“Como te ven, te tratan”, insiste desde hace años una formadora de opinión argentina. Y queda claro que para el gobierno de Mauricio Macri, los docentes son una variable de ajuste. Por eso pone al frente del Ministerio de Educación al analista de sistemas, Esteban Bullrich, que frente a empresarios locales tuvo la lucidez de asumirse y admitir que él iba a ser un gerente de recursos humanos y no un ministro. Los empresarios se fueron contentos de saber que tendrían un aliado para el adoctrinamiento de los trabajadores, aunque algunos deben haber tenido pesadillas pensando en las escuelas abandonadas que propone el neoliberalismo empresarista en el poder en Argentina.

El suicidio electoral efectuado por el pueblo argentino tuvo una rápida réplica en Brasil, cuando el peor Congreso de los diputados de la historia brasileña (y probablemente, uno de los peores de la historia universal) festejó con confeti la destitución de Dilma Rousseff, por ser mujer, por ser roja o por alguna razón todavía más vergonzante. Lo cierto es que el que fuera vicepresidente, Michel Temer, se apeó al sillón presidencial y dispuso el plan de ajuste más salvaje del que tenga memoria este cronista.

La elección de Michel Temer para acompañar a Dilma Rousseff en la candidatura de 2014, creo que refleja la baja intensidad democrática y revolucionaria de los mejores gobiernos que nos supimos dar en la región y que requieren una refundación de estos procesos emancipatorios, una profundización en las convicciones y una apertura hacia las bases electorales. Se debe hacer parte de las transformaciones a las poblaciones y no solamente pasivos beneficiarios de las políticas. Deben encarnarlas para defenderlas y para darles mayor volumen y participación.

Temer no viene a cambiar las políticas “populistas” del PT, viene a reformar la constitución brasileña para que se convierta en un cerrojo a la democracia, para que aunque vuelva “la izquierda” o los moderados, sea imposible revertir las políticas austericidas que establecen las enmiendas constitucionales propuestas por el gobierno.

Estas dos plutocracias latinoamericanas cumplen a la perfección con su cometido. Recuperar para los millonarios el poder total, el control sobre las decisiones soberanas de las naciones. Cansados de tener que disputar con gobiernos de políticos con cierta sensibilidad social, decidieron reemplazarlos por especímenes carentes de empatía, piedad o el más mínimo arrepentimiento.

Y así entraron en juego los banqueros, esos seres abisales capaces de sacarles la comida de la boca a los niños y niñas, de sacarles los remedios a las abuelas y abuelos, de obligar a los docentes a tener 49 años de aportes para cobrar una jubilación completa o de asegurar que es necesario tener entre un 15 y un 18 % de desocupación para que los trabajadores respeten a los empresarios.

Respetar es un eufemismo para describir el acatamiento y la subordinación. Porque se busca maximizar las ganancias de los privados, incluso a costa del endeudamiento masivo del Estado y la condonación de las deudas que pudieran tener estas empresas con el Estado. Básicamente, las empresas en el poder no pagan impuestos, ni sentencias judiciales adversas, porque son omnipotentes y no solo copan los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino que antes colonizaron (o compraron, elijan el verbo que más les guste), el Poder Judicial.

Enfrentar y resistir

Pero este terrorismo económico no se lo van a llevar gratis. O, al menos, es lo que parecen demostrar el millón de docentes brasileños que comienza un paro nacional de diez días el próximo miércoles. O el paro, también de docentes, en Argentina, que le exige al gobierno que cumpla las leyes y llame a los sindicatos a discutir los aumentos salariales que puedan defender a los trabajadores de la inflación galopante que promueve el plan económico neoliberal.

La semana pasada en Argentina cientos de miles de trabajadores inundaron las calles capitalinas para convocar un paro nacional, algo que la dirigencia sindical pactó no realizar y debió enfrentar a esa muchedumbre con pedidos de “calma” y “paciencia”, para terminar yéndose entre insultos y la exigencia de que le pongan fecha al plan de lucha contra las políticas hambreadoras del gobierno macrista.

Para echar más leña al fuego, la Universidad Católica Argentina difundió nuevas mediciones de los índices de pobreza que señalan a Mauricio Macri como el récordman en la creación de indigentes en el país. Casi un 20 %  de la población argentina ha caído en la pobreza desde que asumiera el nuevo gobierno, convirtiendo a uno de cada tres argentinos en pobre.

Los docentes, los maestros, esos a quienes confiamos lo más preciado que tenemos, vuelven a mostrarnos el camino para salir de la encerrona neoliberal. Del callejón sin salida, no se puede huir. Solamente se puede enfrentar y resistir a estos monigotes que vinieron a recuperar lo que les pertenece (toda la plata) y que a algunos gobiernos se les ocurrió que ese dinero podía repartirse entre todos. Quizás no equitativamente, pero sí de una manera más juiciosa. Quieren quedarse con todo y además escarmentarnos por haber vivido “por encima de nuestras posibilidades”.

La tragedia social que vivimos en los años noventa, tras la implementación de las políticas económicas del Plan Cóndor, pero por vía democrática, parecen juegos de niños comparados con el revanchismo sociópata de esta reconquista conservadora, propietaria de los emporios comunicacionales y, por ende, creadores de climas sociales a gran escala.