Tres de las principales empresas alemanas han estado implicadas en escándalos de fraudes.

Volkswagen supone un 2,7% de la economía alemana y su caída influye a toda la economía.

La presión para mejorar el rendimiento de la acción en bolsa y la autocomplacencia son algunas de las razones de los escándalos.

Análisis de Salvador Martínez Mas

El escándalo industrial del que es protagonista Volkswagen, que ha reconocido recientemente haber trucado hasta 11 millones de coches en todo el mundo, no es el único caso que ha puesto en la picota a emblemáticas compañías del capitalismo germano. Otros buques insignia de la economía alemana ya se han visto en tesituras similares a las que hoy se enfrenta el constructor de coches. En los últimos años, Deutsche Bank –el mayor banco de inversiones en Europa– o Siemens, líder continental en ingeniería industrial, también han sido cuestionados por su dudosa ética.

“Cada escándalo tiene su idiosincrasia y una constelación de factores que concurren para explicarlo”, dice a eldiario.es Johanna Mair, profesora de gestión, estrategia y liderazgo de la Hertie School of Governance, de Berlín. “En el último caso de Volkswagen, es una combinación de mal liderazgo con algunos errores estratégicos”, agrega.

Tampoco hay que ignorar en el escándalo de los gases contaminantes de los coches diésel de Volkswagen la dinámica que ha estado viviendo la compañía en los últimos tiempos. Martin Winterkorn, el presidente del consejo de Volkswagen AG que dimitió el miércoles, tuvo que defender su cargo con uñas y dientes a principios de año. Ferdinand Piëch, magnate austriaco y hasta no hace mucho uno de los pesos pesados de la compañía, ambicionaba ver a Winterkorn fuera de las altas instancias de Volkswagen. Sin embargo, en abril al descubrir los fuertes apoyos con los que contaba  Winterkorn, fue el propio Piëch quien tuvo que retirarse.

Para Mair, “en la dirección de la compañía, Winterkorn ha sido víctima de dos trampas para todo líder de empresa: la arrogancia y la falta de humildad”. “Efectivamente, ganó importantes batallas por el poder de la empresa y eso crea a menudo una espiral en la que se sobreestiman los recursos que tiene uno”, añade.

En Estados Unidos, donde la Agencia de Protección del Medio Ambiente denunció la semana pasada el engaño de Volkswagen en cerca de medio millón de vehículos, ya se evalúa que la empresa alemana podría verse obligada a pagar una multa de unos 16.000 millones de euros. Este tipo de estimaciones explican en buena medida por qué a mediados de esta semana habían perdido casi un 35% de su valor las acciones de la compañía, que da trabajo a casi un tercio de los cerca de 780.000 empleados del sector del automóvil alemán.

El nuevo Libor alemán

Volkswagen no es la única gran empresa alemana que se ha visto obligada a afrontar grandes multas por hacer trampas. Este año, Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania con 45.000 trabajadores,  acordó pagar a las autoridades de Estados Unidos y Reino Unido 2.300 millones de euros por su implicación en el escándalo del Libor, un caso de manipulación en el tipo de interés del mercado interbancario de Londres.

Precisamente, dada la amplitud del caso de las emisiones de Volkswagen, este escándalo podría ser el “Libor del sector del automóvil”, según Olaf Storbeck, columnista alemán de la agencia  Reuters. 

Ahora bien, existe una diferencia entre ambos casos, porque los grandes bancos implicados en la manipulación del Libor –además de Deutsche Bank fueron multados Barclays, UBS, City Group y JP Morgan– se defendieron apuntando que las faltas las cometieron algunos empleados por su cuenta. En Volkswagen, la atención no está puesta en directivos situados en partes bajas o intermedias de la jerarquía, sino en quienes dirigen la compañía.

También han estado sometidos a un intenso marcaje los máximos responsables de Siemens, un gigante germano que destaca por ser una de las compañías que más empleados tiene a nivel mundial con 362.000 trabajadores. Las decisiones de  Joe Kaeser, el consejero delegado de este otro gigante industrial germano, se siguen con mucha atención ahora por la reestructuración que está llevando a cabo con constantes anuncios de miles de despidos.

Kaeser recogió en 2013 el testigo de  Peter Löscher, en quien cayó la responsabilidad de hacer olvidar el escándalo por el que Siemens tuvo que desembolsar la pasada década unos 1.400 millones de euros en multas en Estados Unidos y Alemania para poner fin a una serie de investigaciones sobre un  sistema de sobornos ideado para obtener contratos en países como Rusia, Israel, Irak, Venezuela y Bangladesh. A este escándalo se le puso la etiqueta del «mayor caso de sobornos en la historia del mundo empresarial».

Falta de humildad

Johanna Mair, la profesora de la  Hertie School of Governance  de Berlín, entiende que este tipo de casos ocurren cuando hay una “sobreestimación de uno mismo” entre los líderes de una empresa. “La falta de humildad en la dirección de empresas lleva a pensar que se puede caminar sobre el agua o hacer lo que sea, y de esto resulta que los estándares éticos se queden vacíos”, apunta, antes de reconocer la presión que ejerce el ritmo del capitalismo global. “En Alemania las empresas operan hoy en día con un claro mandato de maximizar el valor de las acciones, algo que, en ocasiones hace que los líderes de las empresas olviden que, en su mundo, el fin no debería justificar los medios ”, señala Mair.

Volkswagen admite que "rompió la confianza" de sus clientes

Winterkorn ha pagado el fraude con su cargo.

«Casos como el de Volkswagen tienen un efecto negativo para la imagen de cualquier empresa en Alemania, donde la sociedad piensa tradicionalmente peor de las grandes compañías por ser más escéptica con el funcionamiento de las grandes corporaciones”, dice a eldiario.es Peter Matuschek, analista del instituto berlinés de estudios de opinión FORSA.

Según él, los alemanes “tienen mejor opinión del  Mittelstand”, término con el que se conoce al tejido industrial compuesto por pequeñas y medianas empresas, que abarca el 70% de la mano de obra en el país y representa el 53% del Producto Interior Bruto (PIB) germano.

Aun así, las dimensiones de una empresa como Volkswagen son tales que ella sola contribuye alrededor de un 2,7% al PIB alemán. De resentirse las ventas de coches de la firma con sede en Wolfsburgo, también lo haría hasta cierto punto la economía alemana.

Algo parecido se puede decir de Deutsche Bank, uno de los bancos considerados too big to fail en el mundo de las finanzas. Su tamaño es tal que su eventual caída en desgracia tendría consecuencias globales. En productos financieros derivados, se ha estimado que Deutsche Bank tiene invertidos unos 67 billones de euros, una cantidad veinte veces mayor que el PIB alemán.

Participación pública

El caso de Volkswagen tiene que preocupar especialmente a los políticos del Land de Baja Sajonia (noroeste germano). Esta región figura entre los principales accionistas de la compañía, con un 20%. Sin embargo, las primeras consecuencias políticas del escándalo de Volkswagen podrían registrarse en Berlín, y no en Hanóver, la capital de Baja Sajonia.

Este miércoles, el diario conservador Die Welt se hizo eco de la respuesta que el ministro de Transportes, el democristiano de la CSU bávara Alexander Dobrindt, había  ofrecido a Los Verdes en una sesión parlamentaria en el Bundestag en julio y en la que reconocía la existencia en la industria del automóvil de aparatos con un sistema defectuoso de detección de emisiones. “Es sorprendente que Dobrindt se muestre sorprendido” con el escándalo “porque en julio estaba muy bien informado en lo que respecta a las manipulaciones” del sistema de emisión de gases, ha apuntado Oliver Krischer, vicepresidente del grupo parlamentario ecologista. Por todo ello, la Fiscalía alemana va a lanzar una investigación criminal sobre los hechos.

Más allá de que la credibilidad de Dobrindt haya quedado en entredicho y de las eventuales consecuencias políticas del escándalo, este tipo de casos se percibe como asuntos turbios que mancillan los éxitos actuales de una economía alemana cuyos datos macroeconómicos son la envidia de sus socios europeos. De ahí la manifiesta condena o preocupación que surge cuando saltan a la luz. Así, el diario sensacionalista  Bild afirmó que los productos “Made in Germany están en peligro” a raíz del escándalo de Volkswagen, según un reciente editorial firmado por la periodista Sissi Benner.

El martes, desde dicho periódico se pidieron explicaciones a Winterkorn porque “la buena reputación de la economía alemana en el mundo se debe en buena parte a Volkswagen”. Está por ver si aclarar lo ocurrido servirá para enmendar los daños infligidos a la marca con el escándalo de los gases. A principios de semana, Die Welt se temía lo peor. “El escándalo de la emisión de gases podría amenazar la existencia de Volkswagen”, rezaba uno de sus titulares.

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