Cuando el huracán Sandy se cobró vidas humanas en Haití y en Cuba no mereció más que escasos segundos en los noticieros globales, sin embargo se dedicaban minutos enteros a los preparativos del gran país del norte a la llegada del ciclón.

Pese a tantos preparativos el paso del huracán por los Estados Unidos de América fue arrollador, los daños materiales son exorbitantes y es difícil calcular la cifra final de decesos provocados por las fuerzas ciclónicas (¿relacionadas con el cambio climático?). Sin embargo el paisaje desolador dejado en las islas del Caribe sigue invisibilizado en los medios masivos.

Muchos analistas otorgan los méritos de la victoria de Barack Obama para ser reelecto como residente de la Casa Blanca al Ciclón. Los posibles paralelismos con el guiñapo gobernante que resultó George Walker Bush y su estrepitoso abandono de las víctimas del huracán Katrina podría haber dado un último impulso a los votantes del candidato afroamericano del Partido Demócrata en los estados donde los votos estaban divididos con el exgobernador de Massachusetts y candidato del Partido Republicano.

Lo cierto es que la imagen más desoladora de Manhattan durante el paso de Sandy es posible verla en The Inquisitr, y nos muestra como mientras toda la ciudad permanecía a oscuras, incluidos los hospitales, el edificio de oficinas de Goldman Sachs continuaba iluminado, resistiendo al apocalipsis. Creo que no hay imagen más elocuente de quién es el poder en el mundo. Así como han salido indemnes al cataclismo financiero y a las bancarrotas de bancos, aseguradoras y estados soberanos, son ellos, en realidad, quienes van acaparando los bienes y las plazas de los caídos en desgracia.

La oportunidad de Obama

Goldman Sachs fue uno de los principales aportantes para la campaña electoral del candidato demócrata en 2008. En 2012 las grandes financieras globales optaron por el especulador Mitt Romney, aportando 994.000 dólares el banco de inversiones Goldman Sachs, el Bank of America 924.000 y Morgan Stanley 827.000.

No podemos dejar de señalar que la esposa del candidato republicano, Ann Romney, tiene inversiones en fondos ultraespeculativos, llamados fondos buitre (pese a que el sindicato de rapiñeros se queja de la comparación).

Barack Obama da grandes discursos, ilusiona, enciende. Toca temas relevantes y promete cambios. Hasta ahora nos ha mostrado su cara más tímida, llevando adelante reformas tibias e incumpliendo con promesas importantes por la marcada debilidad de su gobierno. Quizás aprovechando que la economía norteamericana vuelve a asomar la cabeza del agujero y su credibilidad y apoyo ciudadano ha sido revalidado, ha llegado el momento de dar señales inequívocas de no ser un títere de las corporaciones.

Este panorama que pudiera abrirse tiene que ver, además, con una nueva realidad continental que deslegitima el otrora omnipotente poder estadounidense en la región. De hecho, han sido los votantes hispanos que se decantaron por el candidato hawaiano los que torcieron una elección muy reñida entre los ultraliberales, conservadores y extremistas religiosos y un Partido Demócrata que ha contado con el pavor que generaban los acólitos del Tea party y los halcones del complejo militar industrial.

De todos modos, mucho tiene que transformar Obama para dejar de ser servil y obsecuente con los patrones globales que estrangulan la libertad de movimiento de los gobiernos nacionales. Con cuatro años de mandato ha conseguido disgustar y molestar a un alto porcentaje de los ideólogos del conservadurismo individualista, resta que pase de ser una molestia simbólica a una piedra en el camino de la depredación planetaria y la hegemonía del dios Mercado.