Como vemos, Netanyahu, hace caso omiso a la resolución emitida por el Consejo de Seguridad de la ONU, de un alto al fuego inmediato, y sigue atacando Gaza a sangre y fuego. Este espectáculo de horror tiene que acabar, como lo demanda la ONU e ir acompañado de la ayuda humanitaria a Gaza. La solución política, debe incluir la existencia y el pleno reconocimiento internacional de un Estado palestino soberano. La solución económica, debe incorporar a todas las naciones del Sudeste de Asia en proyectos infraestructurales de gran escala, que transformen a la región, de ser un desierto, en un paraje altamente productivo. Así los jóvenes tendrán una perspectiva optimista de su futuro.

Esta perspectiva, que exige ampliar el debate sobre un Plan de Desarrollo para todo el Sudeste de Asia, es el propósito del Foro Internacional organizado por el Instituto Schiller y La Comisión Internacional por la Paz, este 13 de abril próximo.

Por: Sara Madueño Paulet (*)

“El mundo se está moviendo muy rápidamente hacia uno o dos puntos cada vez más peligrosos. Por un lado, es la situación entre la OTAN y Rusia, y por otro, la situación en el suroeste de Asia. Creo que esto es una expresión absoluta del colapso del orden moral del mundo”, señaló Helga Zeep – LaRouche, en la última reunión de la Comisión Internacional por la Paz (CIP) desarrollada este 5 de abril pasado.

Mientras la matanza prosigue en Gaza, Netanyahu y Biden protagonizaron una pantomima de diálogo para las galerías: Biden instó telefónicamente a Netanyahu a no tratar a los civiles como lo han están haciendo y a que provea de más ayuda humanitaria. Supuestamente, ante el «clamor» de Biden, Netanyahu acordó abrir algunos de los cruces hacia Gaza para dejar entrar algo más de comida. Pero la verdad fue revelada por CNN, cuando ese mismo día informó que Estados Unidos está enviando a Israel 1000 bombas de 500 libras, 1.000 bombas más pequeñas, además de las bombas de 2.000 libras, las llamadas bombas MK-84 enviadas la semana pasada. Todo esto pareciera conducir a una guerra regional total y a una gran guerra global.

Como es claro, para la paz inmediata, la única forma de detener ambas guerras es que los Estados Unidos y sus aliados europeos de la OTAN, detengan sus delirantes escaladas bélicas. Pero para lograr una paz duradera, el mundo necesita una nueva arquitectura financiera que se fundamente en el desarrollo compartido de todas las naciones, a través de grandes proyectos de infraestructura. Esta es la propuesta del Plan Oasis, que se presentará este 13 de abril, en el Foro «El Plan de desarrollo para todo el sudeste de Asia», como parte de un Plan Global.

¿Cómo pueden los israelíes y los palestinos lograr la paz algún día después de todo lo sucedido? Helga Zepp-LaRouche, fundadora y dirigente internacional del Instituto Schiller, hace hincapié en que no podremos resolver este conflicto, o cualquier otro, si nos quedamos en el nivel del conflicto. Y cita a Nicolás de Cusa (1401-1464), quien hizo un llamado a la coincidencia de los opuestos, y nos insta a elevarnos por encima del nivel de la desesperación, del odio y la venganza, para encontrar un interés común en aumentar el bienestar de toda la población mediante el desarrollo económico de la región en su conjunto.

Necesitamos con urgencia una idea inspiradora de un futuro en el que los palestinos e israelíes puedan convivir. La «paz por medio del desarrollo» es el concepto que Lyndon LaRouche y sus colaboradores propusieron desde 1975, y no solo en la forma del Plan Oasis, para esta región, sino para toda la Región y el mundo, en la forma del Puente Terrestre Mundial.

Este Plan de Desarrollo no está pensado únicamente para Israel y Palestina, y los países vecinos, sino para toda la región del sudoeste de Asia, incluidos Afganistán, Siria y Yemen, devastados por la guerra. Y este objetivo se va a conseguir empezando a construir un nuevo paradigma de relaciones internacionales: una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo.

El Plan se concentra principalmente en resolver el mayor obstáculo al desarrollo en la región, la escasez de agua dulce, y hacerlo mediante la construcción de una red de plantas desalinizadoras, idealmente de energía nuclear, que puedan convertir la abundante agua de mar en agua dulce. Y estas plantas no sólo estarían en la costa mediterránea; se construirían a lo largo de dos nuevos canales: uno que conecte el Mar Rojo con el Mar Muerto, y otro que conecte el Mar Muerto con el Mediterráneo.

Al cooperar para enfrentar el desierto, en vez de unos contra otros, los habitantes de la región podrán reconocer mejor la humanidad que hay en los demás, la capacidad común de los seres humanos para descubrir los principios de la naturaleza y transformar nuestra relación con el entorno que nos rodea. 

Muchos hablan del día después. Pero la única manera de llegar allí es dando esperanza a la gente en este momento. Ahora es urgente que esta visión de futuro, se desarrolle y se apoye, con el fin de trazar un rumbo que salga de la muerte y la destrucción, hacia una cooperación mutuamente beneficiosa entre naciones soberanas.

«Si todos nos movilizamos», … si podemos conseguir que algunos países, algunos jefes de Estado, algunos Premios Nobel, o cualquier combinación de líderes pro paz, religiosos de alta jerarquía, que salgan a decir: la única salida es la paz por medio del desarrollo, el nuevo nombre de la paz es desarrollo, eso inspiraría a la gente de la región, inspiraría a los países vecinos, verdaderamente. La memoria de los que perecieron, para dar esperanza a los vivos, exige que reunamos el valor necesario para lograr la paz mediante el desarrollo.

Regístrate para la conferencia y comparte esta invitación con otras personas:

https://es-schillerinstitute.nationbuilder.com/conferencia_plan_oasis_20240413.

(*) Sara Madueño Paulet, es colaboradora de Pressenza y corresponsal de EIRNS en Perú, miembro del Instituto Schiller y del CIP.