Especialmente si se trata de la
desaparición de un enano megalómano, que tiene entre sus principales logros el haber matado de
hambre a millones de hombres, mujeres y niños a quienes, por su cargo, debía proteger mientras
se armaba hasta los dientes con proyectiles nucleares.

El
gobierno chino -¡tan humanos ellos!- envía sentidas condolencias y da su aprobación entusiasta
al sucesor hereditario, como si se tratara de una monarquía, el hijo menor Kim Jong-un, un
gordito con cara de nada pero que, de seguro, ha de ser tanto o más desquiciado que el padre,
así es que en el resto del mundo ya comienzan a preguntarse cuándo irá a caer el primer misil.

Mientras este ritual tiene lugar, la policía china se trenza en una riña callejera para impedir que un
actor norteamericano muy popular visite al famoso disidente ciego Chen Guangcheng. No vaya a
suceder que la libertad sea una enfermedad contagiosa.

En el otro extremo del planeta y en la posición ideológica opuesta, el presidente Obama, la gran
esperanza negra, ha venido prometiendo desde la última crisis que fiscalizará férreamente al
capital financiero. Sin embargo, lo primero que hace es ¡rodearse de asesores provenientes de
los grandes consorcios especuladores! Gracias a esta brillante estrategia, los poderosos grupos
financieros se van enterando en tiempo real de los decretos del ejecutivo, por lo cual están en
condiciones de elaborar rápidamente los antídotos legales adecuados para seguir haciendo y
deshaciendo a su antojo. Desconocemos las razones que pudo haber tenido Obama para poner
al gato a cuidar la carnicería, pero lo más probable es que ello se deba a que son los gatos los que
mandan y no él, desnudando las groseras limitaciones y distorsiones de *“la mayor democracia del
planeta”*.

Mientras tanto, la comunidad europea se debate en un juego desesperado de avances y
retrocesos intentando salvar de la debacle a la zona del euro, apelando a recortes fiscales
horrorosos y poniendo a sus pueblos en una situación extremadamente traumática, al punto
que nadie parece saber si no es peor el remedio que la enfermedad. Porque mientras la gente
común se ve obligada a soportar estas dolorosas penurias, los grandes consorcios casi no pagan
impuestos, amparándose en leyes que fueron dictadas en otro momento para favorecerlos y que
hoy resultan prácticamente imposibles de modificar.

En Egipto, la primavera árabe se convierte en crudo invierno. Los militares, que juraron traspasar
el poder a un gobierno democrático en breve plazo, no cumplieron. Ahora lloriquean y asumen
el papel de víctimas porque su pueblo volvió a levantarse e intentan desactivar la protesta
justificando el apaleo brutal de mujeres y jóvenes. Una vez más, tiende a manifestarse la grotesca
pretensión de los poderosos por adjudicarse a la fuerza derechos que no poseen, en contra de
la voluntad de sus pueblos. Paradójicamente, son las mujeres, tradicionalmente despreciadas en ese contexto cultural, quienes han sostenido la voz del descontento demostrando un valor a toda
prueba, virtud de la cual sus propias fuerzas armadas parecieran carecer por completo.

En realidad, abundan por todas partes los ejemplos de estos desatinos ridículos de las dirigencias,
pero dolorosamente trágicos a la vez. En Chile, este lugar perdido en el cual se ha realizado el
más radical experimento de darwinismo social, las cosas también están *“patas arriba”*. Una de
nuestras universidades más prestigiosas, de inspiración católica además, pretende hacerle un
homenaje conmemorativo a un personaje que colaboró activamente con la dictadura de Pinochet,
elaborando un entramado legal que aún sigue vigente. Cuando los alumnos de ese centro de
estudio repudian el acto, exhibiendo un grado de conciencia histórica hasta hoy inusual, los
dirigentes políticos de distintos sectores se escandalizan y reclaman a gritos dignidad para un
sujeto indigno.

Así de torcido está todo, como ya había quedado demostrado en aquel otro acto
en el cual un alcalde quiso homenajear a ¡un torturador! En el ámbito económico, el argumento
del lucro ya no se sostiene por ningún lado porque las trampas y delitos de cuello y corbata
salen a la luz uno tras otro; aún así, los defensores de este engendro, quienes justamente se han
enriquecido gracias a una impunidad vergonzosa y sostenida, insisten en su cacareo estridente
para manipular a la población, pronosticando todo tipo de desastres si se osa intervenir el modelo.

En fin, para qué seguir. El desconcierto cunde como fuego en campo seco y los pueblos ya no
saben hacia dónde mirar, han perdido toda referencia. En este laberinto de desaciertos, torpezas y
malas intenciones no está lejos el día en que se decida poner a gobernar a un congénere moderno
de Incitatus, el caballo de Calígula lo que, a decir verdad, no haría demasiada diferencia. Porque si
existe una salida, los únicos capaces de encontrarla serán los conjuntos, no las élites; pero en las
condiciones actuales, ese camino implica temple para trabajar y luchar duramente. ¿Estaremos a
la altura de las circunstancias? Esta es la pregunta que los pueblos del mundo debemos responder.