Hoy 27 de octubre se cumplen tres años de la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner. No quiero dejar de enviarles un abrazo a mis amigos kirchneristas en este día de recuerdo de un hombre que, entre muchas otras acciones importantes, bajó el cuadro de Videla y el de Bignone -ambos represores durante el Terrorismo de Estado- del Colegio Militar de la Nación. Ese sólo gesto ya vale para recordarlo como un Presidente con buenas intenciones que generaron acciones ejemplares.

Para los que veníamos de la militancia en la escuela secundaria en los 90′ marcada por políticos sin ningún tipo de ética, la llegada de Néstor Kirchner y junto con él de la actual presidenta Cristina Fernández y sus equipos, en consonancia con otros presidentes progresistas de la región, empezaron a demostrar con acciones que los procesos políticos podían tomar una dirección más interesante.

Cuando en 2003 llegó al poder con un porcentaje de votos de un mísero 22 %, muchos lo veíamos como un Presidente justicialista más que iba a continuar con el desastre del neoliberalismo. Pero a poco de andar, las mismas acciones que emprendió desde su rol en el Ejecutivo abrieron una posibilidad de que algunos cambios interesantes se comenzaran a concretar. El juicio de valor hacia este presidente peronista empezaba a modificarse, podía ser que gracias a esta oportunidad que la historia le brindaba, intentara cambiar el rumbo político que traía el país.

El rechazo al ALCA en Mar del Plata en 2005 junto a Hugo Chávez fue uno de los primeros disparadores que reflejaron este cambio de rumbo en el país unido a las transformaciones en Sudamérica. Luego el despegue de la sumisión a las políticas de ahogo del Fondo Monetario Internacional marcaban en lo económico que la posibilidad de fortalecer las políticas de intervención del Estado para garantizar la salud y educación públicas, para intentar que la industria nacional no sea comida por los capitales extranjeros, para que la redistribución de la riqueza comience a establecerse como prioridad, fueron demostrando que Néstor Kirchner encabezaba un proceso de otro signo.

Seguro que hubo errores, hubo pasos que no se dieron y otros que se podrían haber dado mejor. Pero en el plano cultural, en la esfera de los valores, las políticas de Derechos Humanos en relación a la última Dictadura militar en Argentina no pueden soslayarse como un dato menor. La recuperación del predio de la ex Esma  para convertirlo en un espacio para la Memoria, el impulso a los juicios a los represores, la concientización hacia el pueblo argentino de la necesidad de repudiar las dictaduras y el terrorismo de Estado fortaleciendo la Democracia, fueron marcas distintivas del gobierno de Kirchner, que sin duda marcaron para siempre a una generación.

Esa generación de jóvenes que volvió a creer en la militancia política, en la participación y en el compromiso. Esa generación que ya no le da lo mismo que desde el Estado se venda la educación al mejor postor, o se funden escuelas públicas en todo el país; esa generación que considera a las políticas inclusivas como la Asignación Universal por Hijo una conquista que no puede volver atrás. Es tarea de esta generación, de la cual me siento parte, que este proceso político y social iniciado en 2003 se profundice en dirección humanista, que se materialicen las transformaciones necesarias en el plano económico, político y cultural para que vivamos en un país digno de ser vivido por todo ser humano.