«La intención es utilizar el TTIP para volver a la lógica de la hegemonía de las potencias tradicionales, reforzando su poder a través de la generación de bloques, para imponer una coalición normativa frente al auge de las emergentes», señala Laura Ruiz.

No estamos ante un acuerdo comercial convencional de reducción de aranceles sobre las importaciones de dos socios comerciales, ya que éstos lo suficiente bajos como para tener relevancia.

La contención de China, el motor de empleo que supondrá para pymes y la creación de un estándar de gran valor a nivel mundial son las falsas promesas que trae consigo el polémico tratado.

Por Laura Ruiz de Economistas Sin Fronteras

El pasado 11 de agosto leíamos en la prensa la noticia de que Wikieaks ofrece 100.000 euros a quien le filtre el texto del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones que se está negociando actualmente entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP por sus siglas en inglés). Siendo este acuerdo de tanta transcendencia y, según sus promotores, tan beneficioso para la sociedad, sorprende sobremanera la falta de información y diálogo público que ha rodeado su proceso de negociación hasta la fecha.

En julio tuve la oportunidad de acudir a la jornada europea organizada en Bruselas por Los Verdes /ALE. Hasta que podamos disponer del texto del TTIP, subrayo en las siguientes líneas algunas de las ideas destacadas por los y las ponentes invitadas a esta jornada ya que merecen una reflexión en mayor profundidad para alimentar el debate en torno al TTIP, aportando argumentos adicionales a los que barajamos las entidades y plataformas críticas con el TTIP por toda Europa, que nos preguntamos sobre quien se beneficiará de este Tratado y a costa de que riesgos para los derechos humanos o amenazas para el medioambiente.

La conferencia se estructuró en torno a tres paneles en los que se pretendía explorar algunos mitos populares sobre el TTIP. Recordemos que no estamos ante un acuerdo comercial convencional concebido para reducir los aranceles sobre las importaciones de dos socios comerciales, ya que éstos lo suficiente bajos como para tener relevancia. El verdadero alcance es la armonización de los estándares, leyes y normas que regulan un buen número de cuestiones del ámbito laboral, alimentario, la privatización de servicios públicos, el medioambiente, la desregulación financiera o la propiedad intelectual. Es decir, que afectan significativamente a toda nuestra realidad cotidiana

El TTIP contendrá a China y ligará EEUU a la UE”

La primera afirmación supone utilizar el TTIP para volver a la lógica de la hegemonía de las potencias tradicionales, reforzando su poder a través de la generación de bloques, para imponer una coalición normativa frente al auge de las emergentes, en lugar de responder a la necesidad de aplicar herramientas multilaterales en un mundo globalizado y aprovechar la oportunidad para reconstruir la configuración del mundo. Se trata pues de perpetuar el argumento de “nosotros vs. ellos” sin afrontar un cuestionamiento crítico sobre esos valores comunes que pretendemos apuntalar y sin alinear las cuestiones internas con las de la política exterior. La segunda afirmación supone cerrar los ojos ante la realidad actual del proceso de construcción de la UE: la creciente separación entre la Europa institucional y la opinión pública; la liberalización comercial como prioridad frente de la redistribución de los costes y beneficios de la política comercial; la ausencia de un mercado común todavía en muchos sectores (telecomunicaciones, seguridad, energía…) así como de una visión estratégica de Europa para los 28 Estados que la integran. La Unión Europea todavía necesitaría tiempo para alcanzar un equilibrio entre mercado e instituciones, tiempo para una integración política más fuerte.

El TTIP es bueno para el empleo y las pymes”

Incluso si las estimaciones de la Comisión Europea de que el PIB se incrementará un 0,5% en 10 años como consecuencia del TTIP son ciertas (¡y que este impacto positivo sea relevante!), la realidad es que los modelos económicos han resultado históricamente incapaces de predecir los impactos sobre el empleo. Con lo que si contamos en cambio, es con 20 años de aprendizaje del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, EEUU y México (NAFTA por sus siglas en inglés), durante los cuales ha aumentado el ‘ outsourcing‘ practicado por las empresas multinacionales, el ratio de importaciones sobre exportaciones así como la desigualdad. La experiencia del NAFTA muestra que la previsión de creación de miles de empleos era totalmente errónea. El dato objetivo es que la pérdida de puestos de trabajo, así como de su calidad, es notable. En los EEUU la pérdida real ha sido de 879.280 puestos según sus propios estudios. Los perdedores netos de este proceso han sido los trabajadores de renta baja.  Por otra parte, el tejido industrial europeo corresponde fundamentalmente a pequeñas y medianas empresas. Según la CE, las 20 millones de pymes europeas representan el 99,8% de las empresas registradas, el 66,5% de los empleados, y el 57% del valor añadido al PIB del continente. Los promotores del TTIP aseguran que el principal beneficio para las pymes se deriva de la reducción de los requisitos administrativos y procedimientos burocráticos requeridos para exportar a Estados Unidos. En el caso de Alemania, por ejemplo, tres de cada cuatro empleos dependen de la exportación, realizada fundamentalmente por pymes y mayoritariamente al mercado común de los 28 países de la UE. La asociación de pequeñas y medianas empresas alemana ha llamado la atención sobre el trato diferente que el TTIP otorgará a grandes corporaciones y a pymes con la inclusión de un mecanismo de resolución de conflictos Inversor-Estado (ISDS por sus siglas en inglés). Los honorarios legales millonarios que requiere este mecanismo no parecen al alcance de una pyme. Es más, los 608 procedimientos de arbitraje de este tipo registrados a 2014 según UNCTAD, la mayoría abiertos por multinacionales, sugieren y reflejan la influencia de las grandes corporaciones en los principales epígrafes de los Tratados de Libre Comercio, así como la existencia de un gran negocio entorno al ISDS.

El TTIP creará un estándar de oro para el comercio global”

Entre las numerosas diferencias que existen entre EE.UU. y la UE para llegar a confluir en un estándar comercial común se encuentra la protección del consumidor, aspecto que ha sido clave para la UE desde 1995. En la Unión Europea el principio de precaución requiere de datos científicos que descarten el peligro para la salud humana previo a la aparición de un producto en el mercado. En EE.UU. se procede en sentido contrario, la evaluación es posterior, son las personas consumidoras quienes tienen que demostrar si algo es dañino y no la industria de que es inocuo. En este punto, debemos resaltar además que en la UE la participación del consumidor es clave en la estandarización, entendida como el elemento democrático del proceso.

Pero es más que esta cuestión. Precisamente uno de los aspectos principales del debate sobre el TTIP, es la reflexión sobre cuál es el estándar de comercio internacional que queremos construir como ciudadanía global. ¿Es el fomento de un comercio horizontal entre socios y beneficioso para toda la sociedad? ¿O se trata de apuntalar la hegemonía del capitalismo neoliberal impulsado ahora por la desregulación?

*Este artículo refleja la opinión y es responsabilidad de su autora. Economistas sin Fronteras no necesariamente coincide con su contenido.

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