Por: Juan Gómez (Centro de Estudios Humanistas – Fundación Moebius), Chile.

El reciente acuerdo entre el denominado grupo de los G5 (Estados Unidos, Francia, Inglaterra, China y Rusia, países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, todos poseedores de armas nucleares) más Alemania, por una parte, e Irán por la otra, que establece una reducción a un tercio en el número de centrífugas para la obtención de uranio enriquecido grado militar en este último país, ha sido celebrado por muchos como un triunfo para la paz y la estabilidad del Oriente Medio.

Israel viene presionando hace muchos años al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que tome cartas en el asunto y evite el desarrollo de bombas nucleares por parte de Irán, lo cual presenta como un hecho inminente para convencer además a la comunidad internacional, presentando pruebas de dudosa veracidad para fundamentar sus acusaciones.

Sin embargo, la verdad es que Irán no está detrás de desarrollar armamento nuclear, ni nunca lo ha estado; es más, su misma religión les prohíbe desarrollar armas nucleares como dan testimonio los edictos de los ayatolas iraníes. Solamente pretende usar uranio para fines energéticos como muchos países lo han estado haciendo hace décadas. Esto lo saben los servicios de inteligencia israelíes y norteamericanos desde hace más de una década.

Estas acusaciones infundadas nos recuerdan las denuncias sobre la existencia de armas químicas en Irak, que significó la invasión de ese país, la destitución y ejecución de Sadam Hussein, y la muerte de más de un millón de iraquíes, sin que se haya logrado demostrar la existencia de tales armas. Sin duda que la verdad hay que buscarla en otro tipo de razones que distan mucho de ser las que se presentan ante la opinión pública mundial.

Irán posee una de las mayores reservas de gas y petróleo del mundo, y están en manos de un país teocrático musulmán, del llamado “eje del mal” por el ex presidente Bush, lo que significa claramente una amenaza para los intereses y la seguridad de Israel, de Estados Unidos y de todo su círculo que estrechan filas tras la OTAN. Por todo esto, y no por lo anterior, Irán ha sido condenado a un bloqueo económico inmisericorde que tiene al país en ruinas y que ha llevado a millones de personas a la pobreza extrema, razón por la cual lo obligaron a capitular con el acuerdo nuclear.

Sin embargo, Israel y los países nucleares del G5 han seguido modernizando su armamento nuclear gastando trillones de dólares en esta noble tarea. Estos países están tratando de hacer cumplir el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), evitando celosamente que cualquier país desarrolle armas nucleares. Sin embargo, ellos lo continúan haciendo en clara contravención al artículo VI del mismo Tratado, que establece claramente la obligación de los Estados parte de llegar a un acuerdo para un desarme nuclear efectivo. Y este acuerdo no se ha logrado en más de 50 años. Hoy menos que nunca.

La amenaza nuclear sigue, por tanto, plenamente vigente. El acuerdo nuclear con Irán es solamente un tongo para distraer a la comunidad internacional haciéndola creer en la bondad de las intenciones de este denominado grupo del países del G5, mientras ellos siguen modernizando su armamento nuclear. Lo verdaderamente importante es que ellos se desarmen; ellos, que son la verdadera amenaza para la paz mundial, que tienen al mundo bajo una espada de Damocles; ellos, que con sus intereses hegemónicos se disputan la soberanía del mundo, amenazándose mutuamente con sus bombas atómicas. Ellos, países colonialistas que, cual jinetes del Apocalipsis, han asolado a la humanidad durante siglos, sembrando muerte y desolación en sus colonias, enriqueciéndose a costa de su pobreza, son los que verdaderamente deben desarmarse, liberando a la humanidad de este flagelo que amenaza con destruir el planeta.

El próximo 27 de Abril comienza la Conferencia de Revisión del TNP, y todo hace suponer que no habrá grandes avances en cuanto a desarme nuclear se refiere. El plan de acción acordado en la anterior Conferencia de Revisión para el desarme nuclear no ha funcionado; y hoy con el conflicto en Ucrania, este plan parece condenado a su estancamiento.

Sin embargo, a lo menos sesenta países han adherido al compromiso de Austria de llenar las lagunas del Tratado de No proliferación y comenzar las negociaciones para un Tratado que elimine definitiva y totalmente las armas nucleares.

Como humanistas, esperamos que esto marque la diferencia y se comience a caminar por el sendero de la prohibición de las bombas nucleares, que prime alguna vez la cordura en el mundo, se ponga la seguridad del ser humano como la principal preocupación, y se dé término definitivo a esta pesadilla.