Por Juan Gómez Valdebenito.

En el libro «Encrucijada y Futuro del Ser Humano: Los pasos hacia la Nación Humana Universal» de Guillermo Sullings, lanzado en Santiago en el marco de la Filsa el sábado 30 de Octubre recién pasado, su autor expone diversas reflexiones dignas de comentar:

Sus argumentos en relación al imprescindible desarme nuclear son absolutamente contundentes y van en línea con lo que todos los activistas por el desarme nuclear sostenemos, y que es que la prohibición y eliminación de todas las armas nucleares es una condición indispensable para pensar en caminar hacia una Nación Humana Universal. En efecto, para ir en esa dirección es necesario como primer requisito que no haya tal ambiente de inseguridad y tensión entre las naciones que haga temer por la vida de la especie humana, como ocurre en la actualidad. El que esto ocurra en el presente hace pensar que las relaciones internacionales están tan dañadas, y que existe tal disputa por los recursos naturales que las posibilidades de un crecimiento y desarrollo conjuntos son prácticamente nulas, por lo que la amenaza de un conflicto nuclear es inminente y por tanto inaceptable.

La buena noticia es que hace pocos días la primera comisión sobre temas de desarme de la Asamblea General de Naciones Unidas ha adoptado la resolución L41 suscrita favorablemente por 123 países con el rechazo de 38, y la abstención de 16, que acuerda negociar un instrumento jurídicamente vinculante que prohíba las armas nucleares durante el año 2017. Todos sabemos que esto no significa que el peligro desaparece con un Tratado que las prohíba, pero al menos se van a estigmatizar a tal grado que su mantención va a significar un alto costo político y moral para sus poseedores y sobre todo para los bancos e instituciones financieras que invierten en las industrias que las producen, cuestión que hace mucho más posible su eliminación definitiva.

En cuanto al armamento convencional que es el que produce más muertes en el mundo, incluso al margen de los conflictos armados, Amnistía Internacional junto con IANSA y Oxfam, y otros cientos de ONGS, estuvieron trabajando durante muchos años en un Tratado de Comercio de Armas que regulara las transferencia de armas para que no fueran a parar a lugares en donde se violaran los derechos humanos, se estuviera incumpliendo el Derecho Internacional Humanitario, o no se tuviera el Índice de Desarrollo Humano necesario para adquirir armas. El Tratado se aprobó en 2013, estando ya plenamente vigente al día de hoy. Las Naciones Unidas estuvieron apoyando en todo momento este proceso, pero por supuesto no contó con la aprobación de los países productores de armas.

Es necesario detenerse un poco en este punto, ya que el autor desconfía de la Organización como cuerpo aduciendo maniobras distractivas para mantener satisfecha a la opinión pública. La ONU, como todos saben, la componen un poco menos de 200 países, lo que sesionan en Comisiones y en la Asamblea General que se celebra una vez año. Las resoluciones que adopta son por consenso, o por mayoría de sus miembros, en la Asamblea.

O sea, la Organización la conforman los mismos Estados miembros, no es ajena a ellos, y sus resoluciones a pesar de ser legalmente vinculantes, no son de cumplimiento bajo apercibimiento penal, por lo que los países productores de armas las incumplen reiteradamente de acuerdo a sus intereses geopolíticos y económicos. Es el típico ejemplo de la venta de armas de Reino Unido a Arabia Saudita, que bombardeaba inmisericordemente a Yemen.

Punto aparte es el del Consejo permanente de Seguridad de la ONU, que a diferencia del transitorio, posee poder de veto y es un poder omnímodo absolutamente antidemocrático y compuesto por cinco países poseedores de armas nucleares que a su vez son los mayores productores de armas convencionales del mundo, y que ejercen un chantaje descarado sobre el resto del países del planeta.

Coincido con el autor en el sentido de que existe un Complejo Militar Industrial que promueve el armamentismo con fines por una parte disuasivos, y por la otra para supuestamente defender la democracia y la seguridad en el mundo, preservándolos además de las lacras del terrorismo y el narcotráfico.

En este punto cabe hacer un análisis más completo y profundo del origen, causas y consecuencias del armamentismo, la guerra y la violencia armada en forma a su vez breve, en el marco de este comentario.

La cultura de la guerra comenzó desde que el hombre se estableció como comunidad sedentaria para defender sus territorios frente al invasor, o a la inversa para que le permitiera procurar fuentes de recursos naturales fuera de sus dominios. Había una casta guerrera, o clase militar que se entrenaba permanentemente en esas lides. Eran tiempos difíciles en que no había mucho conocimiento de la Naturaleza ni del resto del mundo.

Pasaron los siglos y los reinados se acostumbraron a vivir en permanente estado de guerra, había continuas conquistas e invasiones de un lado al otro lado del mundo. Tal es así que la historia del mundo es la historia de sus guerras. Todo comenzó de la peor manera. Sin embargo, el ritmo de las guerras se fue aplacando luego de los grandes conflictos mundiales del siglo XX, y ya no se ven invasiones y conquistas como en los tiempos pretéritos.

Sin embargo, con la revolución industrial, comenzó también el desarrollo de la industria armamentística. Los países industrializados las desarrollaron. Y de aquí en adelante las armas y la guerra comenzaron a convertirse en un gran negocio.

No se puede decir a ciencia cierta que la causa de las guerras y el armamentismo en el mundo haya sido el desarrollo del Complejo Militar Industrial y la necesidad de dinamizar la economía por parte de los países productores de armas en base a esta Industria, pero sin duda ha sido un factor gravitante dada la forma en que se ha desarrollado la política exterior de los países productores de armas, principalmente Estados Unidos.

Ya Eisenhower acusaba a los grupos industriales estadounidenses en mantener la carrera armamentista entre los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Frías para su beneficio económico.

Tampoco se puede asegurar que la causa de las Guerras Mundiales haya sido la carrera armamentista feroz que se desarrollaba por aquella época, había también componentes ideológicos, políticos y geoestratégicos, pero sin duda el Complejo Militar Industrial salió fortalecido de ese proceso, como nunca antes se desarrollaron las armas convencionales y también nucleares a tan gran escala, dando un verdadero salto cuántico en su refinamiento y modernización.

Con una industria armamentística fortalecida y modernizada, con un peso enorme en la economía mundial, el negocio de las armas y de la guerra llegó para quedarse. Las razones ideológicas como el combate al comunismo, y más recientemente al terrorismo y el narcotráfico, han servido de pantalla para seguir profitando del negocio de la guerra y de las armas.

Con ese sustrato ideológico del combate al comunismo se dio vida a la Doctrina de Seguridad Nacional por parte de Estados Unidos, mediante al cual se implantó el gorilismo en Latinoamérica. Se reemplazaron gobiernos democráticos por dictaduras anticomunistas en casi todos los países de la región. Con el mismo objeto en virtud del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y otros se fundó la Escuela de las Américas para adoctrinar a los Oficiales de Estado Mayor de Latinoamérica en el combate contra la insurgencia comunista.

Y el combate al comunismo no es otra cosa que luchar contra un adversario que les puede hacer cambiar su forma de vida, un american way of life que ni el amor ni el terror han logrado permear en una cultura tan férreamente arraigada. Enraizada en el colonialismo y el intervencionismo, en el constituirse en amos y señores de la humanidad, en árbitros que dirimen todas las contiendas y ponen las reglas del juego en todos los pleitos.

Esa forma de vida hay que necesariamente defenderla por la fuerza de las armas y de la guerra, ya que nadie puede aceptar que sin la extorsión, el chantaje y la amenaza de las armas alguien venga a sentar jurisprudencia en su propio suelo.

Y es que para defender esa forma de vida han comprado las conciencias de medio mundo, les han vendido a todas las naciones la idea de que hay que defenderse de su vecino con mejores armas y mejores ejércitos, que es la única forma de brindar seguridad a sus ciudadanos. Han suscrito Alianzas y Tratados con el fin de perpetuar su estilo de vida basado en el consumo y el derroche, defendiéndolo a sangre y fuego con gobiernos y ejércitos títeres en todo el mundo. La Alianza militar más importante, la OTAN, tiene por estos días al mundo en jaque, bajo una permanente espada de Damocles cuyo hilo se puede cortar en cualquier momento. Y todo con el fin de defender la cultura de la guerra y el negocio de las armas.

No podemos seguir siendo presas de esta extorsión.

Nos han hecho creer que los soldados son la expresión de la valentía y la gallardía del ser humano. Nos han hecho glorificar a los héroes nacionales e internacionales, a los conquistadores que asolaron a los nativos y les robaron todas sus riquezas quedándose con todos sus territorios. Hemos levantado monumentos y estatuas a los llamados padres de las patrias, que con la fuerza de las armas y la guerra han logrado resarcirse del colonialismo a que nos habían sometido los conquistadores.

Todos, militares y gobiernos de derecha, de izquierda y de centro, demócratas y dictadores han glorificado a los ejércitos y hacen desfiles militares enorgulleciéndose de su poderío militar, mientras más mortífero mejor, para que el vecino no ose jamás poner un pie en sus territorios.

Hoy en día nada justifica seguir abrazando una cultura basada en las armas y las guerras. Los diferendos se pueden dirimir perfectamente en las Cortes Internacionales de Justicia a los que todas las naciones debieran someterse y acatar sus fallos. ¿Qué no son muy imparciales? Bueno, formémosla de tal suerte que lo sean y que además sea representativa de todos los pueblos.

Como dice Guillermo Sullings en su libro in comento, es necesario generar fisuras en las bases de apoyo electoral de los armamentistas, y para ello hay que empezar a desmontar por pasos la cultura del nacional imperialismo, y el primer paso es mostrar las corrupción que existe detrás de las supuestas cruzadas contra el eje del mal.

Adicionalmente a este intento se debe desacreditar la inversión de los bancos e instituciones financieras en la industria de armas para la guerra. Hay una campaña muy interesante que lleva la ONG Pax por peace de Holanda denominada Don´t bank on the bomb que pretende desacreditar a a los bancos que invierten en la industria productora de armas nucleares. Esa muy buena idea hay que ampliarla a toda la industria de las armas, nucleares o convencionales. Los clientes de los bancos que invierten o financian la industria de las armas no verían con buenos ojos que su dinero se invierta en la industria de las armas, armas que se utilizan para sitiar ciudades como Aleppo en la que mueren a diario cientos de niños, o que sus cotizaciones previsionales sirvan para financiar la guerra en Siria o Irak, como efectivamente ocurre en Chile con Provida, cuyo controlador Metlife invierte en este tipo de industria. Algo similar ocurre con Cuprum y su controlador Principal Financial Group.

Comparto plenamente además la necesidad imperiosa para avanzar hacia la Nación Humana Universal de convertir la industria de las armas al servicio de la muerte en una industria al servicio de la vida y del desarrollo de los pueblos. Esta conversión no siempre se comprende ni siquiera por los especialistas, se cree que sería un atentado monstruoso contra el sistema financiero internacional que está sustentado en la industria de las armas, que se perderían miles de empleos y significaría la bancarrota de numerosos bancos y empresas. Nada de eso. Se trata de que los Estados reemplacen sus compras de armas por compras de materiales de construcción por ejemplo, para construir casas, hospitales e infraestructura vial para sus ciudades y su pueblo. Así se reemplazan esos artefactos inútiles para la guerra, la destrucción y la muerte, que no le sirven a nadie, y que se pagan con el dinero de los contribuyentes, por bienes que sirven a toda la comunidad humana, y que son financiados en parte por los contribuyentes, pero en parte también por los adquirentes de viviendas con subsidio. De esta forma se dinamiza en mejor forma la economía mundial, con la diferencia que estos bienes sirven a las personas y al desarrollo de los pueblos, a la construcción y habitabilidad de sus ciudades, a mejorar la calidad de vida de las personas, y no a la destrucción, a la muerte, el sufrimiento y la desolación de los seres humanos que las habitan.

Así se cumple la premisa humanista de poner a las personas en el centro de las políticas públicas, como requisito para la construcción de la Nación Humana Universal.