Por Sol Pozzi-Escot

Richard Nossar y Carlos Torres Rotondo, autores de «Permaneceremos hasta el final», nos sumergen en la vibrante escena del hardcore peruano entre 1985 y 1989. Desde la autogestión hasta las tensiones sociales internas, los protagonistas revelan los cimientos de una escena que perdura, trascendiendo el tiempo con valores de solidaridad y autenticidad.

¿Por qué enfocarse en el periodo 1985-1989?

RICHARD NOSSAR   Por que fue el periodo iniciático y la etapa en la cual nosotros nos aproximamos al movimiento.

CARLOS TORRES ROTONDO Lo mismo. Porque lo viví. Sin embargo, no es un periodo cerrado. Siguen saliendo grupos que hacen hardcore dentro de un amplio espectro que va de lo visceral a lo melódico, y eso comenzó ahí. Persisten los ecos, las presencias en la escena de hoy.

¿Qué condiciones de la época favorecieron el surgimiento de las bandas y de la movida hardcore?

RICHARD NOSSAR   El hardcore nació en los Estados Unidos a principios de los años 80 en medio de un cambio de gobierno que representaba una amenaza contra la libertad de expresión y los derechos civiles. En el Perú, aparece durante uno de los ciclos más oscuros de nuestra historia. Una época marcada por la violencia política, la inflación y el desasosiego.

A pesar que los primeros discos de hardcore llegaron a Lima casi paralelamente a su edición en el extranjero, las primeras bandas en aventurarse a cultivar el subgénero tardaron varios años en manifestarse.

CARLOS TORRES ROTONDO El contexto estaba en contra, pero el entusiasmo venció y se hizo lo que se hizo. Se construyó pese a la crisis nacional y al clima enrarecido dentro de la misma escena underground, que replicó en pequeño la anomia de la época.

KAOS GENERAL en la casa de Alejandro Peña. De izquierda a derecha: Coco La Rosa, Armando Millán, Ricardo Salazar y Alejandro Peña. Foto: Rosa Peña

¿Por qué era importante que exista toda una escena, un movimiento, en torno a la música y las bandas?

CARLOS TORRES ROTONDO. A todos nos gustaba la música y tomamos iniciativas al respecto. Casi no había público en sentido puro. Todos éramos prosumidores. Quien no hacía una banda, publicaba un fanzine, organizaba un concierto o pegaba un afiche. Así es como funcionan las escenas derivadas del punk.

En el libro se hace mención a muchos fanzines de la época. ¿Qué rol cumplían dentro de la dinámica hardcore?

RICHARD NOSSAR   Los fanzines eran publicaciones artesanales que constituían la prensa escrita de la escena. Fueron el principal medio de difusión musical e ideológico, siendo distribuidos generalmente en los conciertos.

Al depender del tiempo y el esfuerzo desinteresado de sus creadores (mayormente adolescentes) no lograron sobrevivir más allá de unos pocos años.

CARLOS TORRES ROTONDO Bajo este tipo de autogestión editorial subyace una visión del mundo, un ideal compartido sobre cómo debería ser la cultura y la comunidad. Los fanzines fueron como los estímulos eléctricos dentro de una red neuronal: un generador de comunicación que nos cohesionó como escena y nos inscribió en el circuito internacional del hardcore.

También se tocan las rivalidades y enemistades que se generaban. Llama la atención el trato que se le daba a los llamados pitupunks. ¿Cómo explicar estas divisiones con trasfondo social dentro de la escena?

RICHARD NOSSAR   Con antecedentes históricos como el nuestro, es fácil entender que un cisma de esa índole se produjera más temprano que tarde, especialmente teniendo en cuenta que el hardcore es un movimiento contracultural y concientizador. Las rivalidades y enemistades de corte más personal fueron materia de investigación, ya que cuando Carlos y yo llegamos a la escena, esta ya se encontraba fragmentada.

Personalmente nunca tuve problemas con los subtes.

CARLOS TORRES ROTONDO En la raíz de todo está el complejísimo problema del Perú, de todas esas sangres que no han acabado de cicatrizar, es cierto, pero también hay que verlo como casos concretos y personales de chibolos huevones. Algunos evolucionaron, otros ni siquiera se lo plantearon. Resulta muy cómodo estereotipar al otro y no pensar en cómo son las personas en verdad. Y sin embargo, más allá de toda esa mierda, desaprender lo que te ha enseñado una sociedad tan perversa como la peruana es la gran conquista de muchos de los que se construyeron como individuos dentro de espacios como la escena hardcore o el rock subterráneo.

Portada de Permaneceremos hasta el final. Silvio Ferroggiaro con ATAQUE FRONTAL en el colegio Los Reyes Rojos. Foto: Coco La Rosa

¿Qué papel tenía el hardcore en la búsqueda de una identidad individual para quienes formaban parte de este movimiento?

CARLOS TORRES ROTONDO Los clásicos espacios de socialización de un adolescente de clase media limeña (en especial el colegio) lo empujan inevitablemente al aletargamiento de su conciencia. Yo siempre tuve una relación incómoda con esa forma de normalidad y el hardcore me hizo conocer gente que pensaba como yo.

Por otro lado, a nivel social, ¿el hardcore contenía algún tipo de programa político o iba en una senda separada a lo que se entendía por actividad política propiamente dicha?

CARLOS TORRES ROTONDO Más allá de la indignación frente a las desigualdades sociales, solo los movimientos artísticos supeditados a organizaciones políticas se plantean la toma efectiva del poder. Lo nuestro era más una cosa de cambio individual.

G-3 en La Jato Hardcore. De izquierda a derecha: Gonzalo Farfán y Gabriel Bellido. Foto: Richard Nossar

En el libro también se menciona la reducida participación o presencia de la mujer en la escena. ¿Cómo entienden esto?

RICHARD NOSSAR   Supongo que el estilo tardó en despertar el interés del público femenino. Cosa curiosa, las primeras mujeres en asomarse fueron aficionadas al metal extremo, subgénero que convivió con el hardcore durante el crepúsculo de los años 80.

¿Cómo es que los ideales enarbolados en esta era (1985-1989) y personificados en los músicos y figuras descritas en el libro mantienen vigencia en la actualidad?

RICHARD NOSSAR   Porque son atemporales. El hardcore propone valores y acciones que recurren a la solidaridad y la autogestión, rechazando la marginación impuesta y fomentada por el sistema dominante.

ATAQUE FRONTAL en el colegio Los Reyes Rojos. De izquierda a derecha: Raúl Montañez, Silvio Ferroggiaro, Fernando Boggio y José Eduardo Matute. Foto: Dalmacia Ruiz Rosas Samohod