Vuelvo a la frase del filósofo Bepo Berardi que cité hace unos meses: “El capitalismo ha muerto, pero todavía estamos viviendo adentro de su cadáver”. Y algo mortuorio, efectivamente, algo mortificante, es lo que estamos obligados a respirar. Una luz de gas que exhibe escenas cada día más revulsivas. Berardi habla de la necesidad de una nueva erotización del mundo, que hoy está capturado por la pulsión de muerte. Retomo esa frase porque quizá la línea política y conceptual más clara que expresa lo que afirma Berardi se escuchó esta semana: la pronunció el golpista Guaidó, en las postrimerías de su intentona que ahora no cederá, pero deberá encontrar otros cauces terribles. Guaidó dijo, ya medio descontrolado, cuando se le preguntó en una rueda de prensa en Colombia si había evaluado las muertes que provocaría la intervención armada a Venezuela, que “los muertos no serán un costo, serán una inversión”.

No sé a ustedes, pero a mí esa frase me provoca un intenso escalofrío, porque es política y mortífera, y contiene al mundo de las finanzas, al inframundo de las finanzas. Lo conecta altiva y conscientemente con la muerte. Hasta hoy ese matrimonio era una relación clandestina. Ahora, en estas sociedades obscenas, donde se tortura a niñas violadas por sus padrastros y se las obliga a ser madres pese a que la ley vigente las ampara, o se escuchan amoralidades a granel en audios de una causa judicial que deja ver la gran estafa institucional en la que caímos, las que tienen el poder son las finanzas. Y eso conecta con la muerte, porque adoran lo inerte. Las finanzas siempre estuvieron atrás de todas las guerras. Millones han muerto para que otros pocos se relaman. Lo que dijo Guaidó delata ese impulso tanático que los domina, porque son Caín, porque han cosificado a absolutamente a todos los que no sean ellos mismos. Guaidó y sus metáforas financieras macabras brotan del mundo de los números que se dibujan para hacer ajustes y también para calcular ganancias.

Intervención armada también pedían desde un video hecho en Miami Las Morillo, dos mujeres parientes del Puma Rodríguez, en una pieza bizarra hasta la náusea, la expresión “intervención armada ya mismo” salida de un mar de botox y entonadas en un castellano con dejos exagerados del inglés. La pedían “por Dios”. Personajes como los que ya hemos visto de la oposición venezolana, vestidos de Capitán América, degradando la gravedad de la muerte a tema de comic. Los hay en Brasil. Bolsonaro ya se deja el pelo a la Adolf, y le hace homenajes a Stroessner. Aunque ahora sea el muñeco de la torta que manejen los militares.

Personajes de comic también hay en los tribunales argentinos. Lo serían, si aquí también la muerte no planeara tan cerca, si cada vez más personas no estuvieran detenidas por motivos políticos, si todo el fraude judicial que persigue opositores –todo el material probatorio está sobre la mesa–, no sirviera además, como un plus, como un estímulo corporativo, para extorsionar a ricos que no forman parte del entorno presidencial. Las extorsiones y todo lo que revela el personaje de D’Alessio, lo que lo conecta a Stornelli y a Cambiemos, hace lo mismo que la frase de Guaidó: conecta dos universos, el de la política y el de las finanzas. Esa cruza es la que circula revulsivamente en todos los audios escuchados: política y dólares.

Serían personajes de comic si Héctor Timermann no hubiese muerto porque no le permitieron su tratamiento en el exterior. O si Luis D’Elía no corriera graves riesgos de salud que, por cómo ya sabemos cómo hacen las cosas, esa saña, no serán debidamente atendidos. Lo serían si no buscaran, como explicitó Durán Barba en su folleto, “acosar al enemigo hasta que pierda las ganas de vivir”.

Pero el viento dobla. Lo dijimos acá mismo varias veces: la información es la realidad. Están fabricando un mundo paralelo de noticias falsas. La tecnología ya les permite generar un video en el que cualquiera salga diciendo lo que los editores elijan. Imagínense eso durante la campaña. La resistencia debe fijar domicilio en la realidad. Tenemos que mantenernos en ella, por nuestra salud mental y nuestra supervivencia como país. Remitirnos a la vida cotidiana, que es donde moran, respiran, sudan, ríen o padecen los cuerpos.

La pelea contra esta espantosa maquinaria es en algún sentido la pelea de la realidad contra la confusión. Todo el poder que tienen lo conservan solamente gracias a la confusión. En estos fascismos de nuevo modo, basados en el voto, atribuirle al enemigo los propios delitos ha sido la estrategia largamente pensada, desde hace siglos, muchas veces llevada a cabo, con catástrofes humanitarias por resultado. Pero esta vez, el fascismo de nuevo modo cuenta con todo el aparato mediático y las nuevas tecnologías. Pueden hacerle creer a millones de personas cualquier cosa. No hay que “convencer a nadie”: hay que intentar devolver gente a la realidad.

La lucidez será el mayor atributo al que deberemos abocarnos en estos tiempos umbríos, en los que los relatos arteros y ruines sobre la realidad son la nieve tóxica que lentamente cae sobre Vicente López, cuando un grupo de amigos juega a las cartas, antes de que uno de ellos sea el Eternauta. La nieve tóxica es la lluvia espesa de mentiras a través de las cuales debemos movernos con el machete para seguir caminando en la dirección correcta, que antecede a la política: ahora debemos movernos en dirección al principio de realidad y hacia el deseo.

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