¿Qué puede aprender Grecia y el resto del mundo de las políticas neoliberales y el trato duro de los derechos humanos en Chile?

En primer lugar, entender que si un pueblo no reacciona de inmediato no significa que esté dormido. Durante treinta años, Chile ha sido un «laboratorio para la implementación de políticas neoliberales» y, al mismo tiempo, ningún gobierno se ha atrevido a cambiar la Constitución que existía desde la era de Pinochet, que comenzó a implementar las órdenes del equipo de Chicago. ¿Por qué? Simplemente porque algunas de las leyes consagradas en la Constitución permiten su aplicación. La gente salió a las calles cuando una gota desbordó el vaso. Gritó: «No estamos indignados por los 30 pesos con que subió la recaudación – por cuarta vez en un año – del boleto del metro. Estamos indignados por los 30 años que hemos estado soportando sus políticas «. Ahora canta rítmicamente en cada movilización:» ¡Chile despertó, despertó, despertó! »

En segundo lugar, es muy importante para aquellos que degradan a la generación más joven, ya que la consideran indiferente y desorientada: las personas que salieron a las calles y que todavía están en las calles de Chile hoy en día son jóvenes, mujeres y hombres. Todas las movilizaciones que se realizan, ya sea las de los sindicatos o de todo un mundo que no lleva otra bandera que la chilena y la mapuche, están llenas de jóvenes, están inundados de gente nueva. Cualquiera que todavía crea que la generación más joven es indiferente, probablemente necesite gafas para su miopía.

El tercer punto se refiere al paquete de políticas que no debemos dejar pasar en nuestros países. ¿Qué pasa con este paquete que se implementó en Chile y que condujo, en detrimento de los indicadores positivos, a salir a las calles?

La privatización de las fuentes de energía, que en vez de conseguir – como prometían –  energía y agua baratas, electricidad, etc… resultó en el aumento de los precios y en vez de servir a la gente, permitió los negocios.
La relación directa trabajo-jubilación que esencialmente abolió el Estado de Bienestar, especialmente en un momento en el que el trabajo se está volviendo cada vez más precario o está siendo abolido por el desarrollo tecnológico.
La implementación de un sistema tributario que favorece a la élite y condena la pobreza extrema de la mayoría de las personas, ya que la relación salarial (que ya es baja) con sus impuestos es extremadamente desproporcionada.
La privatización de la salud y la educación, una política que gradualmente redujo la prestación de servicios a estos dos pilares muy básicos de un Estado y luego abrió paso a las compañía privadas. ¿Quién puede hoy pagar los estudios de sus hijos en universidades privadas? ¿Quién logra ir a centros privados de atención de salud? Ya sea la élite financiera o aquellos que se convierten en clientes bancarios masivos a través de sus préstamos. Hoy en Chile, uno de cada tres no alcanza a pagar los préstamos que ha recibido para la educación o la salud.
La Constitución redactada durante la era de Pinochet le otorgó al Estado un estatus subsidiario. Esto prácticamente significa que una compañía tiene derecho a llevar entablar un juicio al Estado, si desea ofrecer servicios en un campo donde ofrecen servicios las compañías privadas. Esto hace que sea prácticamente imposible tener una política social frente a los monopolios privados. Incluso en el caso de la vivienda, por ejemplo, está prohibido que el Estado otorgue casas populares y proporcione viviendas a las personas que no reciben un salario o que tienen desempleo por largo plazo, para tener un alquiler barato.

El cuarto punto trata el tema más completo de los derechos humanos y sociales. La forma en que se trata a los mapuches y cualquier cosa menos ‘blanca’, como los inmigrantes de Perú, Ecuador o Venezuela, por ejemplo, exacerba las tensiones sociales, crea personas de segunda y tercera clase y allana el camino para el aumento de las voces racistas y fascistas. Lo mismo pasa con la negación de derechos como es el derecho al aborto, la libertad de definir el género y el cuerpo en general, el derecho a casarse con parejas del mismo sexo, el derecho a la eutanasia.

El quinto punto que merece nuestra atención es la rapidez con que las personas (de diferentes edades) se convierten en contenido que normalmente creemos que llevará años para que entre en el subconsciente. Dos ejemplos son muy típicos. Antes de las manifestaciones, prácticamente no hubo debate público sobre una Asamblea Constituyente y sobre dignidad. Hoy, casi de manera mágica, se han convertido en las demandas básicas del mundo. Estos son las primeras palabritas del diccionario de la «nueva sensibilidad» que ya nació: parece ser simple, basado en el sentido común y derivado de algo más profundo, algo tan inexplicable y atractivo, algo así como un destino común y mayor.

Un estudio más profundo de la Constitución chilena y esta crisis muy interesante conducirá a conclusiones aún mejores sobre qué recetas «neoliberales» que definitivamente debemos evitar y sobre las voces conservadoras que deberían dejar de seducirnos. Con tanta experiencia de diferentes sistemas que hemos acumulado como humanidad, podemos usar estrategias más inteligentes que ni el Estado sobre centrado ni las empresas comerciales dominarán. Las propuestas para la economía mixta y la economía de commons, que colocan el bienestar humano como valor central, proponen cómo regular el mercado libre y las corporaciones comerciales y cómo compartir el conocimiento y la innovación en beneficio del mundo, están constantemente ganando terreno en la conciencia colectiva.