La Argentina tuvo un fallo adverso en la Corte de Apelaciones de Nueva York, ignorando el acuerdo con el 93 % de los tenedores de bonos y dando lugar al reclamo de los fondos buitres. Se trata de la deuda que culminó en el default del 31 de diciembre de 2001.
Christine Lagarde había enviado un mensaje a los jueces de la Corte de Apelaciones de Nueva York afirmando la importancia de aceptar las fórmulas de reestructuración de deudas y de canjes que permitieran a los países endeudados poder dar respuesta frente a sus acreedores.
El gobierno argentino había manifestado que sus leyes no permitían dar un trato mejor a unos tenedores de bonos que a otros que ya hubieran aceptado los canjes previos de 2005 y 2010. Y que, además, si algunos recibieran el valor total de dichos bonos, los demás podrían exigir lo mismo y eso significaría un nuevo default para el país.
La corte neoyorkina no pensó en el escenario global, con varios países exánimes que tendrán que buscar algún vericueto financiero para poder evitar las sangrías de sus poblaciones y la pérdida total de sus patrimonios. Tampoco tuvo en cuenta a su propio país, endeudado hasta el tuétano y que depende de la benevolencia de sus tenedores de bonos. Mucho menos le importó un país demasiado lejano para ser tenido en cuenta y que hace 12 años fue el hazmerreír planetario por el manejo de sus cuentas. Siguiendo a pie puntillas las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El fallo sostiene que la Argentina ya no está en la situación en la que creó esos bonos de deuda para poder pagarle los sueldos a los empleados del estado, las jubilaciones a sus mayores, mantener las escuelas y hospitales y, fundamentalmente, cumplir con sus obligaciones de deuda. Y ahora, al tener una economía saneada podría pagarle al 0,45 % de los acreedores, el valor absoluto de los bonos.
Brevemente explico cómo funciona un bono de deuda. El Estado imprime unos papeles que dicen que el portador recibirá en una fecha X, 100 dólares. A cambio reciben 30, 50, 60 dependiendo el tiempo de espera. Los que compraron esos bonos, a lo largo de los años 90, mientras la Argentina vivía la burbuja de la convertibilidad, bajo un gobierno híperliberal, en el 2001 se encontraron que los bancos se fugaron con el dinero de todos los argentinos y las deudas contraídas por el Estado Argentino eran más del 160% de su PBI. El presidente huyó en helicóptero luego de declarar el estado de sitio y reprimir de manera salvaje matando a más de 30 ciudadanos. Tras el paso de dos presidentes en menos de una semana, quien ocupara el Sillón de Rivadavia declaró el no pago de la deuda, llevando al país al default internacional y a convertirse en deudor recalcitrante, en menos de una semana que duró su mandato. El presidente que le siguió intentó recomponer las finanzas a base de devaluación, permitirle a los bancos devolver una cuarta parte de lo sustraído y creando bonos igual de onerosos que los anteriores.  
La hora de los rapaces
Esos tenedores de bonos comenzaron a venderlos a cualquier precio, intentando recuperar parte de lo invertido. Los fondos buitres se especializan en la carne podrida. Y aprovechando esta situación de fragilidad le compran al tenedor los bonos a 5, a 6, a 8 dólares lo que ellos pagaron 30 y de lo que esperan poder cobrar el 100% de su valor nominal.
En 2003 llega Néstor Kirchner al poder con la firme decisión de sacar a la Argentina del pozo. Invirtiendo la premisa de gobiernos anteriores “pagar para crecer” por “crecer para pagar”. En el 2005 se promulgó la ley que permitía a esos bonistas entrar en un plan de canje, con el que aceptaban recibir entre 30 y 25 dólares por bono. Fue un éxito, que más del 60 % aceptó. Luego en 2010 Cristina Fernández de Kirchner volvió a abrir la posibilidad de entrar al canje y allí se alcanzó al 93 % de los tenedores totales de bonos.
El 7 % restante son los que prefirieron no ayudar a la Argentina a salir de su situación de indigencia monetaria, que la llevara a tener índices de pobreza indignos y una tasa de desempleo escandalosa. Esos especuladores pacientes son los que vienen batallando para confiscar los bienes de los argentinos y así obligarlos a pagarles lo que ellos consideran justo. Y ahora, la Corte de Nueva York también.
Los fondos buitres canjearon una parte de sus bonos en el 2010, de modo de tener líquido que le permita pagar los gastos de la costosa persecución judicial del Estado argentino, que le paga a estos para que les sigan exigiendo que paguen. Una de las tantas paradojas incongruentes que tiene el capitalismo salvaje.
Nuevas Medidas
Mientras el gobierno argentino espera que la Corte Suprema norteamericana comprenda que hay intereses superiores a los de una minoría de financistas ávidos, la presidenta decidió reabrir el canje de bonos, dándole la posibilidad al 7% que quedó afuera, de entrar en los planes de pago.
En el discurso donde le contó a su población que enviaría el proyecto al Congreso dijo “desde el 2003 hasta la fecha hemos pagado 173.733 millones de dólares”, lo que convierte a la Argentina en “pagadores seriales, más que deudores recalcitrantes”. También dijo que los bonos anteriores serán reemplazados por unos nuevos “para salvaguarda de los que han confiado en la Argentina”. Ya que los anteriores podían resultar embargados por la justicia estadounidense.
El ministro de economía, Hernán Lorenzino fue muy duro con “los fondos buitres”, dijo “quieren que la Argentina vuelva a estar de rodillas” y justificó esta estrategia tan osada en el hecho que la Argentina se ha convertido en un país desendeudado y que es un mal ejemplo para el resto del planeta. “Nuestras deuda externa ahora es del 10% de nuestro PBI” subrayó.