La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó recientemente su informe anual “Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe”1, el cual presenta una síntesis de la evolución económica de los países de la región a lo largo de 2017, focalizando sus efectos en los mercados de trabajo y destacando proyecciones para el año 2018.

El presente texto del IEF-CTAA recopila los datos más importantes de dicho informe e incorpora algunos elementos propios de análisis, siempre respetando los datos ofrecidos por el Informe de la OIT. Queda clara en la información la ofensiva del Capital contra el trabajo, que se acrecienta en la coyuntura regional a través de reaccionarias reformas laborales y previsionales, afectando derechos de las trabajadoras y los trabajadores.

Crecimiento económico

Mientras en el mundo el crecimiento económico -medido en Producto Interno Bruto (PBI)- se mantuvo entre el 3,5% y el 3,6% durante el período 2012-2017, en América Latina y el Caribe se observa un ciclo de desaceleración regional desde 2012 hasta 2016, con un débil repunte en 2017 del 1,2%. Dicho crecimiento del 1,2% en 2017 representó sólo una quinta parte del crecimiento observado en Asia.

Se proyecta un crecimiento del 3,7% para 2018 a nivel mundial, mientras que para América Latina la CEPAL proyecta uno del 2,2% y la proyección del FMI es ligeramente menor, del 1,9%.

Eso significa un magro repunte a partir de 2017, con similar proyección durante el año en curso. El crecimiento de Centroamérica, México y el Caribe son superiores al de América del Sur.

Se estima que las causas principales del repunte en el crecimiento regional son, por un lado, la recuperación de los precios de los commodities (principalmente los alimentos) lo cual permitió mejorar los valores de las exportaciones de bienes y servicios (para beneficio de grandes productores y exportadores); y por el otro, la demanda interna, basada en la inversión pública y el consumo privado (no necesariamente de los sectores populares y de menores ingresos).

Mercado laboral

A pesar de que se observa por tercer año consecutivo un incremento de la tasa de desocupación regional, la cual llegó al 8,4% en 2017, cabe señalar que dicho incremento en el período 2016-2017 se debe al aumento de la desocupación en América del Sur, particularmente en Brasil (representa el 40% de la Población Económicamente Activa regional).

El crecimiento de la desocupación se debió al retroceso de la tasa de ocupación, que fue del 57,2% al 56,9%, y al leve incremento de la tasa de participación -es decir, la población activa-, del 62% a 62,1%.

En números, para 2017 la población desocupada ascendió a 26,4 millones de personas. Con el repunte del crecimiento económico en 2017 y el estimado para 2018, se proyecta que la tasa de desocupación en 2018 se reducirá a 8,1%.

Al interior de la tasa de desocupación, puede afirmarse que se consolida la brecha de género existente, donde la tasa de desocupación femenina es 1,4 veces la masculina. En materia de participación y ocupación, se observan diferencias de más de 20 puntos porcentuales entre hombres y mujeres.

La tasa de Participación de las mujeres en el mercado laboral superó en 2017, por primera vez en una década, la barrera del 50% alcanzando el 50,2%. Sin embargo, continúa más de 20 puntos porcentuales por debajo de la participación masculina -que es del 74,4%- y 11 puntos por debajo de la participación general, ubicada en el 61,8%. En materia de Ocupación, se reproducen las mismas diferencias antes señaladas, en iguales proporciones.

Si analizamos el mercado laboral juvenil en 2017, se observa que 1 de cada 5 jóvenes menores de 24 años se encuentra desocupado -el 19,5%. Esta tasa de desocupación representa el triple de la existente en los mayores de 25 años.

De los datos relevados, se desprende que la desocupación juvenil varía desde el 6,6% en Guatemala, hasta el 29,8% en Brasil. Para el caso argentino, el valor se encuentra en torno al 24%, mientras que Uruguay supera levemente el 25%.

Generación de empleos

Por último, el informe de la OIT destaca que, analizando 8 países2 de América Latina entre 2016 y 2017, el crecimiento del empleo asalariado fue del 0,3% mientras que el empleo por cuenta propia fue del 0,7%, es decir, más del doble.

Así mismo, señala que el trabajo por cuenta propia presenta mayores condiciones de informalidad que el empleo asalariado, debido a la carencia de estabilidad laboral, aportes previsionales y de salud.

En el marco de un mercado laboral tendiente a la informalidad, la evolución de los salarios medios -formales e informales- reales se muestra levemente positiva desde 2015, luego de una retracción en 2014 y una fuerte caída desde 2013. Es una situación que contrasta con lo que ocurre con las ganancias y los datos de la desigualdad que ofreciera Oxfam International en el marco del Foro Económico Mundial en Davos, donde se explicitó que en 2017 el 1% más rico del mundo acaparó el 82% de la riqueza mundial creada3.

Algunas consideraciones finales

Del informe elaborado por la OIT se puede destacar que el crecimiento económico se refleja en el mercado laboral pero con un cierto retraso temporal, al mismo tiempo que dicha repercusión no garantiza la generación de empleos de calidad ya que los datos demuestran que el empleo autónomo creció el doble que el asalariado, lo que supone una ampliación de la inseguridad laboral, la precariedad y la flexibilización del empleo y los ingresos de trabajadoras y trabajadores.

Vale señalar también que el nivel de crecimiento de la región, así como su proyección para 2018, es insuficiente para sacar a las poblaciones pobres de su situación de pobreza con suficiente celeridad, más allá de lo que pudiéramos decir del tipo de crecimiento, muchas veces sustentado en la depredación de los bienes comunes y la naturaleza, e incluso con la expansión de la especulación y la economía del delito. Esto se sustenta en el cálculo que realiza la OIT donde, para cada décima de punto porcentual de crecimiento del PBI se estima la generación de 100.000 puestos laborales. Así, si tomamos la proyección más optimista -2,2%, de la CEPAL-, en 2018 se generarían solamente 2,2 millones de puestos de trabajo en una región con 26 millones de desocupados.

El crecimiento del PBI sostenido por la recuperación de los valores de intercambio de los commodities consolida la importante dependencia de las economías de la región ante la demanda externa. Por supuesto, esto repercute con fuerza en la capacidad de formulación de políticas públicas por parte de los gobiernos, debido a la inestable disponibilidad de recursos para invertir, máxime cuando las expectativas se colocan en la radicación de inversiones externas. Si a esto se le suma la creciente concentración de los sectores productivos exportadores en manos de empresas transnacionales, el panorama futuro se vuelve más adverso.

Es imprescindible aumentar los esfuerzos para reducir la dependencia económica en torno a la exportación de commodities. Para esto, deben implementarse políticas públicas que promuevan el control y uso público sobre los bienes comunes estratégicos, el desarrollo industrial nacional, la diversificación productiva y la generación de productos con mayor valor agregado y contenido tecnológico. En definitiva, cuestionar y modificar el modelo productivo y de desarrollo que afirma la extranjerización de la economía local y la subordinación al poder del capitalismo mundial. Ello impone discutir en términos de alternativa anticapitalista y antiimperialista, tal como sostiene en su caracterización la CTA Autónoma.
Buenos Aires, 31 de enero de 2018.

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1 OIT, Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe, 2017.

2 Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

3 https://www.oxfam.org/es/iguales/cinco-datos-escandalosos-sobre-la-desigualdad-extrema-global-y-como-combatirla

El artículo original se puede leer aquí