Este año se recibirán otros cinco internos, entre ellos dos guardiacárceles.

Martín Maduri pasó la mitad de su vida en prisión: tiene 39 y está preso desde los 18. Estudiar cambió su historia:“Estaba escrito que yo tenía que morir joven en la calle o en la cárcel”. Hijo de militantes peronistas asesinados en la dictadura, fue criado por sus abuelos. En noviembre está previsto que recupere la libertad: saldrá como licenciado en Sociología.

Por Paula Bistagnino para Infojus Noticias

¿Qué tipo de sociabilidad se construye intramuros? ¿Cuáles son las lógicas y las leyes que imperan dentro de ese mundo invisible y paralelo que es un penal? ¿Qué sujeto se construye en el encierro? ¿Por qué un pibe que entra a los 18 por primera vez al sistema penal, sale cinco años después totalmente cambiado? Las Ciencias Sociales ya se hicieron y respondieron estas preguntas. Pero, ¿qué pasa cuando se las hace un sociólogo que es también ese sujeto construido, educado y socializado en el sistema penitenciario?

En un aula de la Universidad Nacional de San Martín, Martín Maduri habla del concepto de “habitus”en Pierre Bourdieu y de la “microfísica del poder” en Michel Foucault. Pero habla también de “berretines, limpieza, engome y requisa”. A los 39 años lleva más de la mitad de su vida preso y pasó por una decena de penales bonaerenses. Cuando entró por primera vez a una cárcel, a los 18, había llegado hasta séptimo grado y en noviembre –cuando está previsto que recupere la libertad- saldrá como licenciado en Sociología.

“Que yo esté hoy acá, en una universidad y hablando de esto, es revolucionario. Yo soy un pibe criado en una villa del conurbano, hijo del capitalismo salvaje de los 90, al que la historia ya le había dado un lugar: morirse joven en la calle, bajo las balas de la policía o apuñalado en la cárcel”, dice después de recibir un 10 como calificación de su tesis de grado: “Sin berretines. Sociabilidad y movilidad intramuros. Una mirada etnográfica al interior de la prisión”, evaluada por el doctor en Antropología Alejandro Isla (FLACSO-CONICET) y el doctor en Sociología Nicolás Diana Menéndez.

Además de docentes y autoridades de la UNSAM, en el aula está parte de su familia, ex compañeros de encierro y de estudio que ya salieron en libertad. También la jueza penal a cargo de su causa, María del Carmen Rodríguez Melluso, el director del penal de José León Suárez donde funciona el Centro Universitario San Martín (CUSAM), Paulo Vera, y varios guardias penitenciarios vestidos de civil.

Hijo de militantes peronistas perseguidos en la dictadura militar y asesinados por fuerzas de seguridad –hoy está averiguando en qué circunstancias y cuándo murió cada uno-, Maduri creció con su hermana, criados por sus abuelos en el barrio Villa Corea, de José León Suárez. “Siempre escuché que a mis viejos los había matado la policía, y que también me podían agarrar a mí. Cuando terminé la primaria empecé a estar en la calle y a los 14 empecé a delinquir”, cuenta. Hasta que llegó a la Unidad 48 del Penal de José León Suárez en 2009, su vida en el encierro tuvo un solo objetivo: “Matar el tiempo”.

Por eso decidió hacer la licenciatura en Teología en Dolores, y después también empezó Derecho en La Plata. Y cuando la UNSAM llegó a la Unidad 48 con la intención de crear un centro universitario, estuvo entre los primeros impulsores, que fueron también los que decidieron que se dictara Sociología y no otra carrera. Y los que, aun con cierta resistencia, quisieron que la oferta universitaria estuviera abierta a los miembros del sistema penitenciario, algo que no ocurre en ningún otro penal.

“Yo fui transformado por la Sociología, porque me permitió deconstruirme como sujeto para volver a construirme. Enseñar Sociología y no Derecho en una cárcel ya es toda una posición: es darle al privado de su libertad un espacio de resistencia. Porque, como dice Alexandre Roig –ex director de la carrera de Sociología y actual decano del Instituto de Altos Estudios de la UNSAM-, la sociología es emancipatoria. Nosotros aprendemos y estudiamos, pero sobre todo lo que hacemos es tratar de salir de la lucha de valores que funda la cárcel, que son los que priman en el mundo del delito. Romper esa lógica para generar la oportunidad de que surja otra”.

Maduri es el primer sociólogo formado dentro del CUSAM, que fue creado en 2008 por la UNSAM con una lógica de autonomía universitaria dentro de la cárcel. Pero este año se recibirán otros cinco, entre ellos dos guardiacárceles, y en total son casi 100 los estudiantes de la carrera, además de muchos otros que participan en los distintos talleres de oficios que se dictan: poesía, pastelería, música, informática.  “Es el primero de muchos. Son los cimientos de un sueño: transformar realidades desde la educación”, dice Gabriela Salvini, directora del CUSAM.

A lo largo de las casi 70 páginas de su tesis, en las que entra y sale del lenguaje “tumbero” y del sociológico para dar cuenta de las lógicas y leyes que rigen al sistema penal, Maduri desarma además el fin teórico de la cárcel: “Está muy lejos de ser ese sistema readaptativo por cuyo fin la criminología positivista la sigue sosteniendo. Y la falla de este tratamiento vulnera a la persona que se va: el 78% de las personas privadas de su libertad son reincidentes. Hay un aprendizaje social por observación, imprescindible para sobrevivir, que consiste en adquirir una gama de conocimientos que están fuera del ámbito social de la calle, y que hace que cuando ese sujeto cumple su pena y sale al mundo amplio, no tenga ninguna posibilidad y reincida”, explica.

Maduri desarrolla además el concepto de “carrera amoral” que una persona privada de su libertad hace en el encierro: “Al que delinque, al que está fuera de las normas, la Sociología lo considera como una amoral y para eso se lo encierra, para tratarlo y sacarle toda esa amoralidad. Pero la cárcel es una carrera amoral porque adentro se jerarquiza conforme al delito: el que robó un banco está por encima del que robó un auto y el que andaba ‘de metra’ es superior al que andaba ‘de 22’. Hay toda una construcción de un tipo ideal anómico al que todos aspiran, porque es él que se maneja bien en la cárcel y el que se va a poder posicionar mejor”, explica.

Sin posibilidad de hacer un trabajo etnográfico clásico como sociólogo, por su doble pertenencia, Maduri le aporta una mirada crítica al método: “Todas las ciencias sociales consideran que la etnografía es ir a otro campo a observar y analizar. La nueva antropología considera que debe haber también una reflexividad desde la empatía y mi trabajo se trata de eso: de traer la voz del otro siendo también el otro. De hacer un trabajo etnográfico desde adentro. Hay muchos teóricos que escribieron y trabajaron sobre la cárcel; y todo bien, pero es otra mirada. Porque para ser miembro irreprochable de un rebaño, primero hay que ser oveja. Y la cárcel empieza cuando se apaga la luz”.

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