El presidente egipcio al-Sisi debe haberse dado cuenta ayer de que la persona que venía de Italia y que estaba delante de él no era como las que había conocido en los últimos meses: figuras de alto nivel de varios gobiernos, que habían venido a El Cairo para hacer cumplidos recíprocos, para jurar amistad, para hablar de economía, de inmigración, de terrorismo y de otras cosas más.

El escuálido número «Giulio era uno de nosotros» le falló esta vez.

Porque esta vez ha llegado un representante de las instituciones de Italia, la tercera oficina del Estado, diferente de las demás, con una agenda clara y sencilla: hablar de derechos humanos, pronunciar nombres y apellidos, dejar claro lo que sabemos, pedir seriamente la verdad sobre Giulio Regeni.

Roberto Fico preparó la visita a El Cairo con gran atención, seriedad y pasión. Y allí habló con humanidad y firmeza.

No sabemos si esta visita representará un punto de inflexión. Ha sido precedida por compromisos, renuncias y atrasos por parte de muchos funcionarios gubernamentales. Y ellos son los que hacen la política.

Pero la política puede ser influenciada, desde fuera de las instituciones -como el «pueblo amarillo» que lleva dos años y medio pidiendo la verdad para Giulio- pero también, como intenta hacer el Presidente Fico, «desde dentro».