Gabriel, que fue presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) entre 2009 y 2017, entrará en el consejo de supervisión del mayor banco de la zona euro.

Por Aldo Mas

En política, Sigmar Gabriel lo ha sido prácticamente todo. Le ha faltado únicamente ser canciller, un cargo que en los últimos tres lustros y hasta 2021 seguramente quede en manos de la canciller Angela Merkel. A Gabriel le puede quedar el consuelo de haber sido vicecanciller entre 2013 y 2018. Por sus manos también han pasado la cartera de Medioambiente, la de Economía y la de Asuntos Exteriores. Las tareas de jefe de la diplomacia germana fueron sus últimas responsabilidades en el Ejecutivo.

Por todo ello, a nadie le cabe duda de que Gabriel goza de una insondable agenda. Tal vez ese sea un argumento lo suficientemente convincente para entender ahora por qué el Deutsche Bank le ha propuesto para que integre las altas instancias del banco, la mayor entidad financiera de la zona euro.

Deutsche Bank quiere que Gabriel se sume al Consejo de Supervisión, sustituyendo al suizo Jürg Zeltner, quien salió del banco en 2019 bajo la sombra de un posible conflicto de intereses. Al parecer, el principal trabajo de Zeltner es el de CEO del banco luxemburgués KBL European Private Bankers.

Gabriel tiene, por su parte, un eminente perfil político no demasiado exitoso. De hecho, el legado político que deja este hombre de 60 años tiene mucho que ver con la bajada a los infiernos demoscópicos en los que se mueve ahora su familia política, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD).

El SPD, uno de los partidos hegemónicos de la política alemana, gobierna en ‘gran coalición’ con la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel. Sin embargo, los sondeos de intención de voto le atribuyen ahora al partido de centro-izquierda una posición casi marginal. Está luchando en las encuestas codo con codo con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) por ser la tercera fuera política del país, lejos de la CDU y Los Verdes. Las encuestas sitúan a las formaciones conservadora y ecologista muy por encima del 20% de la intención de voto. Al SPD se le atribuye, como mucho, un 15%.

Gabriel fue presidente del SPD entre 2009 y 2017, pero nunca se midió a Merkel como candidato a canciller. Siempre dejó a otros que se ocuparan de esa ardua tarea: Frank-Walter Steinmeier – el ahora presidente de la República –, Peer Steinbrück y Martin Schulz. Tras su salida de la dirección del SPD, Gabriel se ha dedicado a la asesoría y a la enseñanza y escribiendo colaboraciones en varios libros y algún que otro ensayo publicado en prensa.

En uno de esos artículos, publicado con fecha de mayo del año pasado en el diario berlinés Der Tagesspiegel, proponía un plan de «cinco puntos para un capitalismo social». Gabriel la emprendía en ese texto contra los «mitos» políticos y económicos «del nacionalismo», de quienes tienen fe ciega en «los mercados» pero también en quienes plantean soluciones inadaptadas desde «la izquierda del espectro político». A su vez, proponía en siete párrafos cinco ideas para inspirar la acción política y económica de Alemania.

Cuestionada experiencia en el mundo de las finanzas

Concretamente, Gabriel planteaba en ese texto hacer reformas fiscales que aligeraran a las empresas, especialmente a las de tamaño pequeño y medio. También quería el exjefe de los socialdemócratas aligerar la economía con menos impuestos dedicados a cuotas sociales, algo a compaginar con un reparto más justo y equitativo de la riqueza del país, con una década de inversiones para modernizar las infraestructuras en Alemania y con una nueva estrategia industrial. Todo esto debería servir para que Alemania y el resto en Europa puedan encontrar «la prosperidad del futuro».

Poco le duró a Gabriel la promoción de esa prosperidad, porque, visto está, hay otro bienestar del que ocuparse. En concreto, y más allá del suyo propio, el de Deutsche Bank. «Su nombramiento para ser miembro del Consejo de Supervision de Deutsche Bank difícilmente responde a su experiencia en el mundo de las finanzas», ha podido leerse, por ejemplo, en el semanario Der Spiegel.

Este banco alemán no atraviesa su mejor momento. Lleva años, de hecho, pasando una mala racha. Las vacas flacas en Deutsche Bank han llevado al CEO, Christian Sewing, a anunciar recortes a gran escala: hasta 18.000 puestos de trabajo tiene que perder el banco según sus planes.

El precio de las acciones de Deutsche Bank rondan actualmente los 7,9 euros. En 2007, antes de la última gran crisis financiera, el valor del título del banco alemán era de 114 euros. Gabriel llega, por tanto, a un banco dolorido, y, según viene apuntándose en la prensa alemana, no ha de llegar especialmente por lo que pueda aportar en términos de conocimiento del mundo de las finanzas. Este jueves la entidad financiera anunció que tuvo en 2019 una pérdida neta atribuida de 5.718 millones de euros, frente a los 52 millones de euros perdidos en 2018, debido a los costes de la reducción de personal.

Satisfacción por la incorporación en Deutsche Bank

En Deutsche Bank defienden la elección de Gabriel. «Nos alegramos de poder hacernos con Gabriel, un europeísta y transatlántico convenido», ha dicho Paul Achleitner, el presidente del Consejo de Supervisión. Sin embargo, Achleitner, Gabriel y compañía tal vez hayan ido demasiado rápido integrando en sus filas al ex político socialdemócrata.

Porque el ritmo que llevó al anuncio sobre Gabriel ha despertado la reacción de organizaciones críticas con los mecanismos de las llamadas «puertas giratorias». Una de ellas es Abgeordnetenwatch. «Debe hacerse repelente para las grandes empresas el comprarse políticos de alto rango como facilitadores», dice a eldiario.es. Léa Briand, portavoz de Abgeordnetenwatch. «Es problemático que el vicecanciller alemán se pueda enrolar en el mayor banco alemán menos de dos años después de su salida del Gobierno», añade Briand.

No existe para Gabriel ningún tipo de barrera que impida este giro en su carrera profesional. De ahí que se defienda como gato panza arriba. «Uno no debe jubilarse temprano, no debe trabajar para grupos de presión y no debe hacer carrera en los negocios. Entonces, ¿Qué?», ha respondido Gabriel ante quienes cuestionan su fichaje.

Gabriel parece haber terminado con la promoción de sus cinco puntos con los que forjar un «capitalismo social».

El artículo original se puede leer aquí