En diciembre termina el año escolar para las y los estudiantes y las instituciones educacionales preparan su fin de año y comienzan a preparar el siguiente. Son días en que es conveniente mirar hacia atrás, aprender de lo sucedido, sacar las lecciones y asumir el desafío de a dónde dirigiremos el rumbo para el futuro.

Comenzando con las conclusiones de PISA, observamos que, a pesar de que los medios de comunicación hicieron una evaluación crítica de los resultados de Chile, hay tres aspectos que resaltar positivamente. En primer lugar, estamos en la medianía de la tabla de los 81 países participantes del programa y nos podemos comparar con países como Grecia, Islandia, Eslovaquia y Serbia. Sí hay espacio de mejora, como siempre, pero no para la depresión.

Las escuelas no pueden abstraerse de lo que sucede en su entorno. Niñas, niños y jóvenes están expuestos a los acontecimientos de sus comunidades, de su país y del mundo. Debiera ser responsabilidad del sistema y más específico de cada escuela y de cada docente, procesar la información y abrir una conversación crítica con el estudiantado en concordancia con el currículum nacional.

No se trata, como dicen algunos, de ideologizar la educación, sino que de abordar la contingencia desde los valores compartidos para desarrollar el sentido de pertenencia a una comunidad.

Si queremos educar para la paz, las invasiones en Ucrania y Gaza por parte de países vecinos con inmensa superioridad bélica son un buen ejemplo para abordar las causas o excusas de las guerras, la imperiosa necesidad de conocer y valorar los derechos humanos como única forma de relacionarnos entre los seres humanos.

Estamos conscientes de la crisis de seguridad que estamos viviendo, no se trata sólo de la desproporcionada cobertura que le dan los medios de comunicación, sino que de una realidad que se vive a diario y en todas las ciudades de Chile. Es una situación cotidiana ver a jóvenes menores de edad que están delinquiendo porque han hecho de esa actividad su forma de vida. Cabe preguntarnos entonces: ¿Cuál es la responsabilidad del sistema educacional en esto? Nuevamente son temas que deben ser abordados y reflexionados en el aula.

En tercer lugar, la decadencia en la convivencia política también tiene su origen en la falta de formación ciudadana de la población. El foco de la educación se ha mantenido inalterable durante más de un siglo en los contenidos y debemos ser capaces de aprender las implicancias que este énfasis produce una carencia.

Desarrollar el pensamiento crítico en escolares es uno de los objetivos concordados por la sociedad, y la única manera de hacerlo es enfrentando a niñas, niños y jóvenes con la realidad e incentivándolos a pensar y reflexionar.  No hay otra metodología para hacerlo, sin embargo a la hora de aplicarlo surgen las objeciones respecto a que se está vulnerando el derecho de los padres y madres a educar a sus hijos. Es importante tener siempre presente que la educación de la población no sólo pretende instrucción, sino también formación de una comunidad en valores y propósitos.