvese quien pueda”, el egoísmo irresponsable y el miedo irracional. Otro conduce a la solidaridad, el tener en cuenta a los demás, la iniciativa constructiva, la acción consciente, sensible y responsable.

El ponerse al servicio de la vida en sentido amplio es una actitud interna de gran ayuda tanto para la persona que la activa en sí como para su entorno más próximo y así hasta donde pueda llegar. Tal actitud tiene su base en la acción coherente, que es aquella pensada, sentida y realizada en unidad.

Aprender de nuestros errores es parte del proceso reflexivo y lograr el estado anímico adecuado para que este aprendizaje se realice es una labor humana esencial. El estado de ánimo condiciona nuestra visión de la realidad. Elegir el camino de la vida y la construcción evolutiva es elegir también la paz como sentimiento de base.

Tenemos un nuevo desafío ante nosotros, si queremos verlo así: Fortalecernos y transmitir fortaleza. Proyectar conciencia y claridad. Alejar la confusión y la contradicción que nos debilita y desorienta.

Alumbrar los valores humanistas es hoy una necesidad de primer orden. Si el antihumanismo avanza destruyendo el espíritu humano, los que elegimos el camino ascendente no podemos permanecer indiferentes, debemos hacer lo que esté en nuestra manos para alentar y ayudar al desarrollo de los valores del humanismo universal.

Tal como ocurre  con las crisis en la vida personal, cuando la dirección es la de aprender y crecer, en la sociedad ocurre lo mismo. Así, esta crisis puede ser una oportunidad para aprender y crecer donde cada uno puede contribuir en esa dirección como si de una gran red se tratará. Como si todos fuésemos parte de una mente global en la cual cada neurona juega su papel enviando señales.

Enviemos señales de esperanza, de futuro, de posibilidad. Descartemos los contenidos erráticos y mecánicos impuestos por la costumbre. Rechacemos las ideas de culpa, miedo, odio, cinismo y desesperanza.

¿Cómo se traducen estos dos caminos en la acción concreta día a día?

El camino del “encierro y del egoísmo” nos lleva a pensar sólo en los propios temores y en posibles beneficios o pérdidas personales de la situación de crisis. Nos lleva también al pánico y al temor desproporcionado,  a un total olvido y descuido de los demás.

Por el contrario, el camino  evolutivo nos lleva a preguntarnos:

¿Cómo me cuido y cómo puedo cuidar a otros?

¿Cómo puedo ayudar a quienes tienen necesidades que no pueden cubrir?

Muy cerca nuestro puede haber vecinos, amigos o familiares que necesitan ayuda. Adultos mayores que viven solos y necesitan salir a comprar sus alimentos o medicamentos.

Puedo comunicarme con los vecinos, amigos y familiares llevando calma y solidaridad a quien la crisis lo sobrepasa y lo sumerge en el aislamiento o el temor.

Compartamos con otros una comunicación que transmita sensatez, calma y esperanza.

Ayudemos a todos a comunicarse solidariamente, no sólo con los demás, sino también consigo mismo, con su propia interioridad, con lo mejor de uno mismo.

Ayudemos a despejar los caminos  que perturban la mente de quienes nos rodean.

Allí donde podamos hacer algo, ayudemos a resolver las dificultades concretas que se presentan.

Iniciemos proyectos desde la alegría y el gusto, en la medida de nuestras posibilidades. En definitiva: ¡Seamos fuertemente la voz de la vida que quiere humanizarse y humanizar la tierra!