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Francisco Javier Ruiz-Tagle

Chileno, trabaja en Diseño y Comunicación. Miembro activo y comprometido con el Humanismo Universalista desde los inicios de esta corriente de pensamiento y acción. Asesor comunicacional de las campañas electorales del Partido Humanista en Chile y analista de la realidad social.

El tejido social

Nada hay más sorprendente que la capacidad humana para asociarse en organizaciones complejas y multitudinarias. O quizás sí existe un hecho aún más asombroso: su persistente disposición a convertir esos conglomerados en una pesadilla. Aunque puede ser un sino trágico, también nos permite reconocer en nuestra especie ese “algo” radicalmente distinto del mundo animal circundante

Naturaleza y libertad

Desde sus albores como especie, al ser humano todo le ha costado y sus innegables conquistas
son consecuencia de arduos esfuerzos colectivos e individuales. Al mirar el proceso desde esta
perspectiva, experimentamos una compasiva indulgencia frente a sus innumerables errores,
considerando que las resistencias que debió superar fueron con frecuencia descomunales.

El cambio social

En una época tan convulsa como la actual, en la que existe una gran incertidumbre respecto
del derrotero que tomará el proceso, resulta importante comprender de qué manera
se efectivizan los cambios en una sociedad cualquiera, aunque hoy ya no corresponda remitir el
problema a un grupo social aislado sino que al mundo entero, lo que vuelve aún más gravitante la
pregunta.

Humanismo y momento histórico

En el campo del pensamiento social, con demasiada frecuencia se ha considerado al humanismo
como un cuerpo de ideas algo utópico, no mucho más que un conjunto de aspiraciones bien
intencionadas pero casi sin conexión con la “realidad objetiva” y por ello sin ninguna aptitud para
gobernar las poderosas fuerzas que parecen mover la historia.

Los años en que viviremos en peligro

Una de las críticas más agudas que Nietzsche hacía a la sociedad de su tiempo era que se había
perdido por completo la sensación de peligro, acicate y condición indispensables –según su
mirada particular- para el nacimiento del hombre nuevo que el filósofo estaba esperando. Pocas
décadas después, cayó sobre Europa y el mundo aquel indecible horror de las dos grandes guerras.

El caballo de Calígula

La muerte del dictador norcoreano Kim Jong-ill ha expuesto con gráfica evidencia una
característica muy peculiar de nuestro mundo, que deja harto mal parado el supuesto status
racional del ser humano de hoy: se trata de un mundo absurdo, que casi bordea lo ridículo.

Ver a un pueblo entero “dando muestras de dolor” en un estado de histeria colectiva es realmente patético.

Las castas

Hoy existe suficiente evidencia empírica para afirmar que el capitalismo es un pésimo sistema para
distribuir la riqueza. Lo extraño es que los pueblos hayan tardado tanto en darse cuenta, hecho
que seguramente se debe a una intensa y sostenida campaña de propaganda y desinformación por
parte de las minorías económicas, interesadas en mantener viva la ilusión.

Los frentes de acción

Vivir en un mundo que se cae a pedazos sin duda que no es una experiencia demasiado agradable para nadie, salvo quizás para los “traders”, es decir para esos oportunistas que hay en el mundo financiero que, como los
buitres, se alimentan de los cadáveres de los distintos animales que van quedando tirados en el camino.

Los movimientos sociales

No vamos a repetir lo que ya se sabe: que los políticos están desprestigiados; que el Estado ya
no salva a nadie; que los gobiernos legislan a favor del gran capital y reparten migajas entre los
pueblos que producen esa riqueza. Todo esto ya empieza a formar parte del pasado, por gracioso
que parezca aún ver a las antiguas dirigencias en estado de perplejidad

¿Camisa de once varas o zapato chino?

Da lo mismo el nombre. El gobierno de Chile está metido en un aprieto de proporciones porque
la ciudadanía –su mandante- ya no está de acuerdo con los criterios mercantiles utilizados para
organizar la vida social durante los últimos treinta años.

“Pero si fuimos elegidos por mayoría”, argumentan con una obcecación no exenta de soberbia.

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