Recién concluido el ejercicio eleccionario que desconcertó a muchos por sus resultados, comenzaron las explicaciones de los politólogos en los medios masivos. Casi nadie los escucha, no es sobre sus amañadas interpretaciones acerca de lo que habla la gente. La gente da sus propias explicaciones del fenómeno.

 

Es que la política, como la economía, no es una ciencia.

No se puede reducir el alma humana a una estadística ni se pueden predecir los sentimientos del mismo modo que las reacciones de una partícula de oxígeno. Y esta elección y sus resultados dan muestra de un voto “sentido”, un voto que expresó las emociones de un pueblo.

En primer lugar, la altísima abstención: Sólo votaron 5 millones y medio de los 13 millones y medio que podían hacerlo. He ahí una muestra de lo que siente la mayoría de los chilenos -otrora conocido como un pueblo con gran ‘espíritu cívico’- que esta vez, liberado del temor de las multas que lo obligaban a participar del juego político, manifestó sin trabas su hastío por las prácticas de quienes se han quedado sin un sólido argumento de su sospechoso oficio: ser representantes de las mayorías ciudadanas.

¿Cómo justificarán ahora sus decisiones y comportamientos?

Otra emoción expresada en los resultados electorales es el rechazo a las mentalidades propias del paleolítico. Tres emblemáticos representantes de la derecha chilena, un par de ellos ya casi vitalicios en sus cargos de alcalde, perdieron en esta contienda. Todo parecía indicar que el resultado les iba a ser, una vez más, propicio. Gestionadores eficaces de los recursos municipales, beneficiarios de los mayores aportes económicos para sus monumentales campañas de parte de empresarios que lucran gracias a sus políticas alcaldicias, apoyados por el voto disciplinado y leal de los más ancianos (correspondiente al mayor número de votantes tradicionales en Chile), dueños de aplicar la Ley electoral en sus municipios en contra de sus contrincantes y a favor de sus propias campañas, adueñados igualmente de los recursos municipales puestos a su servicio durante las mismas, gran y permanente exposición a través de los medios de prensa, etc. Y sin embargo, perdieron.

En numerosas conversaciones pre y post eleccionarias ese sentimiento se devela. Los tres han sido voceros del pensamiento Cromagnon. Célebres han sido algunas de sus frases: Sabat en Ñuñoa, sostuvo que las estudiantes secundarias movilizadas por la educación gratuita, eran unas prostitutas. Labbé en Providencia, no ha perdido oportunidad de alabar a su antiguo comandante Pinochet, su régimen dictatorial y sus héroes torturadores, a los que más encima ha querido rendirles público tributo. Zalaquett en Santiago, sobrepasado por las marchas estudiantiles, llamó a sacar a los militares a la calle.

En su excelente novela “Ensayo sobre la lucidez”, José Saramago describe un escenario que bien podría parecer una lección de lucha noviolenta en contra de una sociedad oprimente y repudiada por las mayorías. Un día, sin ningún acuerdo previo y por la más pura y simple coincidencia en un mismo sentir, la ciudadanía de un país de ficción acude a las urnas y todos votan en blanco. Del estupor inicial, los “representantes” del pueblo (léase los políticos profesionales) pasan rápidamente al pánico y de allí al intento de reprimir a los ciudadanos a quienes declaran culpables de un motín en contra de ellos. Todo ciudadano que confiese haber votado en blanco será castigado con el máximo rigor.

En Chile, la ficción sigue siendo -lamentablemente- otra.

Los políticos hacen como que representan a quienes los eligieron. Los electores hacen como que están solamente preocupados de trabajar (al final, dicen, ¡uno tiene que seguir trabajando no más!). Los gobernantes dicen que todo está bien, que la última elección fue un ejemplo de democracia para el mundo. Los partidos políticos dicen todos que el resultado fue un triunfo para sus ideas y propuestas inexistentes.

Pero esta reciente elección y sus resultados dan cuenta de un comportamiento inesperado: los ciudadanos no acuden a las encuestas “científicas” para decidir su voto. Si no se los amenaza, consultan a su corazón.