Con motivo de la celebración del centenario de la Revolución Rusa, el mundo pone su mirada en la historia y en la cultura de Rusia. Pero este vasto territorio de 17.098.242 kilómetros cuadrados, que ocupa toda el Asia del Norte y alrededor del 40% de Europa resulta ante todo enigmático.

Las fronteras de la Rusia actual limitan con 16 países: Noruega, Finlandia, Estonia, Letonia, Bielorrusia, Lituania, Polonia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Kazajistán, China, Mongolia, Corea del Norte, Japón y Estados Unidos. Tan solo 82 kilómetros separan a la Federación del continente americano por el estrecho de Bering que permitió las migraciones desde Asia hasta América, posiblemente congelado por una glaciación.

Resulta evidente que esta novena parte de la superficie terrestre del planeta, con una climatología extrema a lo largo de nada menos que 12 husos horarios –desde la “cálida” Crimea hasta la lejana Asia en Vladivostok–  es complejamente multicultural e introvertida.

A grandes rasgos captamos un estilo recurrente en la prensa moscovita que va de la ironía, al orgullo nacional, rozando a veces el victimismo… Paradójicamente, pese a la enorme superficie que Rusia llegó a dominar, siempre fue una nación prisionera de su geografía. Jamás tuvo acceso a mares cálidos, el único puerto que no se congela en ciertas temporadas es Mursmank, mientras su acceso desde el Mar Negro al Mar Mediterráneo está limitado por los Dardanelos y el Bósforo, como por celos y restricciones de potencias externas. Se trata de una gran masa terrestre (la mayor del mundo) pero prácticamente encerrada en sí misma, con escasas posibilidades de acceso a los océanos de ultramar. (1)

Sin embargo, el “Invierno ruso” ha sido a lo largo de la historia el gran aliado del país eslavo frente a los grandes ejércitos.

Quieran los rusos o no, Rusia no puede comportarse cual oso indiferente comiendo bayas y miel (2). Más cerca está de ser esa parte del mundo destinada a la  configuración de una nación planetaria, de acuerdo con lo planteado por John Mackinder en 1904 en su Teoría del Heartland.

Pero esa hegemonía no se alcanzará a través de un gradual expansionismo territorial, no será por la seducción del carácter de los rusos, ni tampoco por su habilidad en los negocios, será en todo caso, por otras cualidades no muy vistosas como la capacidad para encajar las derrotas sin pronunciamientos al viento; si podrá convertirse en aglutinador de un proceso de mundialización será por su «perfil bajo” más 450 años de Diplomacia Rusa (3).

Posolsky Prikaz –Посольский приказ

El origen del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia –Posolsky Prikaz– se remonta al siglo XVI cuando Iván Mikhailovich Viskovatiy inició sus actividades diplomáticas al servicio del Zar Iván el Terrible.

Pero es el príncipe Borís Ivanovich Kurakin quien es considerado padre de la Diplomacia Rusa, que entre 1716 y 1722, ocupó el cargo de embajador en París y posteriormente fue nombrado supervisor de todos los embajadores rusos acreditados en los diferentes tribunales europeos.

Durante el siglo XIX destacan varios nombres como Alexander Mikhailovich y Serguéievich Griboyédov, destinado en la Embajada rusa en Teherán. Ya en el siglo XX Andrey Gromyko, fue durante 48 años representante de la URSS, considerado tanto en la Unión Soviética como en Occidente como un extraordinario negociador, recordado por su memoria prodigiosa y su compromiso en favor de la paz definido en la frase: Mejor diez años de negociaciones que un día de guerra. En 1963 suscribió el Tratado de Prohibición de Pruebas de Armas Nucleares en la atmósfera, en el espacio exterior y submarinas; en 1973 firmó el acuerdo URSS/EEUU para la prevención de la Guerra Nuclear y en 1979, la limitación de armas estratégicas ofensivas entre ambas potencias.

Otro diplomático que batió todos los records de permanencia en los Estados Unidos fue Anatoli Fiódorovich Dobrynin, embajador soviético en los Estados Unidos cuando en el año 1962 se produjo la crisis de los misiles en Cuba. Prestó servicios diplomáticos en ese país durante los gobiernos de John Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter y Ronald Reagan. Fue en diciembre de 1989 que asistió a la Cumbre de Malta donde “formalmente” se puso el punto final a la Guerra Fría.

La controvertida Perestroika posterior y la ruptura de la URSS, es todavía un gran misterio que quizá nunca se vea reflejado con veracidad en los libros de la Historia. Porque el declive, durante aproximadamente dos décadas, fue un proceso inducido no generado por el supuesto bando vencedor, el cual se deleitó en la burla y en los videoclips, cuya conquista de la Plaza Roja consistió en instalar un McDonalds (actualmente cerrado). Hoy, tardíamente, realizan absurdas maniobras de la OTAN en el mar Negro, mientras Rusia celebra con su himno nacional 100 años de Revolución, mirando hacia el futuro a través de la alianza estratégica con China.

No obstante, conviene no subestimar la delicada situación geopolítica que quedó tras la caída de la URSS, ni toda la sangre derramada en el Este de Europa mediante la instigación étnica, las revoluciones de colores patrocinadas por la CIA y las bombas de la OTAN contra civiles desprevenidos e indefensos en Yugoslavia. Aún peor parte se llevó Oriente Medio y África donde la alianza atlántica detonó, para inaugurar el siglo XXI, su maquinaria de producir el “imperio del caos”. Evidentemente todo eso es muy triste y no admite triunfalismos.

Esos acontecimientos vertiginosos llevaron a Rusia a fijar una nueva posición frente al mundo. En una entrevista difundida el 31 de agosto de 2008 por las cadenas rusas de televisión, Dimitri Medvédev detalló los “5 principios» básicos de la política exterior rusa:

  1. prioridad al derecho internacional,
  2. multipolaridad del mundo,
  3. deseo y necesidad de evitar los conflictos y el aislamiento,
  4. defensa de la vida y dignidad de los ciudadanos rusos donde ellos se encuentren, y también protección de los emprendedores rusos en el extranjero,
  5. y reconocimiento por parte de Rusia de «zonas geográficas de interés privilegiado».

Pero es al ministro Serguéi Lavrov a quien le ha tocado lidiar durante el mandato de Barack Obama en conflictos de extrema gravedad para la supervivencia de Rusia y, en definitiva, para la paz mundial. Si el Premio Nobel de la Paz no fuera una farsa, no hay duda de que Lavrov sería un firme candidato al galardón. Su apuesta por la no confrontación se ha puesto a prueba frente a verdaderas declaraciones de guerra ante el derribo de aviones militares o civiles. Le caracteriza un estilo de mano tendida para lograr acuerdos mínimos en temas comerciales y energéticos, incluso con enemigos manifiestos como Turquía o la Ucrania tras el “golpe de estado” de 2014. Entre sus grandes logros está el Protocolo de Minsk firmado el 5 de septiembre de 2014 y las incansables negociaciones sobre Siria, incluso con los llamados “rebeldes suaves” (facciones formadas y uniformadas por el ejército de EEUU ajenas a ninguna posición diplomática).

Pese a los esfuerzos y sacrificios por parte de Rusia para construir un mundo de paz y cooperación, desde 2015 la Federación se vio forzada a actuar militarmente en Siria, donde no había más remedio, haciendo despertar a occidente de un sueño delirante de hegemonía criminal sin freno. Algunas frases de Hillary Clinton en su etapa de “ministra de guerra” no dejan duda de ese delirio…

En 2017, un 47% de masa electoral con pocos principios éticos y el azar se han combinado para que un esperpéntico candidato llegue a la Casa Blanca el mismo año en que se cumple el centenario de la revolución bolchevique. Todo anuncia un punto de inflexión. Es ahora que el mundo occidental, liderado por EEUU, muestra su declive en lo económico, político, militar, social, cultural, etc. frente a un mundo oriental, lanzado a tomar el control planetario -y del espacio próximo- total.

China es la cara visible del gran cambio que ya llegó, mientras que Rusia representa a la fuerza de la palabra al servicio de la paz.

Debemos aceptar la decepción infinita, pero nunca perder la esperanza infinita, frase de Martin Luther King, que ilustra una actitud perseverante en favor de la paz. No era oriental, ni falta que hace, pero sí un referente mundial de una forma de lucha no-violenta. Se trata, en efecto, de una causa global capaz de poner de acuerdo a todos los que trabajan por un mundo en estado de paz permanente, más allá de las diferencias culturales de cada pueblo.

1- LA EX URSS Y RUSIA: ALGUNAS APRECIACIONES GLOBALES

2- Referencia al discurso de Putin en la 70ª sesión de la Asamblea General de la ONU de 2015.

3- Título de los artículos de Marcos Borcoski dedicados a la historia de la Diplomacia Rusa.